Sobre la carta
La Carta Abierta al Presidente Biden, suscrita por representantes de la sociedad civil y del sector privado, solicitando reconsideración de las sanciones económicas que pesan sobre el régimen venezolano, ha roto el prolongado letargo del quehacer político opositor.
Cabe recordar que en política no suele haber espacios vacíos, y cuando ocurren, no tardan mucho en ser ocupados. Siempre existen exigencias colectivas por satisfacer, de diferente orden e importancia, que corren con un plazo para ser atendidas por gobiernos o por las organizaciones políticas de quienes los ciudadanos esperan respuestas. En nuestro presente, el drama humanitario de condiciones de vida de la inmensa mayoría no ha recibido solución significativa alguna del régimen, ni tampoco propuestas concretas de los partidos de la oposición democrática. En ese contexto aparece la carta.
Sin hacer juicio de valor sobre el contenido de la misiva, ésta tiene el mérito de presentar una propuesta para romper el marasmo en el que permanecen entrampadas las necesidades de los venezolanos.
En consecuencia, un reto para los partidos de la oposición democrática, quienes tendrían que presentar unitariamente una plataforma concreta de planteamientos para rescatar de la existencia marginal, no solo a los pobres de siempre, sino a la otrora clase media de profesionales, docentes, trabajadores de la salud, empleados públicos, hoy de menguada vida y sin soluciones a la vista. Es eso lo que exige el momento y no un certamen de popularidad para prematuros candidatos presidenciales.
Es también oportuna la ocasión para hacer un llamado a los “radicales” de la oposición, quienes se aferran a apostar por el todo o nada. Ante tal postura, evocamos al brillante economista y escritor, Héctor Silva Michelena, quien afirmaba que la versión correcta de un radical no es la de ser extremista, sino alguien con la capacidad de llegar a la raíz de una situación para dilucidarla y poder considerar, fundadamente, los caminos posibles a seguir.