El método debe ser el consenso, no la primaria
Necesitamos un candidato que pueda ganar, cobrar y gobernar, comprometido expresamente con la ruta electoral, pacífica y democrática. Cómo encontrarlo no es tarea fácil, pero tampoco imposible en un país de más de treinta millones de habitantes, con mucha gente valiosa.
Demás está decir que ese candidato debe ser una persona honesta, preparada, equilibrada, etc., etc.
Lo más importante es que en efecto pueda sumar la mayor cantidad de voluntades, pueda crear confianza en que los derechos del adversario serán respetados y pueda asegurar la indispensable gobernabilidad que exige un proceso de transición tan complejo para reinstitucionalizar la democracia liberal en el país, recuperar la economía creando confianza al establecer reglas claras con respeto del derecho a la propiedad y atender los cruciales problemas sociales.
El método para encontrar ese candidato importa, es clave. Ciertamente no hay un método infalible, pero dado el conjunto de amenazas que condicionan la escogencia de un candidato unitario por la fragmentación opositora, el debilitamiento de los partidos y los riesgos que se corren por las características del adversario las primarias lucen como el método menos ventajoso.
El consenso emerge entonces como la vía más saludable para ahorrarnos el peligro de fragmentarnos aún más con unas elecciones primarias organizadas por factores sobre los que pesan serias acusaciones por corrupción y que por el contexto general de la guerra de trapos sucios que predomina apunta a convertir las primarias en un remedio peor que la enfermedad.
Claro está apelar por el consenso demanda voluntad política, paciencia, planificación, definir un espacio para el mismo, deponer actitudes e intereses individuales y grupales, pero sobre todo compromiso con el interés nacional.