Armando.Info: El ascenso irresistible de Rafael Oliveros
Su nombre se mantuvo de perfil bajo hasta que decidió convocar a varios influencers de la alta sociedad caraqueña a un festejo inusual. Fue hace poco, en febrero de 2022, cuando el operador turístico Rafael Oliveros Russián celebró su cumpleaños en lo alto del tepuy Kusari, una de las características mesetas del Escudo Guayanés, que se extiende por territorios de seis países del norte de Sudamérica y donde afloran formaciones geológicas del precámbrico, rocas prácticamente intactas desde hace mil millones de años. Esas montañas, de enorme valor científico, revisten de un carácter sagrado para las etnias locales, y han servido de inspiración para diversas obras de la cultura popular de Occidente, desde El Mundo perdido de sir Arthur Conan Doyle hasta la película Up: una aventura de altura de la productora Pixar.
Para la ocasión, el cumpleañeros organizó el traslado de sus invitados por la línea aérea estatal Conviasa hasta el Campamento Canaima, del que es gerente desde 2017. Los invitados se alojaron en las lujosas cabañas acondicionadas del campamento, junto a la laguna de aguas negras que allí forma el río Carrao, tras caer por unos espectaculares saltos, y justo antes de desembocar en el río Caroní. Es el corazón místico y salvaje de la Guayana venezolana, en medio de un parque nacional que lleva el nombre de una deidad nativa y de un clásico del escritor Rómulo Gallegos, Canaima, y en cuyo patrimonio natural se encuentra el Salto Ángel, la cascada más alta del planeta.
El momento estelar del programa de festividades era el sobrevuelo en helicóptero por la zona occidental del parque nacional, que de manera regular se suele ofrecer por unos 2.500 dólares la gira. Hasta que, por fin, el plan alcanzaba la cumbre, literalmente: un camping sobre el Kusari, sin restricciones de horario, con un código de vestimenta que prescribía una combinación de traje de gala con zapatos deportivos, y un kit de acampada que cuidó los detalles personalizados para los selectos invitados. Ana Cristina Titina Penzini y Aura Marina Hernández, dos reconocidas socialités, destacaron entre la treintena de personas que participaron en la celebración.
Una fuente consultada precisó que ese día fueron “12 vuelos en helicópteros para el tepuy”, lugar que solo por ese medio se puede alcanzar si se ha descartado la escalada. De hecho, y como destacan muchos testimoniantes que han querido quitar hierro al asunto -que, entretanto, puso en ebullición las redes sociales-, en el tope del tepuy ya existe un helipuerto que perteneció a la empresa de electricidad estatal Edelca, con el que se garantizaba el acceso a ciertos aparatos de medición hidrológica instalados allí. Aún así, lo que generó mayor discordia fue que las autoridades oficiales, adscritas a un Estado entorpecedor y con frecuencia arbitrario, dieran los permisos para la virtual profanación de un lugar tan protegido, algo para lo que regularmente se muestran reacias.
La extravagante locación del evento de Oliveros Russián es una a la que ni siquiera el dinero garantiza acceso. Se trata de influencia. Y vaya que Oliveros la tiene. Se la ha ganado. Venido de orígenes sencillos en Playa El Agua, en la isla de Margarita, desconocido para el público hasta recién, se codea con el jet set mantuano cuya existencia la autodenominada Revolución Bolivariana no solo ha consentido, sino nutrido. De hecho, se ha montado sobre una tendencia que el propio régimen favorece y recompensa para tratar de captar divisas: la conversión de santuarios naturales, como los parques nacionales Los Roques, El Ávila o Canaima, en destinos turísticos high end.
Hace diez años, Rafael Oliveros Russián era organizador y anfitrión de fiestas en Margarita, territorio insular del Estado Nueva Esparta, sobre el Caribe oriental venezolano, del que Oliveros es oriundo. Era tan solo uno de los hermanos herederos del restaurante Miragua, en el balneario de playa El Agua, oceánico y panorámico, predilecto de los turistas.
Una columna del diario Sol de Margarita recordaba en 2014 que Miragua fue uno de los primeros establecimientos de restauración en el lugar, junto “a la casa de Estilita Torcat”, una legendaria matrona del comercio local, anterior a los regímenes de zona franca y puerto libre, que otrora despachaba mercancía desde una casona sin distintivos de la cercana población de El Tirano. El nombre era descriptivo, literal: daba al mar. Pero lo que parecía una ranchería de pescadores incipiente dio lugar a quioscos cada vez más consolidados, con pretensiones de restaurantes, y a una actividad muy rentable. El matrimonio compuesto por la madre de Oliveros Russián y su esposo, un inmigrante español, se dedicó a levantar y formar a sus seis hijos a través del servicio gastronómico que los hizo conocidos en la zona.
El apellido Russián es de origen italiano. Emparenta a Oliveros Russián con el ya fallecido Clodosbaldo Russián, contralor de la República durante los gobiernos de Hugo Chávez. Eran primos aunque no se frecuentaban.
Ricardo Moya, cronista oficial del municipio Antolín del Campo -al noreste de Margarita, con capital en Paraguachí-, donde se encuentra Playa El Agua, recuerda que en los años 80 hubo un auge importante del turismo en la zona. “Primero fueron módulos de atención, luego quioscos que se fueron ampliando a grandes restaurantes”, dijo en entrevista a Armando.info. Aunque no precisa detalles, recuerda que el primer quiosco de los Oliveros Russián estaba ubicado en un punto de la playa distinto al que hoy ocupa el negocio familiar.
En una publicación de Instagram, Nelly del Valle Oliveros Russián, abogada, una de las hermanas de Rafael y cercana a Aura Marina Hernández -asistente a la fiesta en el tepuy-, menciona que “el local del restaurante Miragua fue alquilado a un potente grupo mayorista de turismo italiano, quienes para entonces operaban una buena parte de la capacidad hotelera de playa El Agua y de la isla”. Se trataba de Inversiones Turísticas Terenzi, de Sergio Terenzi.
Mientras la madre de los Oliveros Russián, también Nelly, veía una oportunidad de negocios al apalancar su operación con Terenzi, Rafael, el benjamín de la familia -siempre según el mismo relato de Nelly, la hermana-, tuvo la oportunidad de trabajar en hotelería fuera del país y adiestrarse en centros turísticos del grupo empresarial italiano. Viajó a la propia Italia, la isla caribeña de Anguila, a Egipto y Francia.
A su regreso al país, antes de 2009, Rafael Oliveros trabajó en el servicio gastronómico del White Restaurante, en el Centro Comercial San Ignacio, en Caracas, y se inspiró allí para renovar el local familiar en Margarita.
Años más tarde se difundió que Oliveros se había convertido en el propietario de un restaurante homónimo, White Comedor, en una locación acaso tan inusual y vedada como un tepuy: las instalaciones de la base aérea Generalísimo Francisco de Miranda, en La Carlota, suroeste del valle de Caracas. El local, así como la pista aérea, han terminado por ser vecinos incorporados a la reciente extensión al sur del Parque del Este. Un parque inconcluso, dentro de una zona militar estratégica de la capital, donde difícilmente se abren licitaciones para que este tipo de establecimiento funcione, y que aún más excepcionalmente adjudican operaciones a desconocidos. La incursión en ese coto de la Fuerza Aérea hizo de pronto evidente que Oliveros cuenta con contactos, amén de capital.
Mientras, bajo las directrices del novel empresario margariteño, el restaurante familiar en Playa El Agua escalaba de categoría. Sus contactos entre celebrities nativas, como las amigas Penzini y Hernández, hicieron uso del word of mouth y las redes sociales para convertir a Miragua en una parada obligada en Margarita para todo aquel que se considerara parte del quién-es-quién. No solo entre venezolanos, sino también entre luminarias internacionales. Un ejemplo: el diseñador Custo Dalmau, de Custo Barcelona.
En 2013, el upgrade de Miragua parecía a punto de contagiarse por todo el balneario. Desde el recién estrenado gobierno de Nicolás Maduro se activó un plan macro para construir el Bulevar Ecoturístico Playa El Agua. Los Oliveros Russián se involucraron en el proyecto desde el Grupo La Marea, de su propiedad.
En un acto oficial, con presencia de Maduro, a principios de 2016, Rafael Oliveros Russián fue presentado como integrante del Consejo de Economía Productiva, encabezando el llamado Motor-Turismo. Llegaba al final de un trayecto que lo acercó a su perihelio con respecto al poder. La participación del empresario turístico le permitió sumar a su iniciativa a otros inversionistas privados de Margarita, entre los que se cuenta Víctor Martins, con una cadena hotelera en Nueva Esparta, concesiones de Venetur y construcciones en Los Roques.
Fue el trampolín para su salto a Canaima en 2017.
Turismo de aventura
El Campamento Canaima es un complejo de cabañas anclado en el suroccidente del Parque Nacional Canaima. Por muchos años y hasta 2005, sus instalaciones estuvieron administradas por Hoturvensa, una empresa de la familia Boulton, de las más influyentes y tradicionales de Venezuela. Primero con viejos bimotores DC3 desde Ciudad Bolívar, luego con jets desde Maiquetía, la aerolínea del grupo, Avensa, llevaba turistas al lugar. Pero tras vencerse la concesión, durante el primer gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez, el campamento pasó a manos del Estado, no sin antes ser escenario de un forcejeo en el interín del traspaso, y se sumó a la red hotelera estatal Venetur.
Pasaron 12 años. Distintas gerencias invirtieron en el campamento, a nombre del Estado, cerca de 44 millones de dólares solo en gastos de infraestructura, de acuerdo con los datos disponibles en las Memorias y Cuentas del Ministerio de Turismo entre 2010-2015. Pero para que floreciera de nuevo, en 2017 Canaima debió caer en manos de un empresario privado que lo destinó a la atención de una clientela VIP.
Ya bajo la gestión de Oliveros Russián, cuando todavía no quedaban atrás las restricciones de la pandemia, en 2021, el complejo hotelero de selva consiguió del Estado la certificación de la categoría 4 estrellas y suscribió un primer convenio comercial con la aerolínea estatal Conviasa.
No todo le fue a pedir de boca. Cuando Rafael Oliveros Russián llegó a Canaima “fue visto con recelo”, comenta a Armando.info una persona de la aledaña comunidad indígena de Kanaimö. En años anteriores, la gerencia del Campamento Canaima solía incluir a habitantes de la zona para que trabajaran en el área de servicios. Los guías pemones eran el enlace con los tour operadores turísticos que organizaban viajes hacia el parque nacional.
Pero a la llegada de Oliveros, confirma un habitante de la zona quien trabaja en el sector turístico, “fue muy difícil organizar viajes con los turistas del Campamento Canaima, luego vino la pandemia”. Ante la incertidumbre de una nueva gerencia, los ánimos de la comunidad se caldearon y el capitán indígena debió calmarlos.
Aunque las relaciones mejorarían eventualmente entre el criollo recién llegado y los indígenas pemones, la comunidad vivía con muchas limitaciones y se apoyaba en el diezmo de un porcentaje de la entrada al parque: 80% de 15 dólares del costo pagado por un turista venezolano, o de 30 dólares, si era extranjero. “Pero no teníamos registro de quiénes entraban al parque”, añadió la fuente, así que fácilmente podría omitirse algún ingreso.
Gregorio Rivas, presidente de la Asociación de Operadores Turísticos de Canaima (Asocanaima), explicó que, en la actualidad, existe un convenio entre Campamento Canaima y la comunidad para incorporarla al servicio turístico. Esta última, “se convirtió en operadora turística” del primero y le hace todos las excursiones fluviales a la empresa que maneja Rafael Oliveros. Aclaró el representante de Asocanaima que “78% de las personas que estaban en la actividad minera desde el 19 de diciembre de 2020 salieron de la mina y ahorita están integradas totalmente al turismo”.
Tras el escándalo de la tepuy-party de Oliveros, las autoridades señaladas por su complicidad con el desafuero intentaron hacer control de daños. Primero, emitieron una sanción conjunta de los ministerios de Ecosocialismo y de Turismo contra el empresario turístico, de las que no se conocen detalles. Aunque fue a puerta cerrada, dejaron evidencia del encuentro oficial para imponer la sanción.
Autoridades de los ministerios de Turismo e Inparques citaron a Rafael Oliveros Russián después de la fiesta en el tepuy Kusari e iniciaron un proceso sancionatorio. Se desconocen los detalles.
Luego, Inparques actualizó las reglas de relación con la comunidad, que permanecían vigentes desde hace 20 años. El 1 de marzo de 2022 se firmó el Convenio de Cooperación N° 002/21, en el que se estableció un nuevo arancel de entrada al parque de 40 dólares para adultos. Además, la institución oficial se comprometió a entregar a la comunidad 20% de los ingresos mensuales obtenidos por los contratos de concesión entre operadoras turísticas y posadas.
Entre los considerandos y cláusulas del convenio se menciona el “punto de partida para avanzar en la elaboración del Plan de Ordenamiento y Reglamento de Uso del Parque Nacional Canaima”. Algunos miembros de la comunidad pemón interpretaron la mención como una ventana de oportunidad para la esperada aprobación de funcionamiento para el campamento Waka Vená, administrado por los aborígenes y que aguarda por el visto bueno de Inparques para su inauguración.
El convenio no ha sido publicado y la publicación en Instagram que mostraba su firma entre el ministro de Ecosocialismo y los capitanes pemones fue eliminada, lo que causó suspicacia entre las organizaciones ambientalistas, incluyendo a SOS Orinoco, que monitorea las amenazas contra el patrimonio natural de la zona y atestigua que hasta el emblemático Auyantepuy, desde cuyas alturas se desprende el Salto Ángel, recibe ahora indiscriminadamente a turistas en helicóptero.
Dos meses después del festejo, su recuerdo aún enciende la histeria en redes sociales. No solo es así en foros virtuales. En la zona las tensiones siguen afiladas. “Rafael [Oliveros] ha bajado los humos”, menciona la fuente de Kanaimö. Pero esa nueva cautela no es suficiente para detener el boato sobre el terreno. Hace poco menos de un mes se celebró en el campamento un festín por la boda de la exmiss venezolana Gabriella Ferrari con el empresario Werner Alberto Braschi. El programa comprendía una visita al Kusari, actividad que fue suspendida. Una fuente que no quiso ser identificada aseguró que el presidente de Inparques, Josué Lorca Vega, fue uno de los invitados a la celebración, “que llegó y salió en vuelo privado”, pero disimuló su estancia con el pretexto de una visita por razones oficiales.
Josué Lorca, ministro de Ecosocialismo y presidente de Inparques, publicó en su cuenta de instagram algunos detalles del convenio firmado con el pueblo pemón.
Una carrera sin obstáculos
En el sector turístico son pocos los que comentan sobre las andanzas de Rafael Oliveros. Quienes lo hacen, lo catalogan como un hombre de gran carisma que ha trabajado para impulsar la industria, apoyado en sus vínculos con los altos jerarcas del gobierno. Hasta aquellos que lo valoran encuentran sorpresivo que el joven promotor turístico haya emprendido vuelo desde su terruño margariteño, donde contaba ya con un nombre, hacia el sur del país. Un buen motivo -o buena recompensa- para el peregrinaje estuvo en la alianza que Oliveros suscribió con el gobierno cuando Marleny Contreras, esposa del número dos del chavismo, Diosdado Cabello, ejercía como ministra de Turismo, de 2015 a 2018, e impulsaba una ola masiva de privatizaciones de activos turísticos.
La alianza estratégica se firmó entre Mintur y Operadora Liaraf, empresa constituida en el estado Nueva Esparta en 2010, y en la que en 2017 Rafael Oliveros tenía las tres cuartas partes de las acciones. La fecha de creación coincide con el relanzamiento del club de playa Miragua que impulsó junto a su hermana Liliana, directora de la sociedad. Luego le dio paso a Otto Mendoza, socio actual de Oliveros, con el restante porcentaje de participación.
Miragua es ahora un pequeño holding empresarial con una fundación que lleva el mismo nombre, que realiza aportes sociales a las comunidades del sector. También bajo otro paraguas corporativo, el del Grupo La Marea, Oliveros adelanta acciones de responsabilidad social. Por ejemplo, en conjunto con el Ministerio de Turismo, ha ofrecido equipos a los pequeños prestadores de servicio que fueron desalojados de la zona de construcción del bulevar en playa El Agua, según reseña la prensa local.
Los Oliveros Russián han dado aportes sociales a las comunidades, incluso a aquellas que fueron desalojadas aunque no todas fueron reubicadas.
Como punta de lanza de esa proyección del grupo familiar al ámbito público sirve otra de las hermanas del empresario, Zonia Oliveros Russián, arquitecta, quien llegó a postularse como candidata a la alcaldía de Antolín del Campo por el oficialista partido Psuv. Hoy Zonia Oliveros figura como representante oficial ante Mintur de la Zona de Interés Turístico Punta Cabo Blanco-Punta Cazonero, un corredor playero que abarca desde Manzanillo hasta El Agua, esta última intervenida y casi privatizada.
“¿Por qué se le ha quitado la autonomía a una playa que siempre ha sido nuestra, que ahora ni los pescadores pueden pescar allí?”, cuestiona Jaime González, concejal del municipio Antolín del Campo por el Movimiento Regional de Avanzada. Relata para Armando.info que “ha sido difícil llegar hasta ese proyecto [del bulevar en playa El Agua]”. Las personas afectadas, entre las que se cuenta el propio González, dice, “fueron aproximadamente 2.000, entre empleos directos e indirectos que se perdieron en la playa… somos damnificados”. Explica que se opuso a la realización del bulevar pero “luchar contra el gobierno es bastante difícil porque somos amenazados y amedrentados por la Guardia Nacional”.
En el momento de auge del proyecto y las conversaciones preliminares con la comunidad, Rafael Oliveros prometió “unos cubículos” para compensar a los desplazados, pero muy poca gente fue reubicada. “Dio la cara en las adjudicaciones y firmó unos locales que fueron asignados”, continúa González, quien asegura que se reunió en varias oportunidades con Oliveros, que hace las veces de vocero del plan, junto a su hermana Zonia, que no por nada es también directiva del Grupo La Marea. Además, es propietaria de los hoteles Boutique Particulier que funcionan en la isla. Una de las obras que llevó como arquitecta proyectista fue la Galería Comercial La Marea, con locales entre 20 y 300 metros cuadrados, también ubicada en Playa El Agua. Un lugareño confirmó que el mall se encuentra culminado hacia la etapa final del bulevar y sus locales ya están a la venta.
El cronista Ricardo Moya comentó que existe un rechazo de que “un grupo familiar esté privatizando la zona”. Cuestiona la autoridad que han desplegado los Oliveros Russián en el municipio Antolín del Campo y aclara que la creación del bulevar solo benefició a particulares. “Muchas personas perdieron su patrimonio”, expresó.
Ciertamente, ya el balneario suena como sinónimo de la familia Oliveros. Hay una calle Miragua y la marca también identifica los envases de dulce de lechosa -papaya- con que los parientes perpetúan la receta de Nelly, la matrona.