Mijaíl Gorbachov: Entre Freddy Muñoz y quien escribe
Ha muerto Mijaíl Gorbachov. El mundo no comprendió jamás la magnitud de su sacrificio. Si bien recibió el Premio Nobel de la Paz en 1990, su legado quedó rápidamente en el olvido.
Estamos hablando de un hombre que, poniendo el dedo en un interruptor, podía haber iniciado la Tercera Guerra Mundial. Fue presidente de una superpotencia de dientes afilados. Un eje programático donde el destino de muchos países totalitarios, estaba bajo el puño del mandamás del Kremlin, pero optó por abrirle paso al cambio político.
Para algunos esquizoides ideológicos, que un hombre hablara de cambios, en una realidad monolíticamente inspirada en la barbarie. Era una locura. Sin embargo, ofreció toda su energía para socavar el modelo opresivo de su patria. Quiso salvar su país, pero el comunismo había impuesto su norma. Una Convulsión política derrumbó al cortinaje de hierro.
La Unión Soviética era la selectiva penitenciaría de ideas retrógradas. Setenta años esclavizando una sociedad, que apenas podía observar la pequeña rendija, por donde una tenue luz, comenzaba a llevar esperanza a quienes la habían perdido. El comunismo se había encargado de pulverizarlo todo. Quien se rebelaba terminaba en Siberia.
A Mijaíl Gorbachov le costó avanzar en las entrañas del monstruo. Procedía de una familia campesina del Cáucaso. Desde muy joven tuvo inclinaciones políticas. Sus dotes de buen orador le fueron granjeando fama entre los jóvenes comunistas de su región. Un joven rollizo con cierta timidez, pero con gran facilidad para coleccionar amistades, estaba allí como el presagio de quien construye el éxito desde las entrañas.
Un lunar se escondía en su cuello cabelludo – pero que extendía sus márgenes hasta las cercanías de la frente – lo caracterizaba.
Sus compañeros sabían que el joven del asiento doce tenía otro destino. Un tren envuelto en la bruma, con el caparazón gris, sobre una achatada nariz metálica roja, lo vio partir el 11 de abril de 1950, hasta la lejana Moscú. Iba ilusionado a estudiar leyes en la más importante universidad. Los rieles iban desafiando una agreste geografía de rostros pálidos, con la mirada profunda del brillo ausente.
En su maleta la foto de sus padres con el fondo glaciar de un blanco macizo. La capital soviética significaba la búsqueda de una concepción distinta a una tétrica realidad. Su notoriedad fue quebrando obstáculos hasta que las reformas vencieron a las añejas bisagras de una política arcaica.
Su pensamiento moderno lo plasmó en las teorías de la Perestroika y el Glasnost. Que eran reformas políticas y económicas, que buscaban cambiar un sistema totalitario por una administración democrática, ideas que ya habían sido planteadas- veinte años antes- por uno de los pensadores más brillantes de América Latina de todos los tiempos, nuestro inolvidable amigo Teodoro Petkoff.
En aquella época la Guerra Fría estaba en un punto de ebullición. Es de allí donde extraemos una anécdota que nos recuerda los años juveniles.
Nos iniciábamos en la política. El sociólogo José Ramón Arrieche nos había invitado a formar parte del Movimiento al Socialismo. Éramos un pequeño grupo de estudiantes, con los ideales de querer convertir esos planteamientos en victoriosos.
Un buen sábado se apareció en Duaca el diputado Freddy Muñoz. Aquel hombre tenía la magia de la palabra. Un líder con una enorme erudición que manejaba con destreza cualquier tema. Trasmitía la fortaleza del conocimiento induciéndonos a seguir su ejemplo.
Adentrada la conversación mí dilecto amigo Monche Arrieche le dice: «Freddy, Alexander conoce mucho del tema soviético». El hombre me escruta y comienza por preguntarme por temas de la actualidad de la cortina de hierro, de pronto me dice: ¿Quién será el próximo presidente de la URSS? Con seguridad le dije que Mijaíl Gorbachov logrará ser el sucesor de Konstantin Chernenko.
Muñoz me observó un tanto incrédulo. Me pidió que le argumentara. Y le dije que la grave crisis económica soviética los estaba obligando a tener que seguir las posiciones que en el Politburó del Comité Central del Partido Comunista había expuesto el Canciller Andrea Gromiko, quien sostenía que el modelo estaba agotado.
Era el mismo concepto que esgrimía el diputado georgiano Eduard Shevardnadze, logrando algunos respaldos importantes en la plenaria. El desplome soviético se manejaba con sapiencia en Estados Unidos. El gastado modelo no aguantaba más, la difícil realidad lo hará virar había occidente.
Le manifesté a Freddy Muñoz, que nos inquiría con mayor reciedumbre: La crisis ucraniana es un mazazo para la economía soviética. Solo andan como la gimnasia rumana Nadia Comanessi en el potro con arzones. ¿Qué significa eso?, pregunta Freddy. Qué están dando giros espectaculares para preparar una salida.
El embajador soviético en USA Anatoly Dobrynin era del criterio de buscar un sistema socialista con reformas en el área política y económicas. Se trataba de un diplomático que estaba ejerciendo el cargo desde 1962. Su amistad con los círculos más influyentes de Washington puede abrirle paso a una salida política. Con esos planteamientos cerré mis puntos de vista.
Me dijo que no creía que eso sucediera debido al carácter totalitario del régimen. Sin embargó, me felicitó por el buen conocimiento del tema, contando con apenas dieciséis años. Dos meses después ante la sorpresa mundial: el reformista Mijaíl Gorbachov, es electo presidente de la poderosa Unión Soviética.
Pasaron unas semanas para la Convención Nacional del MAS en Caracas. En la sala 9 del Parque Central se realizaba el evento. Un exultante Freddy Muñoz entra a la atestada sala con los puños naranja en alza. Era nuestro secretario general nacional.
De camisa a cuadros, con el rostro sonriente, ofrece un discurso extraordinario. Franqueado por Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Argelia Laya repartía saludos por doquier. De pronto pregunta: ¿Está aquí Alexander Cambero? Un joven robusto y asustado – por el momento- se levantó de la silla. Todos voltearon para buscarme. Adán Añez Baptista, diputado por el estado Lara, me calmaba. Obsérvelo bien, este muchacho de Duaca, en el estado Lara, fue el único que me dijo que Mijaíl Gorbachov sería presidente. «Ni siquiera en la UCV, tampoco en círculos intelectuales, me dijeron eso, ni menos con argumentos». Eso es para que sepan que en la provincia también se estudia».
twitter @alecambero