El discurso de Petro

Opinión | agosto 10, 2022 | 6:24 am.

La historia de Colombia desgranada como una mazorca entre las manos de un pueblo. La vida profunda alumbrada por las necesidades, se alzaba el látigo sobre la piel morena, que resistía con los dientes apretados. El mundo de las hondonadas solo reconocía al dolor como parte de su poderoso equipaje.

El mismo Libertador Simón Bolívar tuvo que enfrentar los mortíferos dardos  de una oligarquía, que acariciaba los largos cabellos de la monarquía española.

El primer mandatario nacional Gustavo Petro, trajeado con la banda presidencial, que representa el destino de una patria ilusionada. Un tanto circunspecto, bajo un límpido cielo azul, que irrumpió en la piel de la ciudad. Su mirada hundida en la muchedumbre de banderías y colores, como atestiguando ante sus ojos la magnitud del compromiso. El héroe eterno cabalgando en el ideario de su gloria inmarcesible.

El símbolo de su espada atravesando las calles de la Bogotá, que no soportó su visión electrizante, convocadora de los espíritus reunificadores de una América sometida, fue una forma de reivindicarlo. Traerla era mostrar que la azarosa violencia, que hizo que fuera robada en el año 1974, por el M19- el movimiento de donde surgió Gustavo Petro- entregaba su último pertrecho. El espectacular episodio guerrillero cerraba el efecto de su acontecer.

¿Será por eso que el discurso del presidente Gustavo Petro traía consigo las reminiscencias del pasado? Sus primeros párrafos nos hicieron viajar entre las heridas que el tiempo no restañó, todavía corre la sangre inocente, que recibió la herida cuando le apuntó el crimen con hierática malignidad.

Con la expectación del momento, invitado por medios de comunicación colombianos, para analizar el instante histórico, nos aprestamos a escuchar el discurso que gozaba del interés de todos. Con gran maestría hizo una pieza en donde logra que en veintiuna páginas se resuma toda una realidad de más de dos siglos de espera.

Uno de los puntos resaltantes fue la convocatoria a todos. Llamó a la paz como la antorcha que alumbrará los pasos de un nuevo devenir histórico. Que cada quien entienda que la violencia, es una rémora que dejó el pasado, como una dinamita que sigue en el morral esperando la pisada de los inocentes. Solo con la paz es posible que los que creen en la venganza, puedan regresar de sus viacrucis mental, llegar a comprender que todo es posible, cuando se actúa en el marco de una democracia, soportada en el esqueleto de una constitución y las leyes.

Habló del respeto profundo al pensamiento diverso, no se paseó por la idea de exterminar al oponente, como ocurre en Venezuela, tampoco, de ahorcar los medios de comunicación, como también ocurre acá, imponiéndoles un modelo a seguir.

Desde la afrenta histórica, reivindicó el compromiso con los más necesitados, pero no vengándose del poderoso, pero invitándolo al engrandecimiento de Colombia. Es la deuda de siglos con una nación fracturada por los intereses. Que hizo que surgiera un pueblo oprimido, que vio cómo se le apagaban las esperanzas en el sepulcro de todos los días. El hambre como el único juguete de sus hijos de ropas deshilachadas y zapatos rotos. Donde la angustia embrollada en el alma de los viejos olvidados. Las oportunidades asesinadas cuando el desdén capitalino incendió ese capítulo.

Lo de ahora. Es una visión para hacer de la nación una República que busca colocarse en la elite de las naciones. Con gran fortaleza le habló al mundo de una unidad latinoamericana que tenga una voz tan fuerte que retumbe.

La defensa de la bioversidad como instrumento esencial para la supervivencia ocupó fragmentos fundamentales. Lograr que nuestros bosques, océanos y ríos no terminen siendo historias de posibilidades arrasadas por la irracionalidad que contamina. Que un mundo que vomita muerte no siga cambiando cadáveres vegetales por millones de dólares.

Es la defensa de la vida la razón de ser de un proyecto presidencial, que todavía tendrá que seguir apartando osamentas, que quedaron como testigos de las noches negras de la muerte. Seres decapitados cuando el giro de los acontecimientos se abrazó con el atropello. El combate al corrupto será una de sus principales medidas. Aseguró que nadie será intocable, que acabará la impunidad.  Ese cáncer insaciable debe ser vencido cuando se aprenda que la probidad es el camino para sanar instituciones enfermas. Para ello se requiere de un ejemplo presidencial que marque el ejemplo.

En la mazorca desgranada de los siglos, en las manos del glorioso pueblo, la oportunidad de un destino mejor. El presidente Gustavo Petro habló de una segunda oportunidad, esa oportunidad tendrá que luchar muchísimo para no convertirse en una nueva frustración, son tantos los ejemplos de buenas intenciones que terminaron acribilladas. Colombia espera que esas palabras florezcan en el jardín de todos. Que no sea mera retórica de ocasión, en el oportunismo propio de una elección.

Atravesará Gustavo Petro, un campo minado. La tentación y las traiciones esperan agazapadas para saltarle a la yugular. Llenarse del efluvio del pueblo es un camino. Respirar el oxígeno de la gente para saberse reconocer en los rostros húmedos. Que el peso del poder no haga retroceder el buen deseo.

Doscientos años después, la historia abre una página para que la escriba la dignidad. Que el abono de los muertos, como sacrificio de sangre, le abra el espacio para la paz. Sus hermanos venezolanos deseamos que Colombia encuentre su huella trascedente. Que podamos lograr apartar las diferencias, para que se encuentren sus pueblos, mucho más importantes: que gobiernos y posturas ideológicas.

Que hable la democracia sin exclusiones. Un futuro esplendoroso para todos. Colombia no aguantaría un nuevo fracaso, un golpe de esos la enviaría de nuevo a la mazmorra.

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@alecambero