Bogotá, Caracas, La Habana: ¿Eje del mal socioglobalista?
Aunque aun es temprano para precisar cuál será la posición estratégica del recién electo presidente de Colombia, Gustavo Petro, con relación a sus aliados más cercanos – los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro y de Cuba, Miguel Díaz Canel – no hay dudas que un cuidadoso acercamiento es lo que se percibe en el Palacio de Nariño con relación a dos temas que, en lo que refiere al oficialismo y a la oposición colombianos, despiertan la más intensa reactividad.
En primer lugar, porque los gobiernos de Cuba y Venezuela han estado presente en los sucesos de los últimos 20 años que concluyeron en la elección de Petro, y en segundo, porque las afinidades que aún se mantienen entre el trío, que en este momento es responsable de que se sostenga, que el socialismo sigue vivo en América Latina, da para apostar a que estamos ante un nuevo auge de las ideas socialistas, o simplemente en su etapa crepuscular.
En todo caso, en lo que se refiere a Colombia, tanto Fidel Castro como Hugo Chávez pensaron que sin abrir la frontera neogranadina era imposible pensar en una expansión del socialismo hacia el Sur y puede afirmarse que la política internacional más agresiva del “centauro llanero” no estuvo centrada en enfrentar y combatir el imperialismo yanqui, como en lograr que el gobierno de Andrés Pastrana, primero, y el de Álvaro Uribe, después, se sumaran a los postulados del “Socialismo del Siglo XXI”.
Pastrana respondió buscando un “Acuerdo de Paz” con las Farc en las negociaciones de “San Vicente del Caguán” que se frustró porque Marulanda y la cúpula farista pensaron que se trataba simplemente de “una rendición” del gobierno conservador. Uribe, quien sucedió a Pastrana en la presidencia, sí comprendió las intenciones que movían a Marulanda, Chávez y Castro y tomando el toro por los cachos, en casi 8 años de confrontación, puede decirse que le propinó al grupo una estrepitosa derrota.
Su estrategia fundamental consistió en activar el “Plan Colombia” -que Pastrana había firmado con el presidente Clinton de EEUU en 1999- y para el final del segundo mandato de Uribe en el 2009, Marulanda había muerto de muerte natural, los comandantes Raúl Reyes, el Mono Jojoy y Alfonso Cano (los candidatos a sustituir a “Tiro Fijo”) cayeron en combate y el 2 de julio de 2008 se llevó a cabo la “Operación Jaque”, en la cual el Ejército colombiano liberó a un grupo de importantes secuestrados de las FARC entre los cuales se encontraba la emblemática Ingrid Betancourt.
Pero es aquí donde aparece el “Factor Juan Manuel Santos”, ministro de Defensa de Uribe y quien aparentemente había estado al frente de todas las operaciones políticas y militares que pusieron contra la pared a las FARC y al cual Uribe designa como su candidato a sucederlo en la presidencia para que negocie un “Acuerdo” de rendición con las Farc.
Santos gana las elecciones en el 2010, pero para sorpresa de Uribe, Colombia, la región y el mundo, tiene su propio plan para el “Acuerdo de Paz” y aliándose a Castro, Chávez y a los comandantes que suceden a Marulanda, negocia desde La Habana un “Acuerdo”, donde la guerrilla que en los últimos 30 años había derivado en un cártel aliado de las bandas de narcotraficantes de Cali y Medellín, aparece como la ganadora de la guerra civil que había durado medio siglo, no da cuentas de los “Crímenes de Lesa Humanidad” cometidos en tan largo período, recibe compensaciones políticas y económicas por haber aceptado la paz, es incorporada al sistema político colombiano y se le ceden 30 curules al Congreso Nacional y se le reconoce presencia y actividad en zonas del territorio nacional donde participan en la estructura gubernamental y la administración de justicia.
En otras palabras, que otros sucesos y otros personajes que no estaban en el programa irrumpen en el complejo proceso político, militar y social colombiano, entre los cuales el más destacado es el actual presidente, Gustavo Petro, quien no había sido militante ni comandante de las Farc y el ELN, tampoco se le conocen vínculos con el narcotráfico, sino su currículum nos lo trae como un dirigente de la línea media del movimiento insurgente “M-19”, el cual no creía que la lucha armada campesina fuera la vía para tomar el poder y funda una organización centrada en las ciudades, que aspira a conquistar a la clase media y desde la política tradicional y acciones armadas llegar al Palacio de Nariño.
Esta estrategia fracasa, pasa por eventos dolorosos como la toma del Palacio de Justicia de Bogotá el 6 de noviembre de 1985 que culmina en una retoma de parte del gobierno que arroja un saldo 101 muertos, pero también incide en que los jefes del M19, Carlos Pizarro y Antonio Navarro Wolff, firmen la paz con el gobierno de Virgilio Barco el 9 de marzo de 1990 y se focalicen en la convocatoria a un proceso constituyente que redacta en 1991 una nueva constitución para Colombia.
Petro no sale ileso de estos sucesos. Paga año y medio de cárcel en “La Picota” de Bogotá, pero a la salida viaja a Europa donde hace un postgrado en Políticas Públicas en la Universidad de Lovaina, y a su regreso a Colombia en 1997, participa como candidato de la “Alianza Democrática M19” para la Alcaldía de Bogotá donde es estrepitosamente derrotado, pero en 1998 se presenta como candidato del “Movimiento Vía Alterna” para la Cámara de Representantes y es electo diputado hasta por dos períodos (2006) y en 2011 es postulado por un movimiento político de su propia autoría, “Movimiento Progresista”, a la Alcaldía de Bogotá donde sale electo con el 38 por ciento de los votos.
De ahí lo espera su postulación como candidato presidencial para el periodo 2018-2022 que gana Iván Duque y la definitiva el 19 de junio pasado donde derrota al candidato contrincante, Rodolfo Hernández, con el 51 por ciento de los votos.
Quiere decir que, al hablar del “Petro presidente” hablamos de un líder político salido de la fragua de la democracia y no de un comandante guerrillero, ni militar cuartelario, que, bien desde una sierra o una institución militar, vienen a reivindicar el poder de la violencia contra la paz y de la guerra contra la política.
Con lo cual no afirmamos que alguna vez haya puesto en duda su vocación y condición de militante de la izquierda y del socialismo, ni mucho menos su renuencia a que se le tome como un admirador de Fidel Castro y Hugo Chávez y su simpatía por estos “comandantes” que en épocas diversas, pero con ideales parecidos, sacudieron a sus países y al continente.
Pero un detalle que no puede escapársele al “político” Petro es que de la “épica” de Fidel Castro a la de Díaz Canel han pasado 60 años, y de la de Chávez a la de Maduro, 13, y los resultados para los pueblos cubano y venezolano son sencillamente dolorosos, trágicos, en sentido alguno comparables a los que vive la democrática y capitalista Colombia, que no obstante las dificultades económicas que vive en estos momentos y las desigualdades que son históricas, centuplica en los indicadores del último año a los dos paupérrimos hijos de las revoluciones castrista y chavista.
De modo que, si se trata de que Petro trace su política hacia sus aliados de Cuba y Venezuela por la realidad que debe decirle “algo” a este político y economista, seguro que no será para rendirse en apoyos y respaldos a una Cuba en ruinas, y mucho menos a una vecina y hermana como Venezuela que pasó de ser una de las economías más prósperas de la región, a otra cuya pobreza ha desencadenado una inmigración de seis millones y medio de venezolanos que ruedan por el mundo en busca de trabajo, techo y pan.
En otras palabras que, es difícil, si no imposible, que Petro vaya a acoger las catástrofes que ha provocado el socialismo en Cuba y Venezuela con muestras de solidaridad y comprensión, sin atreverse a pedirle cuentas por lo que a todas luces es una barbarie disfrazada de unos postulados que ya no tienen vigencia en el siglo que vivimos y en el cual, cualesquiera sean los enemigos que se enfrenten, no hay excusas para que en Cuba y Venezuela los pobres mueran de hambre, o por que los servicios públicos de salud sencillamente no funcionen.
Petro, además, en los últimos años, sobre todo cuando cumplió funciones en las negociaciones del “Acuerdo de Paz” de La Habana, encontró padrinazgos, aliados y preceptores nuevos y uno muy importante, quizá el más importante, es el de Juan Manuel Santos, quien lo acercó a las ideas y políticas globalistas que lidera en la región, lo presentó ante las ONG de la “Open Society” de George Soros que tanto hicieron para que el ”Acuerdo de Paz” se firmase y puede decirse que ya no es el político que dijo una vez que sus héroes a seguir eran Jorge Eliécer Gaitán y Luís Carlos Galán, sino Juan Manuel Santos y George Soros.
A este respecto, no puede tratarse como una minucia que su primer programa anunciado para “Plan de Gobierno” sea sobre el “Cambio Climático” y que sus ministros, gobernadores y alcaldes aliados ya estén promoviendo cambios raigales como la “ideología de género”, “el matrimonio entre personas del mismo sexo”, “una legislación más agresiva sobre el aborto” y la falacia contra “la pareja natural”.
Habría que oír hablar sobre estos temas a la Vicepresidenta, Francia Márquez, para entender a que nos estamos enfrentando.
De modo que, al enviar noticias sobre el Petro con el cual se van reencontrar Nicolás Maduro y Miguel Díaz Canel, subrayaría que ya no es un socialista de la vieja escuela, de la de Marulanda, Castro y Chávez, sino de uno que está más cerca de Joe Biden que de Vladimir Putin, de Pedro Sánchez que de Xi Jinpin