El recule de Ecarri fue claro y raspao
El lunes 25 de marzo Eric Ondarroa, Sec. General de Alianza Lápiz, declaró, refrendado con presencia y palabra del líder de esa organización, Antonio Ecarri, algo que la aguda periodista Vanessa Davies del portal Contrapunto tituló: «Alianza del Lápiz no va a primarias y ya tiene candidato presidencial para 2024: Ecarri es su candidato».
Desconozco si el escándalo era la intención última de los declarantes, pero el ruido que levantaron fue inmediato y de elevados decibeles. Las redes sociales se encendieron tiroteando lo dicho por la gente de la Alianza Lápiz y hasta algunos de sus aliados en las últimas elecciones, como Felipe Mujica (MAS) y los alcaldes Darwin González y Gustavo Duque (Fuerza Vecinal), salieron a responder más indignados y ofendidos que los jefes del G-4, verdaderos destinatarios del mensaje, que prefirieron guardar discreto silencio mientras soltaban a sus huestes a comerse vivo a Ecarri en las redes.
A simple vista «semejante atrevimiento» de Ecarri conspiraba «contra la unidad». Porque, «¿cómo era posible» que alguien se negase a ir a las primarias? Pues bien, Ecarri ha vuelto por sus fueros tres días más tarde para ratificar su decisión, porque, según dijo, a él y los suyos «no se les enfría el guarapo».
El retorno de Ecarri vino con un inesperado recule que pone la pelota en el campo del G-4 (¿o G-Chucuto?) al explicar mejor su «inexplicable» decisión.
Y aquí la cosa toma otro color cuando con énfasis contundente e inocultable vehemencia, blande de nuevo su espada: «no vamos a esas primarias convocadas, corrompidas, con un grupito que ha secuestrado a la oposición venezolana y pretende de nuevo secuestrar la candidatura presidencial para rendirse ante Maduro».
Pero tendiendo de inmediato su mano al hacer un llamado que deja en cueros las «primarias excluyentes» puestas en práctica por la MUD para selección de sus candidatos a las pasadas elecciones de alcaldes y gobernadores: «Nosotros queremos proponer, más bien, es una consulta nacional abierta y popular donde participe la gran mayoría popular venezolana, que es la única que nos puede hacer ganar, cobrar y gobernar Venezuela».
Es obvio que Ecarri no hace esto con fin estético de agradar a sus competidores sino para evidenciar los perversos propósitos de ellos.
A modo de emplazamiento le puso el puño en el pecho al G-4. Un juego duro contra quienes durante veintidós años han ido de derrota en derrota y últimamente – a según dicen por ahí – andan mondos y lirondos en el disfrute de los jugosos estipendios del apoyo internacional.
El hombre del Lápiz, a pesar de que se le fue uno que otro gallo en su «recule», parece haberle hecho caso a la recomendación de Voltaire: «Las cosas que no valen la pena se cantan». Y se las cantó «claro y raspao».