El orden del día
Un refrán venezolano dice: El que le pega a la familia se arruina. Hago esta mención por adelantado debido al tema que reseñaré a continuación, el cual podría dar pie a creer que comparto plenamente todos los hechos que allí se describen.
El orden del día es una novela del género político, del cineasta y guionista francés Éric Vuillard, que cuenta cómo en 1933 en el Reichstag, un edificio ubicado en Berlín, tuvo lugar una reunión secreta, evento que careció de agenda previa, y al parecer, tampoco con registro posterior. Allí, 24 empresarios alemanes dueños de las más importantes marcas comerciales donaron ingentes cantidades de dinero a Hitler para conseguir la estabilidad que él prometía.
Para nadie es un secreto que todos los dictadores suelen llegar y mantenerse porque alguien los ayuda y pueden aparecer en pueblos prósperos, educados y sofisticados que parecían estar lejos de llegar a tener un gobierno totalitario.
En la citada reunión, Hermann Göring, político y criminal de guerra nazi, pidió a importantes empresarios teutones apoyarlos financieramente de cara a las elecciones legislativas de marzo de 1933: “orden, trabajo, represión sindical y enormes beneficios a cambio de ayuda para hacerse con el poder”, era uno de los ofrecimientos del lugarteniente de Hitler.
Más tarde, varios de ellos se beneficiaron de los trabajos forzados de los deportados y prisioneros, una mano de obra barata. “Son estos empresarios los que, al igual que las cicatrices que han quedado, siguen reinando gracias a su legado ya asimilado socialmente, pues las empresas no mueren como los hombres. Son cuerpos místicos que no perecen jamás: No mueren, al contrario, proliferan”, escribe el periodista chileno Nicolás Poblete Pardo, en una reseña que hace de la novela El orden del día.
En la reunión llevada a cabo el 20 de febrero de 1933, “la cual cabría calificar de momento único en la historia patronal, de compromiso inaudito con los nazis, para los grupos económicos no es más que un episodio bastante habitual en el mundo de los negocios, una trivial recaudación de fondos. Todos ellos sobrevivirán al régimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios”, dice Poblete.
El orden del día es una novela donde el escritor hizo una detallada documentación, recopilando archivos, datos, anécdotas y hasta citas de Hitler. Vuillard comienza su narración haciendo un diagnóstico general respecto a la trivialidad en la que acontecen grandes cambios y detalla el ambiente de la reunión: “Pese a todo, la mayoría pasó la mañana arrimando el hombro, inmersa en esa gran mentira decente del trabajo, con esos pequeños gestos donde se concentra una verdad muda, decorosa, y donde la epopeya de nuestra existencia se reduce a una pantomima diligente. Así, el día transcurrió apacible, normal”, comenta el escritor francés, refiriéndose al entorno que acompañó a la impresionante reunión.
Al referirse a los empresarios, amigos del Führer, el escritor galo dice: “Los veinticuatro lagartos se alzan sobre las patas traseras y se mantienen bien erguidos”. Por su parte, Poblete realiza las siguientes observaciones: “Es curioso cómo, hasta el final, los tiranos más convencidos respetan vagamente las formas, como si quisieran dar la impresión de que no se saltan, por las buenas, los trámites administrativos mientras transitan abiertamente por encima de todas las normas. Se diría que el poder no les basta, y que experimentan un placer suplementario obligando a sus enemigos a cumplir, por última vez, los rituales del poder que ellos mismos están dinamitando”.
Con esta conciencia de “fabricación” Vuillard cita a sus personajes para hacer un paneo histórico, y para identificar determinadas conductas que, idealmente, podría ayudar a evitar ciertos errores en algún futuro. En muchas oportunidades, durante la novela, Vuillard da rienda suelta a imágenes que hablan de su frustración, cierta rabia. A veces con ironía, a veces con pasmo, su escritura nos interpela acerca de las consecuencias posteriores al evento. El sitio de la reunión hace referencia a los diferentes parlamentos que se sucedieron en Alemania entre 1849 y 1944. Desde ese momento, Hitler comenzó una campaña para anexionarse Austria, lo cual consiguió en 1938. En la historia contada, queda claramente establecido que, sin el apoyo de aquellos empresarios, “quizá todo hubiese sido distinto”, piensan algunos.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE