La carta del abuelo
La carta estaba entre las manos arrugadas de la abuela. Un viejo baúl de rostro pulido, con las hendiduras de hierro, como fiel escudero, resguardó el secreto de un hombre atormentado por nuestras disquisiciones.
No era una epístola larga, como aquellas que cuentan historias de aparecidos, era más un tesoro familiar de un viejo que había partido a la legión de los muertos.
Entre las letras apretujadas de alegrías y sinsabores, se contaba la travesía de un hombre que cruzó el océano para hacerse venezolano. Bajó de un barco en el puerto de La Guaira para descubrir una patria tan distinta a la suya. Acá luchó hasta el suspiro de las madrugadas para hacerse de un destino.
Los primeros párrafos hablaban de un gran amor que descubrió a la luz de una lumbre, cuando unos ojazos negros se le ofrecieron como relámpagos. Ella llevaba el desayuno hasta un campamento minero, el hombre encontró el tesoro entre los brazos de una hermosa mujer que terminó besando sus manos para verlo morir.
El amor por Venezuela le brotaba por los poros.
Reclamaba la falta de cariño por la tierra que los cobijó desde los quince años.
Indicaba que la gran desgracia nacional estaba en el odio de muchos que observaban al que pensaba distinto: como un ser que tenía que ser colgado en la plaza pública, que nunca se tuvo conciencia de nación. «Siempre un grupo tratando de desplazar al otro», «jamás aprendieron que un país se construye entre todos», sentenciaba con amargo dolor.
Cuando la muerte le tendía trampas para hacerlo sucumbir, manifestaba su tristeza por sentir que la grieta que separaba a los venezolanos se ensanchaba en un mar picado. Siempre ratificaba que una nación con semejante potencial no podía estar viviendo en la podredumbre. «El peor enemigo de Venezuela son sus propios hijos que no la comprenden».
Ya en las postrimerías de su partida sostenía que culpar a los demás es un error, que cada uno de nosotros debemos cumplir con nuestro rol transformador. «La patria debe estar primero que los intereses».
Días después murió dejándonos una carta que significa el amor por Venezuela, que muchos han perdido.
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