El parto de la apostilla
El 14 de enero de 2022, culminé un proceso que comenzó 8 meses antes: autenticación de mi partida de nacimiento mediante la certificación de Apostilla de la Haya. Esta es una condición necesaria para que el documento surta efectos ante los Países contratantes de la Convención de la Apostilla. Poco faltó para este procedimiento fuera el equivalente al lapso de gestación de un niño, por lo menos en el tiempo de duración.
Inicié los pasos para lograr apostillar mi documento durante el mes de mayo 2021. En una primera instancia, me lo rechazaron, a pesar de estar registrado regionalmente, porque tenía varios años de emitido. Tuve que tramitarlo de nuevo en Cuicas, estado Trujillo y asentarlo en el Registro Principal del Estado Trujillo. Lo cual me llevó, por las condiciones críticas del país, aproximadamente 2 meses.
En julio comencé a investigar cuanto tiempo me llevaría obtener la certificación de apostilla. Me informaron que las citas las estaban asignando para dentro de tres meses. Sutilmente me decían que, si necesitaba el documento en forma perentoria, mediante el desembolso de 250 dólares, me lo podían entregar, totalmente listo, en una semana. Confieso que soy muy malo para transitar por caminos verdes. Generalmente sigo los canales regulares. Por tal motivo, me propuse hacerlo personalmente, sometiéndome a la incertidumbre del resultado.
Aprovisionado con mi partida de nacimiento registrada, me dediqué a escudriñar paginas y paginitas que recomendaban una y otra cosa. Revisiones van y revisiones vienen al sistema del Ministerio de Relaciones exteriores. Hoy no puede entrar, mañana tampoco, me decía el computador. Examiné estados, municipios y ciudades, las fechas no me convencían y tampoco las vicisitudes de los traslados. Por fin, logré que me asignaran cita, en la oficina principal de la Cantv en Caracas, para el 18 de septiembre del 2021. Ilusamente pensaba que mis problemas habían terminado, sin darme cuenta que apenas comenzaban.
Imprimí el correo que contenía la cita, tal como se señalaba en él y casi que me dediqué a contar los días que me separaban de la esperada fecha. Alguien me había recomendado que mantuviera un ojo en el correo porque era posible que adelantaran la fecha. Todos los días lo revisaba, esperando que se produjera el milagro, así arribé a la semana de la convocatoria. El día 14 de septiembre recibí otro correo, pero no para adelantar la fecha, sino para informarme que, por motivo de la pandemia, mi cita había sido reprogramada, pero sin decirme para cuando ¡Extraño caso, no!
En estos procesos, en donde no tienes una instancia ante quien recurrir, es bien difícil presentar un reclamo. Así finalizó septiembre sin obtener noticias. Yo pensaba que en octubre me darían la cita o a más tardar en noviembre con motivo de las elecciones. A finales de noviembre, decidí no esperar más por la reprogramación e inicié nuevamente el proceso desde cero. En esta oportunidad, me asignaron cita para el 13 de enero de 2022, en la oficina de Ipostel Carmelitas.
Pasó diciembre y no reconsideraron mi caso, así que inicie el año con las piernas temblorosas, pensando que me podían hacer igual jugarreta que la vez anterior, pero además de mí, creo que ellos también se cansaron de molestar y así llegué tranquilo al día señalado. Previamente a concurrir a la cita, pregunté cómo se cancelaba el monto por la apostilla, me informaron que podía pagarlo en la misma oficina a través de un punto de venta. El día 13 de enero, tal como estaba asignado, a las 5.30 de la mañana me dirigí a la oficina en cuestión. La calle estaba solitaria, solo dos GN y un vendedor de café se encontraban en los alrededores. Pregunté a los funcionarios donde debía ubicarme y me indicaron una puerta de hierro, pintada de negro. No había nadie y me coloqué encabezando la fila. El vendedor de café, me dijo que esa no era la puerta, sino una que estaba más atrás.
A las 6 de la mañana llegó una señora, muy decente, se integró a la cola y nos pusimos a conversar. Poco a poco la cola se fue robusteciendo, hasta llegar a tener unas 50 personas. A las 8:15 am, abrieron las puertas y nos señalaron unos banquitos donde podíamos sentarnos, siempre respetando el orden de llegada. Un poco mas tarde, una joven funcionaría, extrañamente muy amable, nos informó que debíamos tener en la mano las dos copias de la transferencia o depósito del Banco de Venezuela. Nuevamente comenzó mi viacrucis, no tenía nada de eso, ni tampoco cuenta en ese banco. La amable joven, colocó el número uno en mi planilla para que no perdiera el turno y me recomendó que trajera un depósito por 23 bolívares.
En momentos como este, uno comienza a pensar, a quién conozco que tenga cuenta en ese banco. Dicen que a nadie le falta Dios, la señora que había llegado a las 6am, su nombre es Diana García, tenía cuenta en ese banco, y muy amablemente se ofreció a ayudarme, a pesar de que su documento había sido rechazado. Ella me acompañó hasta la entidad bancaría y se concretó la operación. Retorné a la oficina de Ipostel y logré consignar los recaudos exigidos. En un mundo tan convulsionado, donde la ausencia de valores pareciera ser la norma, personas como la señora García, son un oasis y ejemplo digno de resaltar. Con una confianza inusitada, me dijo que no me preocupara por devolverle el dinero, que lo hiciera en la medida de mis posibilidades, por supuesto que se lo transferí, apenas llegué a mi casa ¡Dios le conserve esos nobles sentimientos, a la señora Diana!
Al día siguiente 14 de enero del 2022, concurrí a las 11am a la oficina a retirar mi partida de nacimiento, después de hacer mas de dos horas de cola, nuevamente tocó en suerte que me atendiera la joven y amable funcionaria del día anterior, por cierto, la única dama que trabaja en esa oficina de apostilla ¡Al fin! Lanzo cohetes porque tengo la apostilla de mi partida de nacimiento. Ahora conjuntamente con el pasaporte que, también me acaban de otorgar, iniciaré los trámites para los cuales requería estos documentos, pero eso será parte de otra historia.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE