Putin, el ultimo gendarme
Los impactantes resultados políticos, culturales y morales arrojados por la intentona de Putin de someter los ucranianos a su poder total hablan de un giro fundamental de la historia. Pareciera que la invasión rusa encalló en una playa contraria a la buscada.
Putin desde su bunker había planeado una fulminante guerra de dos días, al final de los cuales los ucranianos saldrían a aplaudir las caravanas del ejército ruso que entrarían victoriosos a tomar el poder en todo el territorio ucraniano. Pero como decía Pedro Navaja, sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas.
La primera pista que nos permitía olfatear que las cosas iban a seguir un camino distinto fue la envergadura de la respuesta de Volodímir Zelenski al rechazar una oferta de Estados Unidos para ser evacuado e insistir en permanecer en Ucrania, reconociendo que la lucha estaba ahí. “Queremos ser libres como ustedes”.
Hasta ese momento una opinión compartida por los analistas políticos en el mundo sostenía que la democracia como modelo político había entrado en un declive peligroso, los regímenes autocráticos electorales se regarían por el mundo y los principales logros de Occidente tales como la responsabilidad individual, la libertad de conciencia, la convivencia pacífica entre ideas y culturas distintas, el reconocimiento del mercado como la traducción económica de la responsabilidad autonómica individual comenzaban a perder valor ante la fuerza de las promesas que surgían desde las antípodas ofreciendo felicidad sin esfuerzo, bienestar concedido por quienes concentran el poder, viviendas gratis, convertidas en expresión de derechos naturales, algo así como si las viviendas crecieran silvestres, de forma natural sin costos y sin esfuerzos,
Frente a estas tentadoras ofertas las consignas de estudiar, trabajar, capacitarse, hacer y ser lo mejor posible parecían perder la batalla, abatidas por el edén prometido por los comunistas.
Así vimos ganar terrenos en Latinoamérica a sectores que demonizaban el crecimiento económico, que consideraban al individuo que trabaja como un esclavo, explotado y sin derechos, mientras los privilegiados disfrutaban de los frutos de sus esfuerzos. La buena vida quedaba en manos de los opresores, propietarios y emprendedores.
Una vieja historia que parecía repetirse en cada uno de nuestros países. Así vimos entrar en este desfiladero (patrocinados por Cuba) a México, Argentina, Chile, Bolivia, Perú con la amenaza de ocupación próxima de Colombia y Brasil.
Los promotores ocultos de esta nueva forma de hacer política basada en la penetración de la conciencia de sus víctimas eran algunos países que nunca habían experimentado el vivir en democracia, China, Rusia, Irán, Turquía, prestos a apoyar y armar todos los grupos, partidos y lideres que sirvieran para esta fatal imposición del comunismo en nuestro planeta.
Sin embargo, este empuje de las ideas socialistas tenia una gran falla, imposible de resolver, pero si posible de olvidar o extraer de la conciencia y la memoria: el hecho incuestionable del fracaso de todas las experiencias socialistas, terminadas en grandes tragedias humanas, en la huida de grandes contingentes de población, azotados por hambrunas atroces y por una represión despiadada contra todo oponente a estos regímenes que indefectiblemente acaban transformándose en dictaduras, en totalitarismos inclementes.
El ejemplo mas claro o la evidencia de esta cruel operación destinada a imponer el comunismo en nuestros predios lo estamos viviendo en Colombia, un país vecino de la Venezuela desbastada, azotada por delincuentes que ofrecían la máxima felicidad al pueblo acompañada por viviendas gratuitas, electricidad, agua potable y todo tipo de servicios gratis, el exterminio de la propiedad privada, de los empresarios, productores y una entrega simbólica del país a los trabajadores bajo la protección total del Estado.
Promesas de redención basada en la rapiña y en la destrucción de todo significante de esfuerzo, méritos y creatividad. Una realidad que parecía opaca para muchos colombianos aun teniendo en sus ciudades mas de un millón de venezolanos en condición de pobreza casi total, fugitivos del terror y la miseria provocada por el régimen autoritario comunista.
Esta estrategia basada en la mentira, en la oferta populista parecía ser exitosa hasta la llegada de la operación Putin, quien a partir de un sentimiento de reconcomio fundado en la desaparición de la Unión Soviética pretende iniciar una campaña de reconstrucción del gigante comunista empezando en Ucrania y amenazando a Finlandia y Suecia si se atreven pedir el ingreso a la OTAN.
Quizás Putin logre alcanzar temporalmente sus objetivos militares pero su verdadera y real dimensión histórica será haber despertado con su asalto a Ucrania un espíritu ciudadano en la Unión Europea, en América y en el resto del mundo, la conciencia de que vivir sin libertad no tiene ningún sentido, que los ciudadanos lo son porque deciden, escogen y que la democracia es el mejor sistema creado por la humanidad, no por ser perfecta sino porque es perfectible.
Este balance nos lleva a esperar que Vladimir Putin sea el ultimo gendarme que en la historia trate de reinventar la esclavitud y que Volodímir Zelenski sea un ejemplo del individuo responsable que lucha por la libertad, sin importarle la correlación de fuerzas, el débil que termina siendo gigante.