Ver el mañana con optimismo
Quizá sea cierto que mantener hoy día una actitud positiva frente a la vida en esta Venezuela asediada, constituye toda una proeza. La nación está sitiada por un régimen autoritario y en otros frentes aparecen personas con sentencias cargadas de escepticismo que fragmentan la esperanza, pero jamás entierran el ímpetu del porvenir que se anuncia.
Confucio expresó, en uno de sus escritos, “que cuando el sabio señala la luna, el necio mira al dedo”. Con esa noción señalaba la miseria que el pesimismo congrega, haciendo que la muchedumbre no piense en posibilidades exitosas o no mire más allá de las hojas que tapan el bosque para descubrir el camino que conduce a la victoria.
Vamos a pasar la página de la desesperanza y el pesimismo para observar realidades: el mundo no se ha acabado. En países donde alguna vez militó el totalitarismo han surgido estado-naciones que atraen capitales, inversionistas, jóvenes que persiguen nuevos conocimientos y que se admiran por el desarrollo y el progreso.
Veamos tres casos: Estonia, que en 1991, se quitó el yugo del totalitarismo comunista (soviético) a partir de una transición, y en ese momento acaecían dudas porque ni siquiera tenían una constitución creíble; menos instituciones democráticas ni un sistema legal y además las infraestructuras estaban primitivas y en malas condiciones. Este país noqueado y en el suelo, se levantó, tomó aire y arremetió sobre la base de un programa a diversos plazos con la participación de gente de todas las edades. Los primeros pasaportes de la nueva nación se emitieron en 1992, y cuando, una década después, llegó la hora de la renovación, el Gobierno aprovechó para dar un paso más progresivo y entregó la tarjeta de identidad con un chip electrónico para acceder a sus servicios en la Red.
Hoy día, el 99% de los trámites oficiales pueden realizarse en cualquier momento porque el portal gubernamental está abierto las 24 horas de los siete días de la semana. Solo las operaciones inmobiliarias, casarse o divorciarse exigen la presencia física. Los estonios tan solo necesitan una conexión a Internet para votar, renovar su carnet de conducir, consultar las recetas médicas, presentar reclamaciones por importes menores a 2mil euros, hacer la declaración de la renta, impugnar una multa de tránsito, ver las notas de sus hijos y comunicarse con los profesores. Con ello sustentan un modelo democrático basado en la confianza, el respeto y la honestidad. Y sus gobernantes predican con el ejemplo: el papel desapareció de las reuniones del Consejo de Ministros en el año 2000 y el primer ministro estampa su firma digital en una pantalla para que las leyes entren en vigor. El 70% del PIB de dicho país se nutre del sector servicios, y aquellos relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación son los que más aportaron al crecimiento de la riqueza nacional. Es el primer país digital del mundo, por eso fueron a parar allá grandes inversionistas como Google, Intel y Facebook, entre otros, creando miles de empleos directos e indirectos.
Eslovaquia, otro país que fue sometido al totalitarismo, muestra hoy día notables cambios relacionados con la democracia, la autonomía escolar, extensión de los derechos de la familia y los niños, responsabilidad y desarrollo. También se ha puesto un firme énfasis en el humanismo, la identidad nacional y la conciencia nacional. En pocas palabras volvieron a hacer lo que siempre sabían hacer (vinos, turismo, agroindustria), pero con nuevas tecnologías, personas adiestradas, novedoso know-how y todo ello sobre la visión que debe sustentarse en la productividad y la exportación. Este año publicaron un documento titulado el concepto de desarrollo de la educación y formación en la República Eslovaca para los próximos 15-20 años (Proyecto Milenium); que describe el papel clave de la política educativa y la posición de la Educación para la Ciudadanía.
Ahora bien, llegado a este punto con esta pequeña ilustración, queremos hacer énfasis como un conglomerado de profesionales de distintas áreas ha creado un vínculo generoso y productivo para concebir las políticas y planes para la recuperación y transformación de la industria petrolera, petroquímica y gasífera nacional (IPPGN). Este proyecto ha sido sometido a pruebas y a escenarios para constatar y verificar su viabilidad, lo cual nos satisface por el beneplácito que ha obtenido de instituciones, academias, gremios y personalidades, tanto dentro de Venezuela como en el exterior. Pero, lo que más nos satisface es el espíritu de estas personas, su arraigada creencia y la visión que sostienen en un proyecto factible en todos los ámbitos de la IPPGN.
Del mismo modo, es imperativo señalar que en este proyecto aún trabajan profesionales de la pedevesa azul y jóvenes de la Venezuela tricolor, aportando cada día ideas, propósitos y su buena vibra para que llegado el momento del cambio se materialice este noble propósito por el bien del país y sus habitantes.
Por tanto, somos ajenos a las ideas fatalistas y a la misma apatía. Nos mueve el optimismo bien entendido como la energía necesaria para alcanzar el logro. No hay nada más peligroso en la vida que el pesimismo. La mayor motivación para quienes creemos en un mejor porvenir, es nuestra motivación a trabajar siempre y darle impulso a las nuevas generaciones de profesionales honestos, responsables y con potencial. Una cosa si es cierta, jamás nos alejamos de la realidad, para no crear falsas expectativas; sabemos que la industria petrolera que vendrá será completamente distinta a la que conocimos y a la actual, redimensionada, con inversiones de capital nacional y extranjero. Estamos conscientes de la destrucción de la infraestructura de Pdvsa, de la desmoralización de sus trabajadores, sin embargo queda manifiesto que estamos realizando un esfuerzo positivo, sustentado en la realidad. Este es un aporte a la búsqueda de soluciones a los retos que el país demanda, su objetivo es lograr durante la transición la estabilidad operacional, promover un suministro confiable de combustible a la población, y todo ello respaldado en un clima de armonía laboral.