Estrategias represivas en dictaduras
“Las cualidades eminentes que caracterizan al hombre grande: valor para arrostrar el peligro, inteligencia para vencer, amor a la patria y odio a la tiranía” Simón Bolívar
En los años setenta, en pleno desarrollo de la Guerra Fría, los métodos convencionales de las guerras habían cambiado. Estados Unidos se proponía detener la “infiltración comunista” dentro de su “zona de influencia”, de tal manera que su política de intervención en América Latina tomó nuevas formas y se extendió a casi todos los países del continente. Las experiencias de intervención militar de Estados Unidos en las guerras de Corea o Vietnam, con altos costos técnicos, económicos y sobre todo políticos, le servían para decidir adoptar nuevos modos.
Por ello, la estrategia norteamericana en los países de América Latina se basó en una intervención indirecta, reemplazando el principio de la “defensa hemisférica” por el de la “seguridad interna” que se tradujo en la necesidad de combatir los focos de la “subversión”, alentados por el comunismo internacional. De esta manera, se instalaron sangrientas dictaduras militares en varios países. Si bien este tipo de intervención ya había sido practicado anteriormente (Brasil 1964), en los años setenta tomó dimensiones diferentes.
En un interesante trabajo realizado hace un par de años se hizo un análisis comparativo de los golpes de Estado perpetrados en los países del Cono Sur; Uruguay, Chile y Argentina, prestando especial atención en las características de la represión que implementaron los distintos gobiernos de facto.
En el mismo no se limitaba sólo en la descripción de los sucesos (secuestros, asesinatos, desapariciones) de la actuación de los aparatos represivos, ni tampoco a una visión parcial acerca del Terrorismo de Estado en un país, sino al análisis de los regímenes represivos que se instalaron en todo el Cono Sur, así como en otros países de Latinoamérica, los cuales tenían características y fundamentos comunes. Por esta razón, fue necesario entonces, intentar comprender cuáles fueron esas estructuras subyacentes y comunes, y al mismo tiempo, alcanzar una perspectiva crítica sobre estos procesos para la construcción de modelos explicativos que permitieran la búsqueda de su significado común, así como sus particularidades..
Inferidos en la defensa de los valores “occidentales y cristianos” contra los enemigos “apátridas y foráneos” de la nación, los militares latinoamericanos llegaron al poder de sus respectivos países, haciéndose cargo del Poder Ejecutivo directamente y terminando con el principio tradicional de la división de poderes del Estado, convirtiendo al Poder Judicial en un simple instrumento formal, que les permitió instaurar gobiernos dictatoriales altamente represivos, no sólo contra la población identificada como “subversiva” sino hacia la sociedad civil en general. La política del terror fue uno de los instrumentos que les permitió a estos gobiernos castrenses estabilizarse en el poder. Sin embargo, la toma del poder por parte de los militares en los distintos países fue variando debido a las diferencias que subsistían en los gobiernos anteriores que habían derrocado.
Pero en estos últimos tiempos han quedado de lado las dictaduras militares y se han impuesto las dictaduras comunistas regidas por el mismo modelo represivo militar, y un siniestro plan instaurado por el llamado Foro de Sao Paulo, que como es bien sabido, su inspirador por llamarlo así, fue el fallecido dictador cubano Fidel Castro, que aprovechando su influencia en los sectores de izquierda de América Latina, particularmente con el partido de los Trabajadores de Brasil, fundó en Sao Paulo en el año 1990 el mentado Foro, el cual de acuerdo con sus fundadores fue constituido para reunir esfuerzos de los partidos y movimientos de izquierda, supuestamente con el fin de debatir sobre el escenario internacional post caída del Muro de Berlín, las consecuencias del neoliberalismo en los países de Latinoamérica
Calificados analistas políticos señalan que el Foro de Sao Paulo es un instrumento para desestabilizar a la región latinoamericana, tal como lo afirmó el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuando expresó: ”Miembros del Foro de Sao Paulo creado por Fidel Castro, Lula y las FARC, entre otros partidos de izquierda y facciones criminales que intentan dominar América Latina, se reunieron en Caracas el año pasado 2021 para discutir su Proyecto de Poder Totalitario”, el cual contó con el voto a dos manos alzadas por los representantes de Cuba, Nicaragua y obviamente Venezuela.
En nuestro país, el régimen de Maduro en su pretensión de presentarse ante el mundo como un país eminentemente democrático, invitó al Fiscal de la Corte Penal Internacional Karim Khan a visitar Venezuela, detalle que no solo desató pasiones que se mostraron en las redes sociales, sino que también fue sorpresivo para las organizaciones no gubernamentales de los Derechos Humanos, que no tenían la menor idea de esta impronta visita del magistrado de la alta Corte Penal Internacional. ¿Por qué no se anunció la visita del Juez Khan?.
He allí la pregunta que causó recelo en la gente, que no tardó en emitir suspicazmente controversiales opiniones, sobre todo por la instalación de una oficina de la CPI en Caracas, que a juicio de muchos, no tiene justificación alguna, pero si su interés y pleno ejercicio por establecer la justicia que el pueblo venezolano reclama, por los delitos de lesa humanidad, perpetrados por el régimen socialista, marxista y mal llamado bolivariano.
Ciertamente, los tiempos han cambiado, pero no así los modelos de represión, y una prueba de ello es el llamado gobierno cívico-militar del que tanto pregona el inquilino ilícito de Miraflores, quien tiene en sus centros de reclusión militar, más de 300 presos políticos: 162 militares y 175 civiles, quienes han sido víctimas de torturas, vejaciones y humillaciones, según información suministrada por la Defensora de los Derechos Humanos, la abogada Tamara Sujú,
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