El cambio necesario
En Venezuela, el cambio necesario, el cambio verdadero, el cambio efectivo, el cambio sustancial, es la superación de la hegemonía despótica y depredadora que impera sobre la nación. Se dice fácil, pero es cierto: con la hegemonía no hay futuro digno y humano, sólo la prolongación del presente.
Es conveniente insistir y reiterar al respecto, sobre todo ahora, porque una especie de corriente de opinión viene sosteniendo que ya se están produciendo cambios positivos y que, después de todo, Maduro es «lo que hay»… y por lo tanto se debe apostar a la llamada «normalización» por el bien del conjunto nacional…
Peligroso parecer porque refuerza al poder establecido, confunde y desalienta a la base social, y desacredita, aún más, a los voceros que se identifican como opositores y al mismo tiempo se hacen eco de tal planteamiento.
Por definición, una hegemonía político-militar-económica, que ha destruido a Venezuela en lo político, económico y social, no puede ser el fundamento de la reconstrucción del país. Afirmar lo contrario es un absurdo lógico y práctico. La penosa experiencia del siglo XXI lo demuestra hasta la saciedad.
Sin embargo, se aprecia una tendencia creciente de distintos factores hacia la llamada normalización; unos, quizá, de buena e ingenua fe; pero otros, sin duda, buscando conseguir o mantener un enchufe patrimonial.
Es lamentable que pase el tiempo y se siga de mal en peor, a pesar de lo que difunda la propaganda oficial y de las burbujas comerciales, avivadas, en general, por la dolarización a las patadas, y las imbricaciones con los que parten y reparten.
El complejo tema del cómo superar a la hegemonía debería ser tratado a la luz de las exigencias que consagra la Constitución formalmente vigente. Y esa complejidad se puede simplificar si se está claro en el porqué… ¿Se está claro en este sentido?
Mucho me temo que cada vez menos, al menos en lo que se refiere a buena parte de la vocería que le corresponde representar el rechazo popular a Maduro y los suyos.
El cambio necesario debe regresar a la palestra y alimentar, de nuevo, la esperanza de Venezuela.