Caballitos de san Juan
La tradición bolivarense indica que la celebración de la fiesta de las ‘correrías’ o popularmente conocidas como Los Caballitos de san Juan inició con la visita del dictador Juan Vicente Gómez a la Angostura del Orinoco, llamada luego, Ciudad Bolívar, a principios del siglo XX.
Siendo un gran amante de los caballos el general fue honrado en el día de su santo con un desfile de caballos mientras los niños le presentaban unos muñecos en forma de caballos, hechos con palos de escoba, pedazos de tela y amarres de cuero. Asombrado el mandatario, obsequió monedas de plata a quienes le honraban, quedando así establecida una festividad que con los años fue tomando auge y contando con la participación de todo un pueblo.
Pero esta actividad en honor al dictador se fusionó con la establecida por la iglesia católica para celebrar el nacimiento de una de sus más destacadas figuras, el Bautista, primo del maestro Jesús. Indica la tradición que, para celebrar su nacimiento, el padre de Juan, Zacarías, esposo de Isabel, prima de María, madre del Mesías, hizo quemar una hoguera para avisar a todos, el nacimiento del hijo.
Sea esto verdad o no, lo que parece cierto es la similitud de este hecho con la festividad agraria de gran parte de las culturas mediorientales y de Europa, comenzando por la celta con el culto a Litha y su fiesta de inicio del solsticio de verano y para bendecir al sol en el día más largo del año. Siendo a su vez, la noche más corta del año, en esos días el ciclo natural se prepara para entrar en un largo tiempo donde el sol paulatinamente se va ‘apagando’ hasta, luego de seis meses, entrar en un nuevo ciclo donde la luz vuelve a ascender. Coincide ello, en la tradición cristiana, con el nacimiento del llamado maestro Jesús, ‘hijo del sol’.
Por ello, en los tiempos de finales de junio, en gran parte de las culturas de la humanidad, desde la antigüedad, se realizan actividades para que la luz solar no decaiga y siga alimentando la tierra. Son rituales, aquelarres, encuentros esotéricos y demás actos mágicos donde el fuego y el agua, preferiblemente, son parte esencial de ese tiempo. Elementos de la naturaleza que purifican, sanan y permiten la transmigración de cuerpos y almas.
En el pasado se realizaban rituales mágicos alrededor de inmensas hogueras, en bosques y cuevas. Hoy continúan esas llamas, generalmente frente al mar. Unos saltan siete veces sobre las llamas, otros se elevan nueve veces por sobre las olas, otros dejan caer una yema de huevo dentro de un vaso con agua salada para descubrir en sus formas los rostros de un escondido amor, mientras otros, recuerdan a Aglaonice, la sacerdotisa de las llanuras de Tesalia, quien tenía el poder de esconder la luna. Fue de las primeras mujeres en conocer de astronomía y enterarse de los ciclos lunares y sus eclipses. Reunía en los montes de Meteora a sus discípulas, e invocaban a Hécate y sus misterios. Fueron ellas las reinas de los aquelarres, salían a la medianoche del 21 de junio, a los bosques para desenterrar la mandrágora. Después, en la tradición medieval, buscaban la ‘hierba de san Juan’ para alejar demonios y sanar enfermos.
Mientras junio (Juno) comienza su tiempo de descenso y el sol se prepara para invernar, los mortales alzamos el fuego de nuestras hogueras para calentarnos y alargar su tiempo. Curiosamente es el tiempo más caluroso del año y el ciclo donde la tierra entrega todos sus frutos para alimentarnos.
Descienden de los cielos los calores y bochornos del verano. Son también los ‘Caballucos del diablo’ que en Cantabria asustan y asombran, vienen de las montañas rodeados de llamas y azufre. O ‘Los Fuscos’ que cabalgan en las Canarias. Son estos ‘Caballitos de san Juan’ que se han fusionado con otras tradiciones y creencias y que tienen una marca propia. En todo caso, celebran y festejan la vida, sea para una divinidad que protege desde los oscuros tiempos, las siembras y cosechas, sea los nuevos dioses que se festejan en la tradición de religiones para compartir caramelos y golosinas, entre tertulias y encuentros frente a un mismo mar. Van los niños montados en sus caballitos por las calles y callejones de la ciudad, tocando puertas y ventanas, recogiendo la solidaridad de quienes sonrientes les saludan y obsequian.
La humanidad siempre encontrará un refugio en sus tradiciones para perpetuar sus creencias y tener un motivo para encontrarse y celebrar la vida.
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