Embustes políticos
En el ámbito político se ha puesto de moda la palabra posverdad. Quizá se inventó para evitar llamar embusteros a quienes enredan los hechos, tergiversándolos con mala intención para confundir y sacar algún provecho.
Tildar a un dirigente político, a un opinador o a un seudocientífico de cultor de la posverdad suena casi elegante y, desde luego, menos rudo que llamarlo mentiroso, tracalero, patrañero, embustero y otros epítetos. En el ámbito internacional, Trump y Putin son los grandes embusteros de los últimos tiempos. Trump por intentar desconocer la elección donde fue derrotado y Putin por aseverar que no invadiría Ucrania.
En la política vernácula, acusar de embustero a Maduro o a uno de sus palafreneros es redundante; lo son por la naturaleza neototalitaria del régimen y bastantes páginas les hemos dedicado. Desafortunadamente, también hay embusteros en el ámbito opositor. Quizá no sea políticamente correcto mencionarlos, pero no puede ocultarse su existencia porque causan mucho daño a la democracia.
El embuste más generalizado es tildar de colaboracionista y de falsa oposición a quienes se quieren desprestigiar. Es una descalificación que ha influido en la pérdida de confianza de los ciudadanos a parte de su dirigencia. Los imitadores de Cicerón arremeten con sus “catilinarias” como si tuviesen un colaboracionómetro. Consideran colaboracionistas tanto a Ramos Allup, Capriles, Leopoldo y Rosales, como a los alacranes Bernabé Gutiérrez, Luis Parra, Timoteo, Claudio o Luis Eduardo (Burrito) Martínez.
Sin duda, Ramos, Capriles, Leopoldo y Rosales han cometido errores, a veces han sido inconsistentes en sus planteamientos y pretenden ser los únicos con derecho a tomar decisiones, marginando a otros dirigentes. Además, pareciera que no se percatan del grado de aceptación y de rechazo que indican las encuestas. Sin embargo, tildarlos de colaboracionistas es una calumnia. Unos más, otros menos, han luchado todos estos años contra el régimen de Chávez-Maduro.
Otro embuste que ha hecho mucho daño es descalificar a Juan Guaidó, nuestro presidente interino, por incumplir con el mandato de sacar a Maduro que le dio el pueblo en las dos Consultas realizadas.
Cuando se da un mandato hay que proporcionar los medios para que se pueda cumplir. Ese mandato que le dimos es como si le hubiésemos encargado que nos comprara una casa y no le dimos el dinero o el poder para adquirirla. Guaidó ha tenido titubeos y ha pecado por inacción.
Desconocemos si por falta de carácter o porque quienes lo eligieron lo tienen atado. Sigue teniendo respaldo internacional, a pesar de algunos debilitamientos por el tiempo transcurrido y cambios de gobiernos en la región. Por ahora, es nuestra mejor carta. Algunos han llegado al colmo de mentir afirmando que las recientes agresiones de que fue objeto por fanáticos chavistas fueron promovidas por él para elevar su popularidad, sin duda deteriorada. Extraña que, hasta el día de escribir este artículo, no haya habido declaraciones de solidaridad de los partidos.
Un tercer embuste es afirmar rotundamente que nunca podremos ganar una elección. Hemos ganado, aunque no hemos cobrado por los atropellos del régimen, pero también por no prepararnos para cobrar. Seguir predicando que no debemos votar es una necedad. Aun con las trampas y ventajismo del régimen hay que acudir a las urnas. Es una de las vías para movilizar a la gente. Votar no es suficiente si no acudimos organizados para contar con los testigos, tener un buen candidato y estar dispuestos a reclamar el triunfo en las calles.
Es un embuste seguir sosteniendo la posibilidad de una intervención militar desde el exterior con venezolanos en el exilio. Los cientos de compatriotas militares retirados que están en el exterior no cuentan con los recursos necesarios para vencer a la Fuerza Armada. También es embuste considerar factible la intervención de una fuerza militar extranjera de acuerdo al tratado internacional de responsabilidad de proteger. Ningún gobierno ha estado dispuesto a inmiscuirse por las armas en nuestro país. La tarea a realizar por nuestros oficiales retirados es convencer a sus compañeros activos de que, por el bien del país e incluso por el de ellos mismos, es conveniente que le quiten el apoyo a Maduro. Del lado de los gobiernos amigos, lo procedente es solicitarles que intensifiquen las sanciones, sobre todo las personales, para presionar por la realización de elecciones libres.
Es un embuste predicar que son colaboracionistas los que apuestan a la negociación política con el régimen. Si no hay mayor presión interna y externa es muy poco probable llegar a un acuerdo favorable a la democracia, pero hay que intentarlo. También es un embuste afirmar que la economía se está recuperando.
Gustavo Duque, alcalde de Chacao, dijo un embuste al acusar a los jóvenes de pintar grafitis sobre el mural de Ravelo. Además, fue colaboracionista al entregar a los muchachos a la policía política del régimen.
Desde luego que algunos no dicen embustes sino que actúan de buena fe. Esto es explicable en ciudadanos no formados en la política, en quienes no están informados o que tienen otro modo de pensar. A ellos les pido excusas. Lo que es difícil de entender es a los que están curtidos en la política y conscientemente marcan indebida distancia, atacando por igual al régimen y a otros dirigentes de la oposición. Ojalá no sea que polarizan por interés político.
Como (había) en botica: Los jóvenes Argelia Robaina, Carlos Maneiro, Luis Martínez y Jholbert Godoy, pintores de unos grafitis en un muro de la avenida Libertador fueron imputados, sin presencia de su abogada Ana Leonor Acosta, por “instigación al odio, asociación para delinquir y obstaculización de la vía pública”. Después de varias horas detenidos fueron puestos en libertad con medida cautelar. ¡Voy por ti!, exclamó el siquiatra cuyo resentimiento no tiene límites, en contra de un conocido banquero por quien no pongo las manos en el fuego ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!