Un balance electoral: resultado, causas y perspectivas (I)
Es claro que los resultados de estas elecciones regionales y municipales no satisfacen las expectativas. Partamos de un principio: estos resultados son producto de lo que hizo el gobierno pero también de los desaciertos u omisiones de la oposición.
Intentemos una muy resumida interpretación de la coyuntura, a los fines de promover una reflexión e inspirar un debate mesurado y solidario:
1) El primer gran error que debe asumir el liderazgo del G4 es no realizar elecciones primarias para escoger a los candidatos a gobernadores y alcaldes. Ello hubiera facilitado la cohesión opositora y reducido a los divisionistas a su mínima expresión. Si se hubieran hecho primarias con tiempo tengan la certeza que se hubieran ganado estados como Miranda y Anzoátegui, entre otras. No se hicieron para privilegiar una política basada en el reparto de cuotas y no en la construcción de consensos reales. Esta es una percepción generalizada en el electorado que expuso a los candidatos como una impostura, la cual -como suele hacerse con cualquier arbitrariedad- es legítimo enfrentar. Al menos esto les dio un discurso a los divisionistas.
3) La imagen de una oposición dividida e incapaz de ponerse de acuerdo genera desaliento y estimula la abstención. En descargo digamos que -en gran medida- la falta de unidad es inducida por el gobierno, apoyando y financiando a supuestos opositores. Algunos de ellos, los llamados «alacranes», pero otros operan camuflados, son más disimulados y cuidan las formas.
4) No todos los que están fuera de la Unidad Democrática (MUD) son «alacranes». Algunos son aventureros movidos por su elevado ego y hay también algunas fuerzas que se autodenominan alternativas o emergentes, pero no terminan de entender el valor de la unidad en esta hora oscura de la democracia. Se trata de grupos minoritarios que creen que su mejor estrategia de crecimiento es confrontar y deslegitimar a otra parte de la oposición, así entran al molino del régimen y terminan sirviendo a sus intereses divisionistas. En general, hacen bulla, no aportan votos y carecen de liderazgo pero lesionan el espíritu unitario y enrarecen el clima electoral. Al final son tan irresponsables como los cogollos que denuncian.
5) La errática escogencia de candidaturas estimuló la idea de que había que «pasarle factura» al G4 por su irrespeto al electorado opositor, cuando lo prioritario era castigar con el voto a este régimen inepto y corrupto, responsable directo de la tragedia que vivimos los venezolanos. Es decir, una parte del electorado perdió el foco asumiendo que el enemigo es el G4 y no lo es.
6) El gobierno es el gran promotor de la abstención. Su retórica lo confirma: siempre declaran para generar una reacción adversa a la participación y una parte de la oposición le pisa el peine. Ergo, una responsabilidad esencial del liderazgo opositor es motivar y movilizar: si la participación hubiese llegado al 60% se habrían ganado entre 6 y 8 gobernaciones más, mínimo.
7) ¿Por qué la abstención es primordial para el oficialismo? La diáspora de casi 6 millones de venezolanos redujo el universo electoral a 15 millones de votantes, más o menos. En este cuadro, estimulando la abstención, el oficialismo puede ganar la contienda teniendo apenas 15 ó 20% del electorado. Son una precaria minoría que se moviliza mientras la mayoritaria fuerza democrática es desmovilizada y fragmentada como consecuencia de la acción del gobierno y los desatinos de la dirección opositora.
8) La abstención -siendo determinante- no es suficiente. Por eso, el otro componente fundamental de su estrategia es la división del voto opositor. A tales fines, literalmente se robaron las tarjetas de los principales partidos opositores, las utilizaron para postular al chavismo enmascarado y generar una gran confusión, haciendo propaganda engañosa y utilizando el nombre de candidatos opositores. Toda una acción delictiva.
9) Otro de los errores garrafales del G4 fue asumir que los alcaldes y gobernadores en ejercicio eran indiscutiblemente los candidatos de la Unidad Democrática en esta jornada del 21N (con la excepción de la gobernadora del Táchira), indistintamente de lo que decían las encuestas. El resultado fue elocuente: todos los gobernadores en ejercicio perdieron las elecciones.
10) Irresponsablemente se extendió hasta última hora el anuncio de los supuestos consensos. Así no hubo tiempo de hacer primarias pero tampoco para reducir el impacto por la imposición de candidatos, estimular la participación y «salvar el juego». Por si fuera poco, el discurso ambiguo de un factor del G4 que tenía candidatos pero mantuvo una retórica contraria a la participación. ¿Cómo se ganan elecciones así? No vimos una declaración o acción decidida de su principal líder, Juan Guaidó llamando a votar. Al contrario, desde Washington una figura emblemática de ese sector recomendaba a los candidatos que se retiraran. Ni siquiera los abanderados de su partido lo hicieron, pero la declaración resultó desalentadora. Respetuosamente exigimos coherencia, solo eso.
11) Otra percepción generalizada es la existencia de partidos incapaces de renovarse; con las mismas cúpulas de hace 20 años y al margen de sus muchos méritos, hoy parecieran aferrarse más, lucen arrogantes y poco dispuestos a asumir su indiscutible responsabilidad en este desastre electoral. Ojalá fuera una apreciación equivocada.
12) Para preservar nuestros liderazgos conviene aclarar que el sistema electoral aplicado, dícese «entubado», condiciona el resultado municipal a la votación regional. En efecto, muchos candidatos a alcalde que -en base a su liderazgo y según las encuestas- claramente tenían la primera opción, tuvieron un resultado adverso pues el «voto tubo» funcionó como un ancla y el candidato a gobernador, en vez de ser un portaviones, fue un submarino.
13) Finalmente, hagamos mención al abuso, el ventajismo siempre y el uso indiscriminado de recursos del Estado para fines proselitistas, nada nuevo. Lo novedoso es el despliegue de campañas multimillonarias por parte de «opositores» que solo aspiran dividir, no ganar. ¿Quién financia esas obscenas y opulentas campañas? Vale hacer un llamado a los rectores del CNE, especialmente a Enrique Márquez y Roberto Picón.
Ahora bien, ¿De toda esta situación hay algo que rescatar como positivo o algo útil para el futuro inmediato? La buena noticia es que si y mucho, en nuestra próxima entrega abordamos el tema.
Arquitecto / PJ / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Venezuela
Twitter: @richcasanova