Petro, la «izquierda cobarde», y las versiones de Maduro I y II
Como se esperaba ganaron Gustavo Petro y Francia Márquez. Colombia, esa hermana nación que lleva el nombre que concibieron Miranda y el Bolívar liberal de Angostura, se merecía una oportunidad de iniciar un cambio profundo, verdadero, luego de 200 años de una hegemonía oligárquica que convirtió a Colombia en un país de desigualdad, racismo, masacres, corrupción y narcotráfico.
Por primera vez, según se repetía la noche electoral en los medios de comunicación, Colombia tendrá un gobierno popular.
Pero con Petro ganó ésa que el presidente Maduro injustamente llamó la “izquierda cobarde”.
No sé si es cobarde, tal vez porque es más reformista que revolucionaria, más cauta que irresponsable, más eficaz que retórica… pero exitosa es.
Yo incluyo en ella a Lula y el PT, a Kirchner y a Alberto Fernández y el nuevo peronismo, a Tabaré y Pepe Mujica y el Frente Amplio uruguayo, Evo y Arce inclusive y el MAS, Lagos y Bachelet y ahora Boric y toda la izquierda chilena, también a Correa y Araúz, y a AMLO y Morena, esa izquierda que escogió, repito, el sendero progresivo de las reformas y no el tortuoso y falso de revoluciones que no lo son, sino más bien regresiones.
No es la izquierda dizque valiente pero autoritaria y/o estatista y siempre fracasada del comunismo cubano, de Ortega en Nicaragua, y de Chávez y el primer gobierno de Maduro… y la distinción vale pues del segundo gobierno de Maduro, que si a ver vemos está revirtiendo (aunque tímidamente aún) los graves errores del legado de Chávez, aunque eso está por verse.
Ojalá, digo yo, que las ejecutorias de un gobierno de izquierda pero moderno, democrático de veras, en lo representativo tanto como en lo participativo, y no estatista ni extrativista, en Colombia, influyan sobre el Psuv como una brisa de primavera.
El presidente Petro tiene ahora la responsabilidad de actuar con prudencia. La prudencia es en política muchas veces la mayor valentía. En un país con una oligarquía peligrosa y con los EEUU adentro, cuidado y dejarse arrastrar por los extremistas de izquierda, y reeditar la dolorosa tragedia de Allende.
El Pacto Histórico en Colombia tiene la responsabilidad de llevar adelante un cambio viable y en paz, en el contexto de una sociedad compleja y complicada, para lo que, a mi modo de ver, habrá de:
• Respetar escrupulosamente la Constitución y la democracia representativa; construir el Acuerdo Nacional como lo ha prometido: incluyendo a la oposición; y abrir espacios progresivos de participación ciudadana, que la Colombia revuelta en las calles reclama.
• Resguardar y desarrollar los DDHH, tan pisoteados en la hermana república: un gobierno para la vida, como lo ha llamado Petro.
• Cuidar el desarrollo de las fuerzas productivas en un país que sí, ha crecido, pero con enormes desigualdades; mantener siempre atajada la inflación, que es el más peligroso y dañino cáncer económico que devora la capacidad de creación de riqueza y destruye los salarios y las pensiones de los más pobres; y, como harto sabemos, internalizar en lo más hondo de su conciencia que si no se crea riqueza, y riqueza es conocimiento e iniciativa privada, no se puede redistribuir, como dijo Petro explícitamente en su primer discurso como presidente electo: eso sería populismo puro. Lo dijo Petro, ante la mentira infame de que va a reeditar el expropiacionismo de Chavez: “Voy a desarrollar el capitalismo”. Entiendo que los nombres de futuros ministros, incluyendo el de Hacienda, que Petro ha anunciado han sido recibidos con muy positivo espíritu por las fuerzas económicas privadas de ese país.
• Y tornar a unas relaciones proactivas con Venezuela, esperando que Venezuela, el gobierno de Maduro, responda con misma actitud, por ejemplo: regresando ya a la Comunidad Andina, de la que sólo una malhadada e irresponsable decisión de Chávez nos sacó y de la que nunca debimos haber salido. Y que vuelva a la vida económica, comercial y cultural la larga frontera entre nuestras dos naciones.
En Colombia renacen el sueño asesinado de Gaitán y la esperanza asesinada de Galán, que es la misma aspiración de cambio: pactado, pacífico, constitucional, democrático, electoral, y soberano, que también tenemos los venezolanos.