La amenaza china-rusa
La democracia, como forma de gobierno, tiene una fuerza agresiva que la amenaza a nivel global. Los valores democráticos, concebidos en Occidente por la Ilustración, de voto universal, directo y secreto para elegir a los gobernantes, separación de poderes, libertad de prensa, libre asociación en partidos políticos y alternancia en el poder, no llegaron al Oriente despótico según la acepción de Carlos Marx. China nunca ha sido democrática, tampoco Rusia. Este país, que luego conformó la Unión Soviética, saltó en 1917 del zarismo de los Romanov a las dictaduras de Lenin, Stalin, Kruschev y sus sucesores hasta aterrizar con Vladimir Putin en un régimen autocrático.
Moscú bajo Kruschev y China con Mao fueron enemigos que se disputaban la hegemonía y la influencia en los partidos comunistas en el mundo. Rusia era una potencia militar con peso político, China un país atrasado que daba pasos a la modernidad, tras la muerte de Mao. Rusia siempre tuvo vocación imperial, China no. Es tan grande y tiene tanta población que no le hacía falta más territorios bajo su dominio. Actualmente China es una potencia económica y militar de primer orden y Rusia tiene un poderío bélico significativo, con mucha influencia geopolítica pero con una economía mediocre. Desde el punto de vista económico Rusia es del tamaño de Brasil y menor que Canadá.
China y Rusia se han aliado para retar a las democracias y ahogar cualquier intento democratizador en el mundo. No hay gobierno autoritario en el planeta que no cuente con el apoyo de estos dos países. También tienen esos países unos alfiles que usan para sus propósitos geopolíticos, como son los casos de Irán y Corea del Norte
China está utilizando su enorme capacidad financiera, que proviene de sus superávits comerciales con las economías occidentales, para dominar a naciones urgidas de liquidez, siempre a cambio de votos en los organismos internacionales o sencillamente para alejarlos de la influencia de los países democráticos.
Cuando la Junta Militar derrocó al gobierno democráticamente electo de Birmania en febrero de 2021, la protesta mundial se encontró de frente con el apoyo chino a los dictadores birmanos y al silencio de Moscú. Durante las protestas en Hong Kong en favor de la democracia en 2020, China actuó con mano de hierro para reprimir a millares de jóvenes que querían vivir en un territorio de libertad. Algo similar sucedió en Bielorusia cuando el pueblo salió a la calle a protestar contra el longevo tirano Lukachenko, quien se sostiene en el poder gracias al apoyo de Putin. Las cárceles se llenaron de presos políticos.
En América Latina, sin ningún disimulo, Pekin y Moscú han encontrado en Venezuela y Nicaragua su especie de patio trasero, apoyando incondicionalmente a dos regímenes dictatoriales con atuendo de democracia. Todo esto ocurre ante la inacción de los países democráticos que parecieran no contar con métodos efectivos para detener el avance autoritario. Está llegando la hora en que una gran alianza de países democráticos desde Australia hasta Estados Unidos, pasando por Corea del Sur, Japón y Europa, se decida a defender con firmeza principios inalienables que le dieron fundamento a la grandeza de esas naciones y que ahora están amenazados por China y Rusia. Y esa alianza debe diseñar un plan para ayudar al desarrollo de las naciones de ingresos bajos y medios, para que sus pueblos mejoren su calidad de vida en un entorno de libertad.