Scannone
Silencioso, sabio, sencillo, sus enseñanzas están repartidas en los hogares venezolanos, posibilitando el brote de un aroma inconfundible que supo tejer en todos los momentos. Alfarero de la cultura gastronómica.
Parafraseando a los antiguos, Borges el grande, Jorge Luis, dijo: «que los poetas eran huéspedes ocasionales de un Dios, cuyo fuego los habitaba”. Don Armando Scannone hizo de la gastronomía de nuestro país, un monumento, una metáfora andante, con sencillo y especial proceder.
Comprendió el desarrollo histórico venezolano y lo hizo comida. Ramificó los valores culinarios, y los llevó a la mesa. Supo transformarlos conforme la sociedad se dinamiza y encontró siempre un plato sonriente, con los más simples elementos y entendió en Levi- Strauss, “las modalidades de cocción de los alimentos”.
En él se reunían la sabiduría de la cocina y el arte de explicarla para equilibrar la vianda y hacerla posible, hasta en momentos críticos como los que vivimos.
Su comida se hizo pueblo. Como los grandes artistas culinarios, supo amarrar una narrativa, que todos podemos entender. Se hizo popular una frase, que se repetía en cualquier cocina del país: “aquí, practicando con Scannone”.
Supo ver en su pasión una ciencia, cuyos antepasados dejaron como herencia narrativa, que se transmiten cual memoria errante. Ya tendremos a nuestros creadores para aderezar este cuantioso monumento, con los aliños de la esperanza, verdadera metáfora del cambio, que algún día ha de llegar, y oficialmente podamos valorar el legado de Don Armando para las nuevas generaciones. Ya aparecerá un talento como el de Melville, que recoja en plato literario, la construcción de un “Moby Dick”, que habló sencillamente de almejas jugosas, como unas avellanas, “con galletas de barco machacada y cerdo salado cortado en pequeños copos”. O como Charles Dickens, en su cuento de navidad, inmortalizó la tradición victoriana, con el pavo como protagonista del fantástico relato.
Se preocupó siempre por explicar los rastros más sencillos de millares de platos, desde “ una papas sudadas con mantequilla y perejil”, hasta la cumbre de nuestra mesa navideña, tradición vedada hoy por la infamia, pero que regresará para valorar mucho más nuestra cultura culinaria, explicada en tan fáciles pasos, construidos durante una vida de prócer civil, que explicaba de cada plato su construcción sistemática : las hallacas, “ para servirlas, se desatan, se le quita la faja y la hoja grande. Se cortan los bordes con una hojilla, de las que usan para afeitar. Se elimina el pedazo cortado y se dejan sobre el resto de la hoja, en cada plato que va a la mesa”. Hasta el mínimo detalle para edificar un edificio de sabores y olores que es la hallaca venezolana, de este maestro, de este científico. Pronto volverá a las mesas, este delicioso pastel; permanecerá en nuestro recuerdo Don Armando Scannone, a quien agradeceremos oficialmente en democracia.
Imposible olvidar la herencia a nuestros niños reunida en su” lonchera”, que escribió a sus noventa años. Un tesoro infantil.
En una de sus últimas apariciones públicas, dejó una afirmación sorprendente: “en veinte años, la arepa nos va a dar una buena sorpresa”. Más de 6 millones regados en el mundo la han universalizado, un manjar sin el que los venezolanos no podemos vivir.