Una nueva perestroika
Un lagarto prehistórico de instintos maniaco depresivos quiere demoler al planeta. Vladimir Putin no evolucionó hacia el mundo libre. Esta molécula totalitaria, resistió el derrumbe del comunismo, para creerse con la potestad de revivir al monstruo.
El deslave soviético le generó un profundo rencor que ancló en el fundamentalismo. Su enfermiza aprehensión a la civilidad, la resguardó celosamente, hasta que ascendió al trono del kremlin. Un temperamento gélido, como las estepas siberianas, comenzó a construir un traje a su medida. Sus adversarios políticos fueron puestos en prisión, aquellos menos favorecidos, recibieron su alta dosis de cianuro, para asegurarles el puesto en el cementerio, todo esto enmarcado en una práctica que buscaba reverdecer antiguos laureles.
El envenenamiento del opositor Alekséi Navalny, es el último de una larga lista de accidentes que comenzó hace cien años y no parece tener fin: los de aquellos que se atreven a cuestionar a Rusia y mueren en extrañas circunstancias.
Es el mismo sistema totalitario que mutó para adaptarse a los tiempos, la Rusia actual tiene el síndrome de su sombrío pasado. Una nación acostumbrada al sometimiento, es muy difícil que pueda aprender de la libertad, por ello estos pueblos regresan a sus raíces oscuras, es allí donde está su embrión.
La democracia les provoca un sentimiento infrecuente. Años de sentir una daga en el cuello, que cuando le dicen que la misma se desintegró, acarician la peregrina idea de su regreso. Como caso excepcional está el periodo de Mijaíl Gorbachov, en 1985 llega este al poder y comienza un periodo de profundas reformas que buscaban democratizar un país apresado. Fueron dos grandes proyectos políticos que lograron amplio respaldo mundial.
La perestroika se ocupaba de la reestructuración económica de la Unión Soviética, la glasnost se concentraba en liberalizar el sistema político. En esta se estipulaban libertades para que los medios de comunicación tuvieran mayor confianza para criticar al gobierno. Gorbachov fue sustituyendo el antiguo modelo por uno más democrático.
Fue increíble que un vasto imperio compuesto por quince repúblicas se desplomara de manera tan espectacular. Fue el fallido intento de golpe de Estado contra Gorbachov, ocurrido entre el 19 y el 21 de agosto de 1991, lo que aceleró el proceso de desintegración de la URSS. El 25 de diciembre la disolución fue oficial.
El presidente ruso trajo a Boris Yeltsin, desde la provincia para que continuara su obra. En septiembre de 1991, Yeltsin se ganó los aplausos internacionales al promoverse a sí mismo como un demócrata y por desafiar el intento de golpe de Estado de agosto de 1991 llevado a cabo por los comunistas de línea dura en el gobierno soviético y en la KGB.
Tras la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991, Yeltsin se comprometió a transformar la economía socialista de Rusia en una economía de libre mercado e implementó la terapia de choque económico, la liberalización de los precios y los programas de privatización. Debido al método de privatización, una buena parte de la riqueza nacional cayó en manos de un pequeño grupo de oligarcas.
Con Vladimir Putin regresaron muchas de las aberraciones del antiguo imperio. Viene ganando tiempo y espacios para tratar de revivir a la vieja URSS, para contrarrestar el veneno, es necesario una firme oposición democrática. Que desde sus entrañas renazca un cambio. Vladimir Putin está colocando de nuevo la cortina de hierro, para volver a controlar a su pueblo, mientras amenaza al mundo con una tercera guerra mundial. Solo logrando un giro valiente desde adentro, con un vigoroso apoyo internacional, se podrá construir esa alternativa.
Ya ocurrió hace treinta y un años. Aunque son circunstancias diferentes, no es del todo descartable.
Alecambero_62 @alecambero