El peor de los males
Una vez que se les permitió a los militares salir de los cuarteles, cantinas y campamentos donde estaban a buen resguardo, ya no pudo seguir el Estado venezolano controlando sus movimientos. Salieron de sus espacios naturales para no querer volver.
Tenemos que admitir que son varios los responsables de este desajuste institucional. Uno fue el segundo gobierno del ex presidente Rafael Caldera, quien autorizó por decreto el sobreseimiento al teniente coronel Hugo Chávez por la causa que implicó haber atentado contra la seguridad de la nación y la sociedad, responsabilizado públicamente del frustrado golpe de Estado, con cientos de asesinados, mutilados, heridos y desaparecidos.
Otros aparecieron aupando al tristemente llamado ‘Tribilínde Sabaneta’, tanto en los firmantes del Manifiesto que da la bienvenida a Fidel Castro en la toma de posesión del ex presidente Carlos Andrés Pérez; como quienes se manifestaron en grupos de opinión (Los Notables, Las Viudas o Profetas del Desastre), desfilando por las calles de Caracas pidiendo la participación de los militares en la escena política venezolana.
No fue la sociedad civil ni mucho menos la población menos favorecida que pidió a los militares que ‘salvaran la República’. Eso puede demostrarse en documentos históricos públicos y con algunos de sus protagonistas que aún viven.
El militarismo de los últimos 25 años se instala en el poder de la mano de intelectuales, académicos, empresarios, industriales, profesionales de los medios de comunicación, religiosos, artistas, banqueros, comerciantes y, obviamente, la casta militar del generalato. Toda una conspiración que insistió en su idea golpista cerca de una docena de veces.
Curiosamente estos fueron alentados por los aires de una revolución populista que, al día de hoy, resulta de un evidente engaño y traición a los postulados y mensajes que en su momento ofrecieron. Lo curioso de ello es apreciar la fusión de esa mentalidad militarista-caudillista con lo más reaccionario del pensamiento de izquierda venezolano. El resultado es la vida de mentalidad marginal donde ha desembocado semejante fenómeno socio-político.
Por ello sé que devolver a los militares y superar la mentalidad militarista, será el mayor esfuerzo que habrá que ejecutar para instalarnos en la modernidad de una sociedad cívica y civilizada. Dolorosamente la de hoy es una decadente sociedad cargada de primitivismo, supersticiosa, enferma física y psicológicamente, que sobrevive alrededor de un régimen militarista, totalitario y populista.
En estas condiciones es imposible (léase bien) ¡imposible! considerar que Venezuela podrá salir de semejante prisión. Ya lo afirmó el profesor Amartya Sen (Premio Nobel de Economía, 1998): “Los militares en funciones de Estado son un atraso para cualquier sociedad”. Y lo que está detrás, delante y por todas partes en la estructura del Estado venezolano, son los militares.
Esta es la piedra angular que impide todo desarrollo real de la sociedad, el Estado y sus instituciones. La razón de ello se centra en la naturaleza misma del ser militarista: obediencia a la jerarquía que en su accionar corrompe la naturaleza cívica y deviene arbitrariedad, autoritarismo y uso cotidiano de la fuerza física que sustituye todo argumento lógico. Un militar no razona órdenes, las ejecuta. Contrario a la naturaleza del civil (cívico), quien puede aceptar o contradecir una orden, después de razonar. Además, todo militar pertenece a estructuras jerárquicas cerradas, especie de logias, y, en primer lugar, se debe a ellas.
Pero también hay que aclarar que la mentalidad militarista-caudillista no solo está instalada en los uniformados. Los hay por miles, en el cuerpo mismo del liderazgo civil, disfrazados de políticos populistas que engañan, pervierten y corrompen la mentalidad del grueso de la población. Es una mentalidad que parte del centro mismo del hogar, en familias acostumbradas al autoritarismo y la arbitrariedad de padres castigadores y madres sumisas; todos cautivos de una realidad ancestral de sobrevivencia en la precariedad que solo puede superarse, bien por la atención psicológica, y por procesos educativos-pedagógicos significativos y transformadores.
Mientras los militares y la mentalidad militarista continúen operando libremente en el escenario político e institucional venezolano, será imposible lograr cambio alguno que permita acceder a una sociedad democrática y civilizada.
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