El lenguaje diplomático
«La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente de educación, en una escuela de moral, de justicia y leyes» Simón Bolívar
El lenguaje diplomático es, en esencia, una cautelosa forma de expresión que brinda la oportunidad de quedarse por debajo de la exacerbación cuando ese proceder conviene a los intereses del Estado que se representa.
A juicio de reconocidos internacionalistas, muchos factores intervienen para calificar cuándo un lenguaje se sale de la diplomacia. Uno de ellos es la relación entre los países, porque si existe una marcada asimetría, habrá una diferencia.
Por esta circunstancia, algunos países latinoamericanos han sido particularmente severos al considerar injerencia, es decir “meterse a donde no se es llamado” a toda expresión oral o escrita de personas extranjeras al respecto de asuntos internos.
Otro factor, agregan, son las circunstancias históricas, así como el surgimiento de situaciones internas cuyas consecuencias puedan afectar a la comunidad de naciones, o cuya gravedad en asuntos considerados cada vez más importantes, como es el caso de los derechos universales, cuya validez supera las fronteras de las naciones.
Es natural que a través de la diplomacia se traten los asuntos entre los países desde los rutinarios hasta los más espinosos. Si el lenguaje de estos tratos fuera el común de la población, muchas conversaciones entre diplomáticos terminarían con los puños. Pero con el lenguaje diplomático, la cosa es muy distinta.
Unos de los ejemplos más clásicos del lenguaje diplomático se da más o menos frecuentemente cuando un gobierno declara a algún diplomático persona «non grata», lo cual significa «no lo queremos aquí, váyase a su país inmediatamente».
En la política interna de un país a veces utilizan frases que son groseras y vulgares si se compara con las de la diplomacia internacional. Es el caso venezolano, pues recurrentemente solemos escuchar a Maduro, Cabello y personeros del régimen, groseras expresiones contra personas e instituciones del país y del exterior, dejando entrever su poca o ninguna capacidad intelectual y política.
Comprendida la definición, lo resumimos con el entendido de que la diplomacia es la antítesis de la guerra, pues cuando falla la diplomacia, las relaciones internacionales llegan a otras instancias que pueden incluir el uso de la fuerza o conflicto militar.
Al analizar su definición y comprender el contexto, se observa entonces que además de la interpretación legal, técnica, etc., nos encontramos con la apasionante rama de la interpretación diplomática, «modalidad específica de la interpretación de conferencias, que evoluciona con la realidad mundial y constituye una rama de la diplomacia», que con el correr del tiempo se ha ido adaptando al desarrollo de las relaciones internacionales.
Vivimos en un mundo cada vez más globalizado y multilateral, y muchos rasgos de la diplomacia, también han evolucionado. Desde los orígenes del hombre mismo, vemos que la negociación está intrínsecamente ligada a él, y sigue siendo el pilar fundamental de las relaciones diplomáticas.
Llegamos a la conclusión de que las relaciones diplomáticas forman, junto con la comunicación, el comercio y la guerra, el sustrato esencial de una sociedad internacional, cuyo entramado de relaciones y actores ha experimentado una constante y creciente complejidad a lo largo de la historia.
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
Twitter: @toquedediana
Instagram: aguilera4246