El país se arregla vs la forja de individuos
Es indudable que vivimos una época tormentosa. Una persona simple se enfrenta a una especie de tsunami de mentiras y falsedades que confunden y hacen peligrar nuestro equilibrio. Se repite que Venezuela se está recuperando, muestran bodegones repletos de alimentos importados, artistas que regresan a reencontrarse con sus públicos, devolución del Sambil, regreso de las líneas aéreas que nos conectan con el mundo y algunos detalles más.
Sin embargo, esta recuperación siembra muchas angustias. Es ineludible preguntarse cuál es el trasfondo de este tinglado, qué se está verdaderamente recuperando, dónde se encuentra el oxigeno que nos dice que el país comienza a respirar.
Algunos con frialdad reclaman: no te quejes, si devuelven lo expropiado y comienzan a tomar medidas económicas más libres, no hay que ser negativos.
De principio afirmo que solo creo en una recuperación cuando vea que en el país está ocurriendo como dinámica esencial una forja de individuos. Cuando sintimos que podemos respirar, trabajar, hablar, pensar sin temores, cuando veamos que las instituciones comienzan a limpiarse, se fortalecen y acatan sus valores últimos, para los cuales fueron creadas, verbigracia las FAN. Allí comienza la digresión con la narrativa del “arreglo”.
El país se está recuperando y exhiben la reconstrucción del poder judicial. Cualquier análisis de este evento fundamental indica lo contrario al arreglo. El país no se recupera, se envilece. Con el mayor cinismo se anuncia el nombramiento de seudo jueces, aquellos cuya función será dar un tinte legal a todas las maniobras del gobierno madurista. Para comenzar, este poder judicial no podrá ejercer su autonomía, han sido nombrados precisamente, por lo contrario, no serán una barrera contra los desmanes de la autocracia, serán su disfraz, un engaño, su función avalar las decisiones del ejecutivo y del presidente, un contrapoder, pero no por buscar el equilibrio con el legislativo y ejecutivo sino por construir un frente de legitimación del autocratismo totalitario del régimen.
No es más que una treta de Maduro para salvarse de la justicia universal de la Corte Penal Internacional.
Si revisamos el listado de cómplices designados como jueces no encontraremos ningún ciudadano notable por sus virtudes democráticas. Todo lo contrario. Serán los encubridores de un régimen que mantiene 264 presos políticos, que cierra los ojos frente a las torturas, la represión, la desnutrición infantil, que ha destruido los medios de comunicación mas queridos de los venezolanos y con todo descaro entrega la sede de “El Nacional” a filibusteros que cobran gruesas cantidades de dinero por el innoble acto de asaltar al periódico más importante del país, al igual que hicieron con Radio Caracas.
Esta recuperación hay que verla desde la óptica de la dictadura blanda que pregona Alonso Moleiro. Chávez y Maduro no asaltaron los periódicos, como Fidel Castro que destruyó las rotativas del diario La Marina a martillazos. Aquí fue distinto.
Se creó la corporación Alfredo Maneiro cuya tarea era negar el acceso a los medios de comunicación de la tinta, el papel, las divisas para adquirir los insumos necesarios para su funcionamiento. Esta operación “blanda” consistía en ahorcar los periódicos disidentes poco a poco, negarles el oxígeno, perseguir a los periodistas, encarcelar a algunos, negarle día tras día los insumos necesarios para publicar. También, presionar compulsivamente la venta del medio a gente favorable al régimen. No destruyeron las rotativas, pero clausuraron todas las posibilidades a los periodistas de ejercer su sagrada tarea de informar a la ciudadanía.
La versión blanda de la dictadura esconde bajo sus ropajes la imposición del comunismo, colectivismo, falso nacionalismo, populismo y corrupción. Es un método homeopático. En gotas imponen una dictadura que, al final, no es más que un asalto a los recursos públicos, anulación de la libertad, de la responsabilidad de los individuos y eliminación de los partidos políticos como vías legitimas de la expresión de las aspiraciones ciudadanas.
Sin embargo, en medio de esta dictadura blanda “e pur si muove” hay que encontrar las venas no contaminadas que existen y nos llenan de optimismo, aquellas que plantean con vehemencia todos los que tienen la responsabilidad de producir, generar riquezas, en un difícil entorno de separación de las practicas autocráticas.
Aunque parezca contradictorio hay que comenzar a dibujar la osamenta, el esqueleto de lo que podemos producir por la labor empresarial, en la agricultura, industria en el comercio, usando para ello los débiles umbrales de autonomía que el régimen no puede destruir ni dominar, plantarse en esos estrechos corredores de trabajo y creatividad. Por ello donde verdaderamente podemos pensar que el país se reconstruye es en un marco limitado, donde los individuos y sus organizaciones que trabajan y producen comienzan contra viento y marea a construir espacios con la mayor autonomía posible, evitando contaminarse con los poderes corruptos.
El país se recupera cuando la dinámica que prive sea la forja de individuos, ciudadanos responsables con fuerza emprendedora de manera sólida, reagrupada, incitando al liderazgo en comunicación con el país como portadores de sus aspiraciones y sus ideas. No estamos condenados, pero lograr la libertad exige reagruparse, mostrar con valor que somos una mayoría absoluta y que solo deseamos vivir responsablemente para alcanzar la prosperidad y la libertad.