Pedro Pablo Aguilar

Opinión | septiembre 23, 2022 | 6:30 am.

Después de una larga y fecunda existencia falleció ayer jueves 22 de los corrientes el doctor Pedro Pablo Aguilar. Dios lo tendrá en su Santa Gloria.

Pedro Pablo Aguilar fue un modelo de ciudadano, de político, de servidor público, de socialcristiano, de hombre de bien comprometido con el servicio a su país, a la democracia venezolana y a su ideario humanista cristiano.

Tuve el privilegio de tener una larga experiencia de vida al lado de Pedro Pablo. A veces como competidor de él, muchas veces como colaborador, siempre como amigo y como admirador.

Lo conocí cuando él salía de la cárcel a donde había sido sometido por la dictadura militar que prevaleció en Venezuela hasta enero de 1958. Yo era entonces un aprendiz de político que apenas cursaba el último año del bachillerato. Él era ya un curtido dirigente político que había sufrido persecución y cárcel por la defensa de la democracia, de la libertad y de los derechos humanos.

La primera gira política que hice en mi vida fue al estado Trujillo. Allí tuve el honor de conocer a la familia de Pedro Pablo, a su padre, un señor lleno de dignidad y de honorabilidad y a su hermana Romelia, una dama encantadora. Allí aprendí a conocer y a valorar la calidad humana de los trujillanos y de los Aguilar.

Apoyé a Pedro Pablo en su primera candidatura a la Secretaria General Nacional de Copei. Después de su victoria, me hizo el honor de designarme Secretario General adjunto del partido y pude colaborar con su gestión en mi carácter de Director de la Fracción Parlamentaria de Copei entre 1974 y 1979.

A su lado hicimos la campaña electoral de 1973 con Lorenzo Fernández como candidato presidencial. En aquella campaña no ganamos, pero sacamos la más alta votación que hasta ese momento había obtenido Copei en toda su historia y el más alto porcentaje de votos.

En 1978 Pedro Pablo dirigió la campaña victoriosa de Luis Herrera Campins y a mí me tocó dirigir la campaña en Caracas. En 1979 me tocó competir con Pedro Pablo por la Secretaria General Nacional del partido. Competimos en un clima de respeto, de amistad y de consideración. Pude contar con su colaboración y con su consejo en el desempeño de mis funciones.

En 1987 nos tocó competir de nuevo, esta vez por la candidatura presidencial y una vez más conté con su ayuda y con su respaldo.

Pedro Pablo viaja a la eternidad en medio de un gran reconocimiento nacional. Fue un gran ciudadano, un político ejemplar, un servidor público admirable. Pero, sobre todo, fue un hombre bueno. Dios lo tenga en su Santa Gloria.

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