Renunció Boris Johnson, el gran superviviente que murió por las «mil cuchilladas»
Londres, 7 jul (EFE) / Enrique Rubio.- Un lugar común de la política británica mantiene desde hace meses que el primer ministro Boris Johnson solo sucumbiría «por mil cortes», en alusión a que su agonía sería larga y dolorosa: la caída del polémico líder conservador ha refrendado esos augurios.
Al prestidigitador «tory», el hombre elegido con una abrumadora mayoría en 2019 para pilotar la salida británica de la Unión Europea, se le agotaron los trucos de la chistera.
El golpe de gracia se lo dieron este martes dos de sus principales ministros, el de Economía, Rishi Sunak, y Sanidad, Sajid Javid, pero Johnson venía desangrándose desde hace mucho, sostenido solo por su enorme popularidad entre parte del electorado.
Nunca tuvo intención de soltar el poder hasta que se vio como el violinista del Titanic. La imagen cariacontecida de Johnson compareciendo el miércoles en una comisión parlamentaria mientras buena parte de su gabinete anunciaba que le retiraba su confianza es un epílogo triste pero previsible para un controvertido mandato.
Solo horas antes había proclamado ante la Cámara de los Comunes (Baja) que debía continuar al frente en un momento de múltiples desafíos para su país.
El detonante último fueron (de nuevo) las falsedades que difundió Downing Street sobre el conocimiento que tenía Johnson acerca de las quejas contra su responsable de disciplina parlamentaria, Chris Pincher, por acoso sexual.
El «premier» se vio obligado a reconocer que conocía el turbio pasado de su colaborador y a pedir perdón por haberle ofrecido el cargo, después de que durante días su oficina hubiese tratado de desmentirlo.
Johnson se había acostumbrado a vivir arrimado al abismo. Hace solo un mes sobrevivió a una moción de censura interna de sus propios diputados, pero más del 40 % de ellos votaron por retirarle la confianza.
Parecía entonces haber recibido un balón de oxígeno que le permitiría al menos sobrevivir hasta el otoño. Sin embargo, bastó un chispazo postrero, el escándalo del diputado Pincher, para hacer estallar su mandato.
Las fiestas que cavaron su tumba
Pese a que su figura siempre estuvo rodeada por la controversia, sus niveles de aprobación entre los votantes «tories» y su arrolladora victoria en las elecciones generales de 2019 le permitieron navegar con relativa tranquilidad a través de la pandemia.
El 30 de noviembre de 2021, el tabloide «Daily Mirror» abrió la caja de Pandora para Johnson, que nunca se llegó a cerrar. Fue entonces cuando se revelaron los primeros detalles acerca de las fiestas que se celebraron en Downing Street en flagrante violación de las reglas anticovid.
La insistencia del «premier» por negar que esas celebraciones hubiesen tenido lugar, primero, y después por sostener que desconocía que hubiesen quebrado las normas, pese a que él mismo participó en algunas, dejaron a Johnson herido de muerte.
Ni siquiera el hecho de haberse convertido en abril en el primer jefe del Gobierno británico en ser multado por violar la ley modificó la hoja de ruta de un líder empeñado en dejar una impronta similar a la del icono «tory», Margaret Thatcher.
A cada revelación sobre una fiesta, a cada foto publicada de él con una copa, a cada informe devastador, la soga se estrechaba en torno a su cuello. Pero él nunca cedió. La prensa británica comenzó a calificarlo entonces como el «cochinillo aceitado», por su capacidad de escapar siempre que parecía acabado. Hasta hoy.
El hombre del «Bexit»
Johnson alcanzó el poder por primera vez el 24 de julio de 2019, tras imponerse en unas elecciones primarias dentro del Partido Conservador para sustituir a su antecesora, Theresa May, víctima expiatoria del Brexit.
Precisamente fue la salida de la UE lo que llevó a Johnson a alcanzar una histórica mayoría absoluta en las elecciones de diciembre de 2019, en la que cimentó una nueva mayoría conservadora en los antiguos bastiones laboristas del «Muro rojo».
Bajo el eslogan «Acabemos el Brexit», Johnson se impuso tras haber cerrado un acuerdo con Bruselas que incluía un protocolo sobre Irlanda del Norte que no tendría después reparo en incumplir.
Llegó entonces la covid-19, y con ella se fueron al traste sus planes para reequilibrar los territorios del Reino Unido (con especial énfasis en el norte de Inglaterra) y refundar el movimiento conservador.
El propio Johnson reconoció que se equivocó en su gestión inicial, cuando postergó el confinamiento apostando por la inmunidad colectiva, y restó importancia al virus, por el que él mismo fue ingresado en abril de 2020.
Pero la rápida campaña de vacunación emprendida por su Gobierno, al conseguir que la inyección de Oxford-AstraZeneca fuese la primera en ser autorizada, le otorgó un importante capital político que fue perdiendo paulatinamente.
De periodista a alcalde
Nacido el 19 de julio de 1964 en Nueva York pero criado sobre todo en Inglaterra, Alexander Boris de Pfeffel Johnson tiene raíces aristocráticas y se educó en el elitista colegio de Eton antes de licenciarse en la universidad de Oxford.
Más conocido como Boris, a secas, en 1987, gracias a contactos familiares, entró en prácticas en el diario «The Times», de donde fue despedido por falsificar una cita, y fue columnista del «Telegraph» y director entre 1999 y 2005 de la revista conservadora «The Spectator», donde suscitó críticas por indisciplina laboral y comentarios racistas, clasistas y sexistas.
En 2001 ganó un escaño en los Comunes, aupado por su fama como presentador ocasional de un programa televisivo, y entre 2008 y 2016 fue alcalde de Londres, donde su carisma y estilo estrafalario le granjeó el apoyo de una ciudad que siempre había votado por los laboristas.
Tras abanderar la campaña por la salida de la UE en el referéndum de 2016, fue nombrado por May ministro de Exteriores, cargo del que dimitió en julio de 2018 por discrepancias con su jefa sobre el Brexit.
Casado con la exdirectora de comunicación de los conservadores Carrie Symonds, 24 años menor que él, tiene siete hijos conocidos. EFE