Un rato más de terror
Hace ya varios años le escuché unas declaraciones al “general de división’ (lo anterior porque, según sus compañeros de subversión, donde se reunía, dividía), Guillermo García Ponce, quien afirmó que el gobierno de Chávez (se refería a la triunfante revolución bolivariana) no podía catalogarse como gobierno sino como un régimen. Argumentaba para ello que el estado actual del sistema imperante era un Estado burgués que tenía que desmantelarse y sustituirse por un Estado popular.
Años después, Aristóbulo Istúriz, siendo gobernador del estado Anzoátegui, razonó de manera similar. –Debemos destruir el Estado burgués para construir el Estado socialista.
Han pasado poco más de 23 años y las estructuras, tanto de instalaciones físicas como aquellas de orden institucional, soporte jurídico que mantienen (aunque mínimamente) la administración del Estado, siguen funcionando y son las que muestran la poca fachada institucional y democrática ante el mundo.
De resto, en la práctica del día a día no es posible catalogar la vida institucional venezolana como un gobierno democrático occidental tradicional. Tampoco puede afirmarse que es una dictadura, pues ella responde a la clásica concepción de un gobernante que concentra de manera personalísima todos los poderes del Estado y gobierna, por la fuerza de las armas, una nación. Tampoco creo que sea una tiranía (tirano), pues éste es verdugo directo de una sociedad a la que mantiene bajo control, por la fuerza.
Lo que pudiera afirmarse es que tenemos frente al poder a un individuo que ha usurpado (por lo tanto, usurpador) el poder y lo asume desde una especie de ‘régimen totalitario populista’ de extrema izquierda. Esto es público, notorio y comunicacional. Recojo datos, declaraciones y escritos de quienes, desde hace poco más de 45 años, han diseñado un modelo de Estado para, supuestamente, cambiar el que ha estado existiendo desde 1958.
La realidad, que es imposible ocultar, nos está demostrando que se ha desembocado en un momento de la historia venezolana supremamente peligroso. No tanto por las implicaciones que tiene sobre la economía, con su empresa emblema (Pdvsa), total y absolutamente desmembrada, así como el resto de su plan de Estado de industrialización y diversificación económica, sino algo peor: la destrucción del mismo Estado con el consecuente riesgo de perder el control y pérdida de partes de su territorio.
Ya en años anteriores hemos venido alertando de este riesgo, pero ahora se presenta como una aterradora realidad cuando por los medios de comunicación se menciona de manera oficial que Venezuela cederá a la república islámica de Irán, cerca de un millón de hectáreas para fines supuestamente agrícolas.
En Venezuela no existe gobierno desde hace ya varios años. Al momento del fallecimiento del ex presidente, Hugo Chávez, ocurrieron una serie de incidentes (firmas de decretos por vías electrónicas), que hacían aparecer vivo al ex militar. Después se supo de su muerte. Esta fue anunciada con fechas que nunca han sido aclaradas. Los sucesos posteriores que colocan a Nicolás Maduro al frente del poder ejecutivo siempre han estado envueltos en dudas. Para colmo, su cabeza tiene precio por estar vinculado a crímenes de narcotráfico.
Afirmar que en Venezuela existe un presidente, que hay un gobierno y que, además, se vive en una normalidad en su cotidianidad, es una mentira. No, por el contrario, la vida política nacional es un total contrasentido, un macabro enredo burocrático alterado de manera planificada para ‘entrampar’ incautos en la aberración de un régimen totalitario que siempre estará controlando, por la fuerza de la torpeza del autoritarismo y de las armas, a la ciudadanía.
Comportarse como presidente le oculta a Nicolás Maduro su ‘facha’ de usurpador. Comportarse como gobernante le hace ocultar su autoritarismo. Comportarse como comandante en jefe, le hace aparecer como que controla la institución militar. Comportarse como padre que castiga y premia, le oculta el rostro de tirano. Como se puede apreciar, este disfraz lo utiliza, como antes Chávez, según las condiciones donde deba actuar. Y como se puede deducir, es un guion que puede ser actuado por cualquier otro personaje afín a los intereses que representa.
Esto último es posiblemente lo más aterrador y temerario pues indica poderes ocultos, internos y externos, que dan soporte a este modelo cruel, sanguinario y criminal que se escenifica para Venezuela. No, no creo que sea posible sustituir en el mediano plazo a este plan ideado desde hace tanto tiempo y que, con sus cambios estratégicos, se sigue cumpliendo casi al pie de la letra.
Nicolás Maduro, usurpador del poder ejecutivo venezolano, es una pieza más de un gigantesco ‘puzzle’ que tiene a Venezuela como tierra de grandes yacimientos estratégicos, que necesitan usarse con mano de obra barata y donde los sindicatos, asociaciones, gremios y federaciones de protección a los trabajadores, no estorben.
Tampoco es posible mirar hacia el liderazgo opositor pues en su generalidad mantienen casi las mismas estrategias que el oficialismo para cambios significativos. A todos, el populismo y primitivismo políticos los está comprimiendo en esquemas de poder corrompidos y atrasados.
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