La prisión ideológica de la izquierda latinoamericana en el poder
A la tercera va la vencida pensó Gustavo Petro sobre el triunfo de la coalición Pacto Histórico en las recientes elecciones presidenciales colombianas. Con este resultado se disparan las incógnitas en torno a si presenciaremos el “deja vu” en el ejercicio del poder que han tenido los colegas de Petro en el Foro de Sao Paulo.
Estos han abordado el mando entre las bambalinas de la redención para luego hundirse en el fango de la ineficiencia y la corrupción en América Latina.
Más allá de su singular historia descrita en el libro de Holman Morris, Una Vida, Muchas Vidas, la clave del mandato de Petro estribará en su capacidad de superar los manuales, los mitos, los prejuicios de una denominada izquierda, que ha llevado al fracaso a sus gestiones presidenciales en varios países de la región, defraudando así las esperanzas de progreso ofrecidas y luego olvidadas.
En el caso de Colombia se refleja una gran participación y al mismo tiempo una población dividida y polarizada.
Entre los cursillos de adiestramiento les adoctrinaron un recetario de dogmas dirigidos al resentimiento antimperialista, al desconocimiento de la democracia burguesa, la expropiación del capital privado, la lucha de clases como fogueo del proletariado contra su enemigo natural la burguesía, su amor infinito a la madre patria soviética y china, y el objetivo ideal de permanencia indefinida en el poder por ser la clase revolucionaria, la destinada a gobernar. Ese era el Socialismo Real hasta que la URSS felizmente desapareció en 1991.
Tras la caída estrepitosa del tenebroso orden soviético la dictadura castrista heredó el testigo de difusión del mensaje en las Américas, cuyo destino han sido las formaciones políticas en el continente, ahora en base a un discurso amortizado y con nostalgia incondicional a regímenes que convirtieron a países en sociedades en ruinas
Ahora bien, en esa fauna ideológica que se agrupa en torno al Foro de Sao Paulo y el grupo de Puebla se identifican dos vertientes. Una que acepta la alternabilidad en el mando con diferentes matices, como se ha observado en Chile, Brasil, Uruguay, Argentina, Ecuador, Paraguay, Perú. Otra que identifica a rabiosas dictaduras como Cuba, Nicaragua y Venezuela. Entre tanto está por verse el caso de México, Honduras y Bolivia y el desenlace de sus gestiones en próximas elecciones.
En las primeras de cambio veremos cuál será el curso en Colombia, si apunta a la alternabilidad y al consenso se observará el respeto a la autonomía de los poderes públicos, o si por el contrario asume el modelo castrista presenciaremos la tragedia que vive el pueblo venezolano, nicaragüense y cubano, quienes sufren el secuestro de los poderes públicos por dictaduras criminales. Representadas por mandatarios que en nombre de su fidelidad ideológica y de su ambición de poder, entregan la soberanía nacional de cada uno de sus países a Rusia, China, Irán en función de un nuevo orden mundial del terror y la miseria.
En definitiva a 200 años de haberse logrado la independencia de América Latina del imperio español, el destino de nuestros pueblos no debe circunscribirse solo a la devaluada dicotomía entre modelos de izquierda o de derecha.
Por el contrario nuestro continente requiere de proyectos que consagren la alianza entre el capital privado y el trabajo, como fuerzas fundamentales en el desarrollo económico y en el bienestar social, que permitan insertarse en el mercado global, a partir de acuerdos económicos de integración regional con mayor capacidad de negociación ante la UE, América del Norte, Asia.
Estas metas requieren de instituciones democráticas sólidas, de autonomía de los poderes públicos, de alternabilidad en el mando y del ejercicio de soberanía plena de nuestras naciones, con gestiones presidenciales orientadas al logro de vida digna para sus ciudadanos.
Movimiento Laborista