Cubazuela: Los riesgos de la ingenuidad
Un sabio proverbio popular reza: “De buenas intenciones esta empedrado el camino al infierno”. El evocarlo me hace pensar en muchos de nuestros compatriotas que no terminan de entender lo que Moisés Naím ha escrito con claridad meridiana en su artículo del sábado pasado en el Wall Street Journal: No hay salida a la tragedia venezolana que no pase por comprender y asimilar el rol crucial que juega Cuba en ella. No entender este hecho elemental, aludiendo buenas intenciones de reconciliación entre los venezolanos, nos puede llevar cada vez mas a las profundidades del averno que ya estamos viviendo.
Cubazuela, la criatura híbrida que describe Naím en su artículo, sin atreverse a llamarla así, posee un cerebro de dos hemisferios, uno en La Habana y el otro en Caracas, que maneja a su antojo a dos naciones, Cuba y Venezuela, pero con una clara inclinación a proteger los intereses insulares. La abominable criatura, que nació del abrazo al que alude Naím, entre Castro y Chávez, explota esencialmente a la porción venezolana, otrora saludable, en una suerte de arreglo hetaira/proxeneta, que habla mal, muy mal, de quienes han permitido semejante acomodo. Especialmente de aquellos a quienes la Constitución les exige bajo juramento la defensa de la patria. Es de tal magnitud la injerencia de Cuba en los asuntos de Venezuela, que varias organizaciones internacionales que intentan promover una negociación interna entre el gobierno de facto y la oposición venezolana, han terminado por concluir que sin la participación de los cubanos no hay nada que hablar, porque son los titiriteros insulares quienes manejan a su antojo a las marionetas continentales.
Naím no dice nada que muchos venezolanos no conozcamos. Pero su mensaje es de vital importancia para los oídos extranjeros, especialmente los norteamericanos, donde es posible que su ensayo en el WSJ logre la magia de hacerles entender la naturaleza excepcional del peligro para todo el continente que representa Cubazuela, y por qué es necesario que la isla entre en la ecuación política y económica si se pretende una salida negociada al drama venezolano.
El gobierno de Obama intentó un acercamiento a la isla, siguiendo el consejo de quienes sostenían que las sanciones económicas alejaban cualquier posibilidad de democratizar la vida cubana. El resultado neto fue que muchas incoherencias en la aplicación de esa política norteamericana de apertura hacia la isla terminaron por apuntalar a la dictadura cubana. En cierto modo, el manejo incongruente de las sanciones contra Venezuela también ha abierto la puerta para que el régimen avance su narrativa de que las sanciones son las responsables de las penurias de nuestro pueblo. A este avance en la creación de “verdades a la medida” han contribuido, sin proponérselo, quienes sostienen que los problemas de los venezolanos los tenemos que resolver nosotros sin injerencia extranjera, olvidando que el máximo “injerencismo”, para usar la odiosa palabreja del chavi-lenguaje, que existe en Venezuela no es el de los Estados Unidos o la Unión Europea, sino el de Cuba.
Es imperativo reconocer el esfuerzo que desde la sociedad civil se ha avanzado para intentar disminuir el efecto nocivo de la polarización en la política venezolana y tender puentes entre el país “rojo” y el país “azul”. Pero esa postura no debería caer víctima de la ingenuidad de olvidar que el ejercicio de la ciudadanía y la acción de la sociedad civil en entornos de asedio de populismo autoritario, como el caso venezolano, están sujetos a restricciones muy importantes que no pueden ser subsanadas con buenos deseos y conductas que ignoren la perversa naturaleza del adversario y, sobre todo, el hecho de que el verdadero poder tras el trono no está en Miraflores, sino en La Habana. Todo esfuerzo para buscar una salida pacífica y negociada a la crisis venezolana es bienvenido, siempre y cuando no contribuya a afianzar a un régimen tramposo en extremo y que maneja con increíble habilidad el secuestro de la narrativa de la utopía, que le permite presentarse ante la gente como salvador y protector, cuando en realidad es un desalmado destructor.
¿Cómo navegar esta aguas turbulentas que se agravan con los desatinos de la propia oposición? No hay soluciones milagrosas, pero pienso que requerimos una Hoja de Ruta que incluya, al menos:
– Proteger lo que se ha avanzado en términos internacionales con el gobierno encargado de Guaidó. Al tiempo que exigir del gobierno encargado el cumplimiento del Estatuto de Transición, aprobado por la AN, y el nombramiento del Consejo Político. Prestar especial atención al tema de la protección de los activos de la nación y a preservar el respaldo obtenido de las democracias occidentales.
– Renovar el liderazgo opositor en un contexto de unidad y sin tener que recurrir a elecciones internas prematuras. Conducirse en todos los terrenos, electorales y de desobediencia civil, con un esquema unitario, que pueda manejar escenarios complejos sin pretender peticiones y garantías paralizantes, perfectamente aceptables en un escenario democrático, pero que el régimen no tiene ninguna necesidad de entregar.
– Impulsar la idea del Referendo Revocatorio como expresión de la soberanía popular. Esta idea ha ido ganando aceptación y tiene un importante potencial de movilización, incluso si el régimen intenta torpedearla.
– Mantener la presión internacional que permita, finalmente, que el mundo democrático entienda que la pelea que libramos los venezolanos por el restablecimiento de la democracia, no la podemos ganar solos. Especialmente importante es que Cuba termine por aparecer en cualquier negociación realista.
– Que esta Hoja de Ruta sea presentada y argumentada por lo que antes se conocía como “el país nacional”. Es decir, el conglomerado de instituciones y organizaciones, como la iglesia, las universidades, las academias, los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil que componen junto con los partidos políticos, la expresión de la vida ciudadana. Una foto de grupo de estos sectores sería un elemento de convocatoria importante.
Ninguna receta mágica, solamente pasarle revista a lo que se ha ido despejando después del 21N-2021 y antes del 5E-2022, fecha en la que la AN legítima deberá tomar decisiones muy importantes para el futuro de esta lucha, en la que es imposible rendirse, por el renacimiento de Venezuela.