Salvador Tenreiro, entre las redes
De ese encuentro a mediados de los años 90, en Puerto Ordaz, para después vernos semanalmente en las redes sociales, pasaron cerca de 30 años. Fue una cercana tertulia entre tres buenos amigos. Venía Salvador de ofrecer una conferencia a la que no asistió nadie, solo nuestro común amigo, él, un técnico de sonido, y yo. Pero tuve el privilegio de recibir toda la atención de quien me obsequió su libro con un hermoso mensaje. Después la tertulia se disipó entre comentarios sobre el estado de la cultura nacional y sus hacedores. –Mala gente ésta que nos rodea, me dijo Salvador, en referencia a los nuevos gobernantes.
Había leído a Salvador Tenreiro (1952-2021), desde hacía mucho tiempo. Sabía de sus pasos como profesor en la Universidad Simón Bolívar, donde se desempeñaba como investigador y docente. También porque había estudiado, una década antes, en la Escuela de Letras de Universidad Central de Venezuela donde se hablaba de él como un erudito y meticuloso crítico literario.
Después solo supe que se había ido a París por estudios doctorales en La Sorbona. Fueron años de silencio mientras iba construyendo su extraordinaria obra literaria que está ofrecida como un tesoro para quienes quieran darla a conocer. Porque la obra poética, ensayística y de relatos construida por Salvador Tenreiro está hermosamente trabajada a partir del uso de un lenguaje despojado de todo ornamento que la pueda ocultar. Es una ‘palabra plural’, amplia, cadenciosa y muy personal. Aborda cantidad de temas que siempre terminan en el ser, en la esencialidad de la palabra.
Entre las desgarraduras que encuentro en la escritura de Tenreiro, el desarraigo es una presencia dolorosa, tanto por haberla vivido en carne propia como por la manera como la aborda, desde la cotidianidad del regreso a un espacio del que partió siendo muy niño y al que regresa sintiéndose ajeno. Solo los recuerdos de lo memorioso alcanzan abrazar el desamparo. Español exiliado en Venezuela o venezolano exiliado en España. Fue su destino, que, sin embargo, asumió de una manera original. Se refugió en sus últimos años en las redes sociales y a través de ellas logró construir su propio espacio, permanecer como presencia indispensable entre quienes periódicamente le seguíamos y leíamos a través de sus relatos, poemas, fotografías y artículos.
Así, cada semana publicaba sus relatos donde el espacio que habitaba físicamente (La Coruña) se iba ampliando con recuerdos de su amada Caracas, la ciudad de la eterna primavera. Ajenas personas que se encontraba ahora por las calles empedradas de sus años de niñez, sobreviviendo solo para pagar la renta y comer. Son parte de la temática de sus últimos escritos, también de sus poemas que iluminan la dolorosa soledad que va transitando. La del regreso a un pueblo que no le reconoce, pero que al mismo tiempo le saluda educadamente y al final, solidariamente termina por ser su lecho de vida eterna.
Como Salvador Tenreiro, otros escritores mantienen su presencia en las redes sociales, utilizando estas plataformas para dar a conocer sus escritos, incluso para sugerir lecturas, informar y formar lectores críticos. Al hacerlo, logran que el lector común pueda acceder a otras maneras de abordar el lenguaje donde se encuentre con formas de escritura más complejas y, por tanto, mayor capacidad para nutrir su lenguaje.
La presencia de estos escritores en las redes sociales inaugura una manera de abordar las nuevas tecnologías desde una perspectiva que contribuye a aumentar la audiencia de quienes han sabido utilizar las redes sociales con fines pedagógicos, para incentivar el interés por la lectura, por los temas literarios y culturales. Porque este escritor presentó en sus relatos que publicaba en su portal, nombres de escritores, de artistas e intelectuales desconocidos o muy poco conocidos.
Gracias, Salvador. Tu iniciativa para mostrar tus últimas creaciones resultó un incentivo para quienes sabremos apreciar tu luminoso lenguaje, construido desde la más pura y sagrada amorosidad de la vida, que tanto amaste.
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