Integración y fragmentación
Si los factores políticos, económicos y sociales que al menos alegan que haya un cambio efectivo en la realidad nacional, andan cada cual por su lado, más interesados en sus aspiraciones particulares, que en un compromiso por el cambio general, es decir nacional, entonces se beneficia el continuismo del presente: la hegemonía despótica y depredadora.
Pongo un ejemplo de lo contrario: acaso la razón principal para la consolidación fructífera de la República Civil fue el compromiso por la democracia del conjunto de instancias sociales, económicas y políticas. ¿Ello significaba la renuncia a sus aspiraciones sectoriales, muchas veces en contradicción? No. Ello significaba la integración en un mensaje, una actitud y un proceder común: la defensa de la democracia para establecer una República Civil.
Ésta se comenzó a erosionar, entre otros motivos, porque esos factores relegaron el compromiso básico, y privilegiaron sus propios intereses. La Venezuela archipiélago, como la llamara, en su momento Rafael Caldera.
La hegemonía destruye al país, aplastando la autonomía de los ámbitos intermedios de la sociedad. Si éstos se ocupan más de sus necesidades específicas, y no las conectan o integran en una fuerza nacional para el cambio efectivo, es difícil que se logre un cambio verdadero. Por lo demás no faltan los que se disfrazan de oposición para disimular sus entretelas con la hegemonía. Pero eso es harina de otro costal.
Ahora que se vuelve a hablar de transiciones de regímenes, hacia el horizonte democrático, espero que el ejemplo de integración que nos refiere la historia, ayude a superar la fragmentación que debilita la posibilidad de reconstruir a Venezuela.