Quitarle las sanciones a Maduro es cederle el poder vitalicio
No hay dudas. Las sanciones hacen daño a los regímenes que se colocan al margen de la ley, aprovechando la resistencia de la comunidad democrática internacional de apelar a la fuerza, la violencia y la guerra para desplazarlos del poder.
Herencia, o secuela de las invasiones promovidas por el expresidente norteamericano George Bush, en Afganistán (2001) contra la dictadura de los Talibanes, como represalia del apoyo que le brindaban al terrorista Osama Bin Laden -cuya organización “Al Qaeda” había asumido la autoría del atentado de las “Torres Gemelas”-; y de la invasión a Irak (2003) para derrocar la satrapía de Sadan Huseín, el cual financiaba y daba apoyo público y notorio a terroristas que, a través de “grupos suicidas”, azotaban al pueblo de Israel por aquellos días.
Hay que subrayar que las dos iniciativas militares de Bush formaban parte de una estrategia más ambiciosa, más amplia, más histórica, como era establecer dos gobiernos democráticos en uno y otro país, patrocinados por EEUU y sus aliados de América, Asia y Europa, de modo que, los países árabes probaran las bondades de la democracia y fueran divorciándose, progresivamente, de las dictaduras fundamentalistas islámicas o de otro tipo.
Cuáles fueron los resultados de tan “buenas intenciones” puede colegirse del hecho de que, después de 20 años, los Talibanes están de vuelta en Afganistán ejerciendo la misma y brutal dictadura de siempre. Y la democracia se ha instalado en Irak después de enormes dificultades, pero no sin antes cruzar un infierno de violencia y derramamiento de sangre que aún no puede darse por terminado.
Pero lo que resultó peor fue que las que podríamos bautizar como “Las guerras de Bush”, no pusieron fin a la irrupción de nuevas y actualizadas versiones de las dictaduras terroristas y totalitarias, como fue el caso de América Latina, donde, mientras Bush luchaba contra Sadan y los Talibanes, apareció en Venezuela un exótico e híbrido modelo de dictadura marxista, terrorista y fundamentalista, pero no emanada de un golpe de Estado, ni de una guerra de guerrillas, ni de una explosión popular, sino de unas elecciones constitucionales limpias y pulquérrimas, lo cual le dio a su “Comandante en Jefe”, el teniente coronel, Hugo Chávez, el argumento de que no podía ser derrocado “por la fuerza” porque era atentar contra la democracia y la voluntad popular.
Y así, año tras año, Chávez y su sucesor, Maduro (cuentan 22 años en el poder), no han dejado rastro de democracia y constitucionalidad en Venezuela, arrasando con las instituciones, instalando una “electocracia” que permite convocar al pueblo a elegir sus gobernantes, pero con los organismos electorales intervenidos y controlados y trayendo de vuelta el totalitarismo estalinista y castrista pero por mandato de la voluntad popular.
Podemos imaginarnos, entonces, las dificultades de los países que constituyen el “Ordenamiento Jurídico Internacional”, y sus multilaterales la ONU, la UE y la OEA para reunir consensos que aprueben acciones violentas, de guerra contra las dictaduras y como éstas han encontrado el caldo de cultivo para poner a la democracia contra pared.
Claro, esto no quiere decir que no existan las relaciones internacionales, que la política y la economía no sean cada día más globales y que la diplomacia sea el campo de batalla donde neototalitarios y democráticos resuelven los choques que antes se reservaban a la confrontación militar.
De esta nueva situación han surgido las Sanciones, que no son sino instrumentos, mecanismos que una era marcada por la paz y la constitucionalidad hace surgir como medios para que los “Fuera de Ley” entiendan que, no pueden empeñarse en subvertir el orden mundial sin pagar costos y verse sujetos a eventualidades que, en cualquier momento, puedan sacarlos del poder.
Es -si se quiere aceptar la paradoja- mantener la guerra de otros tiempos, pero sin derramamiento de sangre y dentro del estricto marco de la ley.
“La honda de David” que debe mantener a los “Goliaths de las dictaduras” alertas, porque o bien de la Corte Penal Internacional de la Haya, o del Estatuto de Roma, o de los organismos de Defensa de los Derechos Humanos de las multilaterales, puede emerger la decisión que destituya los regímenes de fuerza y mande a sus caudillos a la cárcel.
Y es, en este contexto, que debe entenderse la importancia de las Sanciones, que dado que se dirigen básicamente a lo político y lo económico, son sentencias penales que castigan a los dictadores, los restringen en sus movimientos y los convierte en reos que después de cualquier traspiés pueden rodar con su satrapía y su humanidad hacia un castigo que ya conocieron Milosevic y Charles Taylor.
Es cierto que, en cualquier circunstancia, los dictadores de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, siempre tendrán recursos para sostenerse con sus pandillas en el poder, pero con capacidades cada vez más exiguas, reducidos a sus madrigueras, como si hubieran convertido a los países que martirizan en sus cárceles.
Por eso, argumentar que las Sanciones a los dictadores deben suspenderse porque perjudican a los pueblos, es un falacia, ya que mientras más débil es el depredador de una sociedad, más fuerte es ésta para sacudírselo y presentarlo ante la Ley
Cuán eficaces son las sanciones para atarle las manos a los “Fuera de Ley”, puede verse en la actual guerra Rusia-Ucrania, donde al nazi Vladimir Putin se le ha acercado con cualquier tipo de medidas para aislarlo y derrotarlo.
El esfuerzo que con todos los medios y argucias hace el dictador de Venezuela, Maduro, para convencer al presidente de EEUU, Joe Biden, para que suspenda las Sanciones que, desde la Administración de Obama, pasando por la de Trump, le aplica ese país a tamaño sátrapa, son otra prueba que todas las medidas restrictivas que se le puedan aplicar son útiles para el pueblo, para los demócratas y colocan al mandamás en una situación pre agónica.
El pueblo que en su inmensa mayoría entiende no sacará ningún provecho si el gobierno de Biden contribuye a zafarle la soga del cuello al dictador Maduro, y más bien respalda su decisión de aconsarle a 25 venezolanos que recientemente le enviaron una carta pidiéndole que suspenda las Sanciones contra el dictador, que más bien presionen para una nueva negociación entre gobierno y oposición y sea de este mecanismo de donde surja un “Acuerdo” que solo después de hacerse concesiones mutuas pueda EEUU decidir si le suspende las Sanciones al dictador.