La delincuencia, otra vez
En días pasados circuló en las redes sociales el video de un cortejo fúnebre en plena autopista Francisco Fajardo en Caracas. Siguiendo la costumbre de la llamada “cultura malandra”, alrededor del vehículo en el que trasladaban al difunto iban varios vehículos haciendo círculos, con la novedad que mientras en el pasado solían ser motos ahora eran camionetas de gama alta, e incluso había un camión. Lo otro que llama la atención del video es que esto ocurre frente a la base aérea Francisco de Miranda, en plena arteria vial de la capital del país y frente a un complejo militar, lo que inevitablemente invita a pensar en lo simbólico del hecho.
La delincuencia no ha dejado de estar presente en Venezuela estos últimos años. De hecho, el país continúa ocupando lugares poco halagadores en distintos rankings, como por ejemplo en el índice de crimen organizado, donde ocupa el puesto 18 de 193.
Esto no es algo nuevo, por varios años Caracas y otras ciudades del país han estado entre las más peligrosas del mundo. Incluso, haciendo uso de la cultura popular, se puede decir que ya para finales de los 90’s el tema de la violencia era parte de la vida capitalina como lo capta la canción “Valle de balas” de la banda Desorden Público. La delincuencia ha sido pues parte de la historia moderna del país por lo menos durante los últimos 30 años.
A pesar de su indiscutible presencia, se puede argumentar que durante los últimos dos años su intensidad, o al menos la percepción de esta, había disminuido. Quizás los ciudadanos estaban concentrados en otros temas más urgentes, tal vez el estado de cuidados intensivos al que había llegado la economía del país, o la aparición de otro tipo de estructuras en torno a actividades de mayor envergadura como la extracción de oro, el narcotráfico, y otras actividades propias del crimen organizado, influyeron en que el típico “malandro” pareciera haber dejado de ser protagonista en la cotidianidad de los venezolanos. Pero esto ya parece que empieza a cambiar.
En la medida que el país regrese a cierta normalidad, que no implica que todo se arregló, pero sí que hay más dinero circulando y con ello cierta mejora en algunos grupos sociales, es probable que los niveles de criminalidad aumenten.
Frente a esta realidad un factor importante a tomar en cuenta es que el Estado venezolano se ha debilitado durante los últimos años, además se ha desarrollado un modus vivendi entre este y el crimen organizado, lo que no necesariamente implica que son aliados incondicionales. De hecho, esto último puede incorporar un elemento adicional a la ya complicada situación de violencia en el país, la escalada de conflictos entre distintos grupos armados.
Dentro de este escenario un aspecto a considerar es que estos grupos armados que irán apareciendo en la escena nacional son actores que se benefician del estatus quo actual, por lo que, a pesar de poder enfrentarse al gobierno en algunos momentos específicos, en el fondo su objetivo es que la situación actual no cambie.
Dicho de otra manera, estos grupos armados que han nacido y se han ido fortaleciendo en el marco de un contexto de fragilidad estatal no buscan un cambio político, por lo tanto, son indirectamente aliados del gobierno. De ser esto así, aquellos actores que busquen cambiar el contexto político actual y, específicamente, cambiar al gobierno, deben considerar el rol de estos grupos delictivos.
Desde hace algún tiempo ya el caso venezolano dejó de ser el de una transición democrática enmarcada en ciertas normas institucionales, fundamentalmente electorales y cuyos actores centrales son los partidos políticos, y en términos más amplios la sociedad civil.
El contexto actual de Venezuela tiene nuevos actores no estatales ni de la oposición tradicional que cada vez irán adquiriendo un rol de mayor protagonismo en la cotidianidad del país, y por ello en cualquier perspectiva de cambio de la realidad presente. Teniendo esto en mente, las estrategias que han dominado la escena política en Venezuela irán cambiando, lamentablemente de la mano de mayores niveles de violencia.
Twitter: @lombardidiego