De regreso a las trincheras
La guerra, como se suele decir, es el peor invento de la humanidad. Lamentablemente es uno de sus inventos más antiguos. Toda guerra es una tragedia, no importa si ocurre en Ucrania, Afganistán o Siria.
Independientemente de la forma que esta adquiera siempre va acompañada de pérdidas humanas, de miles de tragedias familiares, además de los daños en cuanto a infraestructura y en general al tejido social de donde tienen lugar.
No hay manera desde el punto de vista moral de apoyar cualquier acto de violencia entre seres humanos. Pero, como en todas las cosas, muchas veces es necesario tratar de racionalizar lo que luce irracional, es importante tratar de entender lo que a simple vista luce como una locura.
Se pudiera argumentar que la guerra es algo intrínseco de los seres humanos, o de forma más amplia se puede decir que el conflicto y la violencia son tan humanos como la cooperación y la bondad. La guerra es pues siempre una posibilidad latente.
Lo que ha generado mayor consternación con respecto a la invasión de Rusia a Ucrania es que ha sido un conflicto que ha estallado en los límites del “mundo civilizado”, a lo que se debe sumar que las pruebas de la violencia que se ha desatado han sido quizás las más difundidas en la historia (más por la evolución de los medios de transmisión de información que por un interés particular en Ucrania).
Más allá de lo anterior hay un factor adicional que ha influido en la atención que se la ha prestado al conflicto en Ucrania, la posibilidad real después de varias décadas de retar abiertamente la hegemonía norteamericana en el plano geopolítico internacional.
Si bien han ocurrido otros conflictos, en unos y otros cada gran poder ha dejado que su adversario actúe con relativa libertad, entre otras cosas porque no veían una amenaza directa a sus intereses. Así, por ejemplo, Estados Unidos pudo intervenir militarmente en Afganistán por dos décadas, algo que si bien hay quienes califican como una invasión no tuvo una oposición abierta por parte de China o Rusia.
Lo particular de la situación actual es que pudiera desembocar en un nuevo balance de poder a nivel mundial. Esto no significa que Estados Unidos vaya a perder su hegemonía, o que Rusia finalmente recuperará su importancia a nivel geopolítico, ni que China finalmente habrá logrado que el mundo regrese a un contexto de bipolaridad.
El resultado es aún impredecible, pero lo que sí se observa es que hay movimientos importantes en el tablero, siendo quizás uno de los más importantes el cambio de actitud de Europa con respecto al conflicto, pasando de un enfoque predominantemente pacifista y centrado en mantenerse en su isla a uno más orientado a la confrontación como medio de preservación.
“La violencia genera violencia”, esta frase tan simple puede resumir en gran medida las causas de cualquier conflicto armado y, por lo tanto, la inevitabilidad de las guerras. Hoy la mayoría de las personas señala a Putin como el principal responsable de la guerra en Ucrania, una corriente minoritaria asoma que las acciones del líder ruso se justifican como respuesta a la presión de la OTAN al expandir sus fronteras.
Incluso, si se quiere ir más atrás se puede argumentar que el nacimiento, y sobre todo la permanencia de la OTAN, fue siempre una agresión a Rusia, lo que llevaría a la Guerra Fría. Y así se puede seguir trazando el hilo de la historia con episodios de agresiones mutuas hasta el comienzo de los tiempos.
Todo lo anterior parece indicar que el mundo está entrando en la resaca de la globalización, sobre la cual ya se habían sembrado dudas en el plano económico, y a la que ahora se suma el fin de la ilusión de paz en occidente.
En estos contextos la historia ha enseñado que ante el conflicto las personas, como los países, se atrincheran, se aglutinan entorno a los similares y transforman su mundo en un “ellos” y “nosotros”. Hoy el mundo transita peligrosamente hacia el regreso de las simplificaciones, punto de partida de las ideologías. Paradójicamente la guerra en Ucrania si se piensa en términos de la historia de la humanidad puede ir acompañada con la frase “sin novedad en el frente”.
Twitter: @lombardidiego