Santos y su manipulación tramposa de los “falsos positivos”
Tuve el temple, la paciencia y la ecuanimidad para seguir hasta el final la exposición del expresidente Juan Manuel Santos, ante la “Comisión de la Verdad” que investiga la actuación del Ejército colombiano en la guerra civil o conflicto que durante 50 años desgarró al hermano país. Me sorprendió que más de la mitad de su Informe o testimonio como ministro de la Defensa del gobierno del expresidente, Álvaro Uribe, lo enfocara en el ominoso caso de los “falsos positivos”.
Y no es que no sea importante conocer los detalles, intríngulis y pormenores que generaron los asesinatos de un número indeterminado de personas que creo no alcanzaron a los 200 -y cuyos autores fueron denunciados, investigados, acusados y juzgados, y se les hizo objeto del repudio que merecían de la opinión pública neogranadina e internacional- sino que pienso que traerlos ahora a una suerte de reautopsia para que su horror vuelva a ser confrontado y condenado contiene el propósito nada simulado de poner en entredicho la actuación de las Fuerzas Armadas colombianas al final de la guerra. Y, sobre todo, para lanzar contra el expresidente Uribe acusaciones que jamás expuso Santos durante los cuatro años que estuvo en el ministerio y pudo evitar que los delitos se cometieran y convirtieran en el lastre de una guerra contra irregulares que es una de las pocas victoriosas en el continente.
De modo que, más que acusador de la institución, del gobierno y del Jefe de Estado bajo cuya administración se cometieron los crímenes de los “falsos positivos”, Santos también podría resultar acusado al menos “como cómplice”, pues dice en el Informe (cito de memoria) “que desde que llegué al ministerio empecé a oír rumores de que en el marco de la guerra se estaban acometiendo ejecuciones extrajudiciales y otras atrocidades que se podían atribuir a soldados, suboficiales y oficiales de la institución, pero no atendí, ni participé al presidente Uribe por falta de pruebas”.
Hecho que sí ocurre tres años después, cuando la guerra está prácticamente terminada y ganada y se habían sucedido éxitos como la “Operación Jaque” (liberación de 15 importantes secuestrados que tenían más de 5 años en la selva martirizados por la guerrilla -entre otros Ingrid Betancourt- y la “Operación Fénix”, donde muere el comandante de las Farc, Raúl Reyes, en un campamento que ocupaba en la frontera con Ecuador y son sucesivamente sacados fuera de combate otros Jefes como el “Mono Jojoy, Alonso Cano y el mismo Marulanda, que había caído de muerte de natural.
Y justamente en aquellos días, cuando Colombia estaba celebrando haber puesto fin a una pesadilla que había durado 50 años, aparece el ministro de la Defensa, “mariscal” Juan Manuel Santos, dándole curso a la denuncia del caso de “los falsos positivos”, convertido en un campeón de la Defensa de los Derechos Humanos, y llevando a cabo una actividad febril para redactar informes, elaborar instructivos, nombrar comisiones y reunirse con organismos nacionales e internaciones para que “nunca más” volvieran a sucederse crímenes como los “falsos positivos”.
Y me pregunto yo: ¿y cómo iban a sucederse si la guerra ya estaba prácticamente terminada, las Farc y otros grupos guerrilleros derrotados y lo que cabía era prepararse para unas nuevas elecciones presidenciales e invitar a las Farc y demás grupos a un “Acuerdo de Paz” donde admitieran su derrota y las partes establecieran una política para castigar a los culpables de “Crímenes de Lesa Humanidad” y los que habían sido simplemente “guerrilleros” se incorporaran sin culpas a la vida civil?.
Pero en su “Informe” o testimonio ante la “Comisión de la Verdad”, el “mariscal” Santos se revela ajeno a estas minucias y pasa a lanzar una crítica o denuncia contra la concepción uribista de la guerra, a la que juzga equivocada e inhumana y contrapone a la suya, a la santista, que define como correcta y legal y es la responsable de que la guerra civil colombiana “se haya humanizado”.
Dice entre otras perlas: “Que Uribe era partidario en la guerra de la llamada “Doctrina Vietnam”, según la cual, lo más importante en los combates eran las bajas, las bajas y más bajas. Y después podían darse las cifras de las capturas y las desmovilizaciones”.
Dice también el “mariscal”: “Yo creo que la equivocación fundamental de Uribe era que buscaba la derrota de las Farc total y absolutamente, cuando debían implementarse políticas de acercamientos, de diálogos, que las obligaran a negociar, pero debilitadas, que es lo que se ha logrado”.
Y continúa atacando a Uribe porque se negaba a reconocer que en Colombia se sucedía “una guerra o conflicto entre el Estado y grupos de irregulares que debían ser tratados según las Leyes y Códigos del Derecho Internacional y prefería hablar de una confrontación entre la democracia y bandas de narcotraficantes que atentaban contra la Constitucionalidad, justamente para saltarse responsabilidades legales que eran, en último término, la causa real de los “falsos positivos”.
Por último, deja entrever que Uribe no era propenso a recibir críticas de los hechos concretos que se sucedían en los campamentos ni en las operaciones militares, aunque admite que él mismo nunca hizo ninguna ni discutió con el presidente sus discrepancias en lo que podríamos llamar su “filosofía de guerra”.
Y a este respecto, si podríamos admitir que dijo la verdad, porque Santos solo fue funcionario en el segundo período del gobierno de Uribe, y en lo que toca a sus relaciones anteriores con el presidente, solo vino a conocerlo pocos meses antes de la campaña para la reeleción del 2006, cuando fundó, junto con Oscar Iván Zuloaga, un partido o movimiento para apoyar al candidato: “El Partido de la U”.
En otras palabras que, un recién llegado, recién venido o arribista, absolutamente irrelevante para cualquier administración que se propusiera tomar el toro por los cachos de una guerra que duraba ya medio siglo y cuyos jefes se habían burlado de la buena fe del expresidente Andrés Pastrana en las interrumpidas y fracasadas negociaciones del Caguán y se daba ya como a las puertas del palacio de Nariño, por lo que, el nuevo gobierno necesitaba funcionarios probados, dispuestos a darlo todo por Colombia y no de un burócrata como Santos que había sido ministro en dos gobiernos anteriores, los de los expresidente, Gaviria y Pastrana, sin dejar huella alguna.
“¿Cómo entonces” le preguntó la periodista, Vicky Dávila, de la revista “Semana”, al expresidente Uribe hace tres noches en una entrevista donde le pidió su opinión sobre “la confesión” de Santos. “¿Cómo entonces lo nominó ministro del despacho más importante de su gobierno, ministro de la Defensa ?·
“Yo no sé”, respondió el expresidente preocupado y triste, mirando, no a la cámara ni a Vicky sino al vacío o quizá al destino que a veces nos reserva tan malas pasadas. “Yo no sé. Mi padre decía que nosotros los Uribe éramos locos, y que debíamos fundar un manicomio. Yo pienso ahora que lo que debemos fundar es un bobicomio”.
Pero “manicomio” o “bobicomio”, yo le recomendaría al expresidente Uribe que debe cuidarse de este arribista, resentido, envidioso, rencoroso y en toda su trama ajustado a la definición de la banalidad del mal, que ahora, engreído por que convirtió a los perdedores de la guerra en los herederos del poder en Colombia, se colocará tras del presidente Petro para convencerlo que debe llevar a la cárcel a Uribe, a hacerle pagar el precio de haber derrotado a las Farc y demostrado que en un sistema democrático cuando se cuenta con un liderazgo que no retrocede ni siquiera cometiendo el error de darle un ministerio a mequetrefe como Santos, puede levantarse y volver al poder.
Para esta tarea no hay que contar sino con los Juan Manuel Santos, una síntesis de todos los traidores que nos ha dejado la historia, pero que no se preocupa en simularlo ni enmascararlo sino en revelarse tal como es.
Vean la comparecencia de Santos en la “Comisión de la Verdad” para convencerse.