Lecciones democráticas
En la era de oro de la democracia venezolana, en esos 40 años de vida republicana que fue interrumpida por felonías cuartelarias y traicioneras, la continuidad administrativa fue una lección que debe ser un espejo para mirar ese ejemplo de sana continuidad administrativa.
Mas allá de las diferencias ideológicas y conflictos propios de las refriegas partidistas, se imponía el sentido de responsabilidad con el país que se pretendía liderar y gobernar. Por eso han quedado para la posteridad extraordinarias obras que fueron fruto de la secuencia de las mismas, no permitiendo que proyectos iniciados por un determinado presidente cediera al sectarismo y a la ceguera política.
Lo antes dicho está más que demostrado en la culminación de extraordinarios designios que le dan lustre a ese pasado en el que privaba el sentido patriótico conque asumían sus magistraturas, los venezolanos que se alternaban en el ejercicio del poder público en Venezuela.
Una de esas obras fue la represa del Gurí. El embalse que tiene su origen en el río Caroní. Ese proyecto tiene su punto de partida con el Plan de Electrificación Nacional de 1947, diseñado cuando Rómulo Betancourt era presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno y se terminó de planear durante el gobierno de Rómulo Gallegos. Las obras arrancaron en 1963, siendo responsable de su ejecución la empresa (Eelca) Electrificación del Caroní filial de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG).
La primera central eléctrica, con diez unidades de generación y una capacidad total instalada de 2065 MW, empezó a funcionar comercialmente en 1978, siendo presidente Carlos Andrés Pérez. En 1985, con Jaime Lusinchi al frente de la presidencia, se construyó una segunda casa de máquinas para alojar otras diez unidades de generación de 730 MW cada una. La central suministra al mercado eléctrico venezolano en promedio 45 000 GWh de energía. Lo cierto es que otros jefes de estados como Luis Herrera Campins y Rafael Caldera, también le dieron vida a ese gran proyecto.
La historia del Metro de Caracas abarca a casi 8 décadas. Fue en 1947 cuando se comenta sobre un proyecto de transporte rápido masivo para la ciudad capital. Luego, entre los años 1965 y 1967 se retomaron esas ideas con el convencimiento de que el problema de transporte en la ciudad no podía ser resuelto sin la incorporación de un nuevo sistema de transporte masivo. En 1968 con Raúl Leoni como presidente, se comenzó a elaborar el proyecto del Metro de Caracas, iniciándose los planes para la construcción de la línea 1 (Catia ↔️ Petare). En diciembre del mismo año se promulgó el decreto de expropiaciones de los inmuebles afectados por la construcción del tramo Catia ↔️ El Silencio. Las actividades del proyecto abarcaron todo el año de 1969 y los primeros seis meses de 1970. [3] Durante 1972 y 1973 se avanzó en el anteproyecto de la primera línea, abriéndose a finales de 1973, la licitación internacional para las obras civiles de la estación Agua Salud. Ejercía como presidente Rafael Caldera.
Pero es con el presidente Carlos Andrés Pérez cuando La Oficina de Proyectos y Obras del Metro de Caracas inició sus actividades en 1976 con la licitación pública internacional de los equipos para la línea Propatria-Palo Verde y el 8 de agosto, es Carlos Andrés Pérez quien funda la Compañía Anónima Metro de Caracas. La continuidad de esa extraordinaria obra contó con el respaldo de los siguientes presidentes Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi.
Otra gran obra fue el teatro Teresa Carreño. La construcción del complejo cultural se inició en 1973 durante la presidencia de Rafael Caldera y oficialmente culminó en 1983, durante el gobierno de Luis Herrera Campins. Su costo total se estima en 540 millones de bolívares de la época. El teatro fue inaugurado en dos fases, primero la sala José Félix Ribas, en febrero de 1976, siendo presidente Carlos Andrés Pérez y luego la sala Ríos Reyna y el resto del complejo, el 19 de abril de 1983, con Luis Herrera Campins al frente del ejecutivo nacional.