El buen salvaje, el buen revolucionario y el hombre nuevo
Del buen salvaje al buen revolucionario es una brújula que nos aporta Carlos Rangel para entender por qué ha sido tan difícil a los latinoamericanos fundar sociedades de libres e iguales donde los distintos podamos vivir en paz y felices, como sugiere nuestra Cayetana de España.
Rangel, con su sabiduría, nos ayuda a reconocer quiénes son los autores de nuestro drama hemisférico, desentraña los hilos profundos que históricamente han persistido en esta región.
En ese abordaje identifica los responsables, los actores, sujetos en nuestros presente y posible futuro:
1. La primera distinción que nos muestra es la interminable reencarnación del buen salvaje en el buen revolucionario y luego en el hombre nuevo. Un sujeto que proclama la venganza contra aquellos que han despojado a las grandes mayorías de unas supuestas riquezas (en la mayoría de los casos, riquezas que nunca había sido producida) y que yacen como reservas naturales no transformadas por el trabajo humano.
Ofrecen el bienestar sin esfuerzos a unos sectores populares huérfanos de liderazgo, con reducida capacidad de análisis sobre las causas de su malestar. Enseñan que la miseria es producto del robo originario, la solución por tanto es protagonizar una “lucha de clases” contra cualquier grupo, individuo u organización que dé muestras de riqueza. Expropiarlos y eliminarlos es su misión central. Buenos revolucionarios que proclaman una potestad derivada de una supuesta superioridad moral frente al capitalismo, el mercado y la libertad de opinión, sus principales enemigos una vez asaltado el poder.
Rangel nos advierte que mientras en el norte de América se han difundido profusamente las ideas de John Locke y su concepto de propiedad, como un ámbito que acoge la propiedad de la vida, bienes y libertad; en Latinoamérica se reedita incesantemente la idea de venganza del Manifiesto comunista. Rangel señala: “En el siglo XVII en las colonias inglesas de Latinoamérica el pensamiento de John Locke había llegado a ser tan sutilmente difundido, tan influyente, tan inmediato, tan folklórico como ha llegado a ser el pensamiento de Marx y Lenin en el llamado tercer mundo en la segunda mitad del siglo XX y fue Locke quien dijo que donde termina la ley comienza la tiranía”.
Esa diferencia se ha revertido en la calidad de los liderazgos: mientras unos defienden el Estado de Derecho, el equilibrio de poderes y la responsabilidad individual, los otros en Latinoamérica propician la venganza, la lucha de clases, las expropiaciones y la represión tal como se practica hoy en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
2. Rangel descubre la verdadera naturaleza de instituciones que han mantenido un poder histórico, dotados de armas y recursos para enfrentar cualquier búsqueda de equilibrios entre los distintos sectores sociales. A este mundo pertenecen algunas de las fuerzas armadas nacionales y los cuerpos represivos, caso de Argentina, Venezuela y Perú donde estas instituciones armadas se apartan de la definición constitucional de su misión como defensores de la ciudadanía y de la integridad territorial al convertirse en voceros ideológicos de los proyectos marxistas, tal como expresa el ministro de la Defensa de Venezuela Vladimir Padrino: “Hoy la revolución bolivariana reivindica la justicia social y el carácter afrodescendiente y digno de nuestra condición humana originaria”.
3. Claramente distingue el papel desempeñado por oligarquías racistas y reaccionarias negadas totalmente al cambio democrático, en algunos países, dominantes del aparato económico y del sistema de justicia. Usurpan consignas liberales, pero actúan solapadamente para su negación. Es quizás el sector más peligroso porque bajo una presunta posición de derechas contribuyen a reforzar las perspectivas de los supuestos “buenos revolucionarios” frente a las proclamas y luchas de los ciudadanos. Para los ultraizquierdistas es fácil demonizarlos por su actitud contraria a una convivencia sana y honesta entre sectores distintos.
Rangel nos muestra que lograr una sociedad de libres e iguales enfrenta inmensos obstáculos que pueden parecer invencibles, pero hay que aceptar que la realidad es inimaginablemente contradictoria, sabemos que sí existe una capacidad de aprendizaje en los individuos y en la sociedad. Hoy y gracias al poder de los medios de comunicación es posible identificar la oposición a las democracias, la violación de derechos humanos y la corrupción con los recursos de la sociedad. Avanzamos a entender que solo aquellas sociedades que con generosidad y talento logran plasmar «acuerdos de desarrollo» clave, por la cual las élites de un país pasan de proteger sus propias posiciones a apostar por un futuro basado en el crecimiento.
Al respecto el economista Stefan Dercon plantea: “El hecho evidente es que varios países, entre ellos China, los tigres asiáticos, la India y otros, han crecido muy rápido y sacado a cientos de millones de personas de la pobreza a través de diferentes estrategias en los últimos años. Los sectores medios, profesionales creyentes en la ciencia y la tecnología creyeron que bastaba con proponer un buen conjunto de políticas públicas a modo de plan país para resolver los problemas ingentes de sus sociedades. Soluciones que en esencia son medidas técnicas para solucionar déficit, problemas derivados de la inequidad que prevalece globalmente. Eficientes pero que no resuelven el problema central de cualquier sociedad, frente a las cuales hay que preguntarse: ¿el plan es de todos o solo de un sector de privilegiados? ¿se incluye a todos los ciudadanos en las metas y objetivos? ¿Se acepta que somos distintos como humanos pero iguales como ciudadanos y frente a la ley?
Stefan Dercon observa que, en contra de tantas explicaciones divergentes, en todos los casos de crisis, separación social, ausencia de Estado de Derecho y libertades económicas, existe un elemento en común que explica la clave del éxito en algunas regiones y países: las élites (definidas como los grupos que tienen poder: líderes políticos, empresariales, sindicatos, intelectuales públicos, religiosos, prensa…) distintas a los grupos que controlan dictatorialmente el poder político lograron concretar pactos por el desarrollo para orientar la política, la economía, el Estado de Derecho y la sociedad hacia el crecimiento y el progreso.
Al hacer una apuesta por el desarrollo y el crecimiento, las élites renuncian a proteger sus posiciones particulares y toman el riesgo de cambiar, hacer los esfuerzos necesarios para crecer y modernizar sus economías”, esto quiere decir que superan los egos, egoísmos y ambiciones particulares.
Sí se puede derrotar a los “buenos revolucionarios”, a los ejércitos reaccionarios minados por la corrupción y las ansias de poder total. Y quizás lo más importante abrir mentes en sectores con protagonismo económico que entiendan que es imposible mantener una sociedad encerrada, sin alternativas ni oportunidades porque el mundo hoy es ancho y ajeno como enseñaba Ciro Alegría. Chile eligió un presidente socialista, pero luego rechazó el modelo de Constitución que proponía desde su gobierno el fracasado camino antidemocrático.
En Venezuela el madurismo pregona que su poder es legítimo porque han hecho más de 26 eventos electorales, pero ocultan la manipulación de estos eventos, el uso perverso de medidas populistas financiadas con los recursos de los ciudadanos y el comprobado rechazo manifiesto que supera el 80% de la población.
Pretende utilizar un mecanismo electoral manipulado para seguir en el poder, algo que pudiera ocurrir si los ciudadanos no lo impedimos y el liderazgo opositor lucha por consignas claras: limpieza del Registro Electoral, Consejo Electoral neutro y rechazo a la decisión impuesta autoritariamente de la reelección presidencial. Unas condiciones que nos harían avanzar a las puertas de la democracia sin guerras ni pérdidas culturales y humanas.
Rangel con su profundo conocimiento histórico-político disipa las falsas interpretaciones, las descripciones mentirosas y las excusas complacientes para mostrarnos la cara y procedimientos de los mal llamados buenos revolucionarios, el oscuro autoritarismo de los cuerpos armados y de las oligarquías racistas y reaccionarias, insensibles ante el dolor de humano. Ahora nos toca avanzar convencidos de que son derrotables, tenemos que exigir la construcción de un pacto por la libertad como obligación moral de nuestro liderazgo.