Maduro aniquila a los Chávez…
Sin clemencia
No es nuevo. La historia detrás del poder político tiene memoria. Son innumerables las ocasiones en las cuales un “delfín”, una vez consolida su sucesión en el poder, aniquila el pasado que lo encaramó ahí. El poder envilece y el poder infinito envilece infinitamente. No hay clemencia una vez que un tirano alcanza el poder. No perdona al amante, padre, protector que lo colocó en esa posición, no perdona a nadie, ataca.
El tirano quiere la gloria –aunque siempre gane el desprecio– para sí mismo, su egolatría no admite competencia alguna. Es él y sólo él quien rige. ¿Amor? En tiranías eso no existe.
Lo acabamos de ver con Maduro.
Amor traicionero
Sabemos que Nicolás Maduro llega al poder, no por sus atributos intelectuales, culturales, militares o políticos. Básicamente es porque el tirano que cede el poder entiende –o piensa– que no habrá nadie que cuide mejor su legado. Y siempre se equivocan.
No es un tema político la sucesión. Es un tema estrictamente de narcisismo histórico. Nada mortifica más al tirano que perder la “devoción” de sus súbditos, incluso después de muerto.
Pero lo sabemos, el amor en política es traicionero.
Golpe maestro
El gusto por el poder, una vez que se detenta, es afrodisíaco, sensual, pasmante. No hay nada que se le compare. Los tiranos disfrutan más de él porque ni rinden cuentas ni tienen límites, hacen lo que les da la gana. Es así que Nicolás Maduro, ya consolidado, da un giro obvio: aniquilar a la familia Chávez sin importar la memoria fundadora de su amado comandante. Las elecciones en el estado Barinas, territorio natal del sátrapa fundador de la tiranía chavista, fueron el golpe maestro y la daga última de la humillación (¿aplaudimos?).
Los hizo perder para que se dieran cuenta que no son nada, que dependen de él (de Maduro) para no ser perseguidos ni enjuiciados por corruptos. Están en sus manos, más bien a sus pies.
No niego que sorprende el nivel de desprecio.
La intriga
El único atributo político de Maduro es su capacidad de crear intrigas. Es un maestro de la emboscada y la traición: de la intriga, así llegó al poder. De chofer y guarda espalda de Chávez –y sus secretos– se fue a la cima. Su modelo a seguir es Stalin (el más grande intrigante de la historia contemporánea). Maduro, al hacer que los Chávez y su payaso de circo Jorge Arreaza pierdan en Barinas, los despoja del hálito invencible que habían heredado de Hugo. La derrota los desprecia y hunde, no son nada, son una manada de huérfanos de cuyo nombre nadie quiere acordarse.
Maduro los aniquila concienzudamente, ahora o se portan bien o los ofrece al escarnio público (aún más que el actual), a la humillación y la ruina.
¿Eres un Chávez? ¡Qué importa! Aquí manda Maduro.
Derrotados y humillados
¿Cambiará algo en Venezuela después de este acto de desprecio? Pese a que es un atrevimiento de Maduro –riesgoso porque a lo mejor algún fanático militar de Chávez decide hacer venganza y se alza devolviéndole el ataque– no creo que pase mayor cosa. La oposición celebra la derrota de los Chávez y los Chávez se encuentran al fin en el subsuelo moral, como Hugo. Derrotados y humillados, próximamente perseguidos, saben que Maduro los hizo perder.
¿Podrán hacer algo? No, no podrán. Recordemos, Maduro los convirtió en la nada y, como tales, cualquier esfuerzo de ellos será vergonzoso.
Maduro lo hizo muy bien, debo felicitarlo.
Postdata como dedo en la herida
Se me hace fundamental que la oposición entienda que el resultado de Barinas fue causado por Maduro y Jorge Rodríguez. Al margen del dinero que recibieron directamente de ellos para la campaña, la logística y la propaganda fueron desarrollados por ellos. El quiebre ya se dio entre los bandos. Maduro seguirá intrigando, es lo único que sabe hacer. Será divertido. Lo es ya.