¿Reforma o Revolución?
Las transformaciones en los sistemas políticos pueden darse paulatinamente a través de cambios graduales o por medio de rupturas. Es decir a través de reformas o de revoluciones. Una u otra no son buenas o malas en sí mismas, son los distintos factores que entran en juego los que terminan incidiendo en la viabilidad y la efectividad de una u otra. Entre los elementos a considerar están el contexto institucional, la distribución del poder entre los actores, así como la disposición de las élites dominantes de transitar la vía reformista o no. Al final ese conjunto de factores influye en que una revolución sea exitosa o no, de la misma manera como pueden determinar que las reformas logren la transformación.
Las repúblicas en América nacieron por la vía revolucionaria, implicaron cambios profundos en sus respectivos sistemas políticos. Sin embargo, desde su nacimiento cada una ha transitado rutas distintas, algunas con una mayor tendencia hacia la vía reformista, mientras que otras con más interrupciones revolucionarias. Algo interesante a destacar es que independientemente de la ruta transitada hay un elemento que parece perdurar, la concentración del poder y la riqueza en una élite; incluso los nacimientos de las repúblicas americanas fue más un cambio de élites que una transformación del sistema político, económico y social, cuya característica fundamental es el extrativismo.
Como en toda crisis la situación que actualmente vive Venezuela desembocará en una realidad distinta, no cabe duda es que el país ya no es (ni será) el mismo. El cómo se ha dado este cambio es una interrogante por responder, hay quien pudiera argumentar que fue consecuencia de la Revolución Bolivariana, y en parte tienen razón. De acuerdo con la socióloga Theda Skocpol, las revoluciones sociales son aquellas en las que al menos el 5% de la propiedad cambia de mano, y eso parece haber ocurrido en Venezuela. Lo paradójico es que el otro tipo de revolución, la política, no parece haber ocurrido en el país más allá de haber pasado del bipartidismo al autoritarismo con un partido dominante.
Pero en Venezuela durante las últimas dos décadas también ha ido teniendo lugar un proceso más gradual, y si bien no ha ido acompañado de reformas formales desde el Gobierno ha ido ocurriendo de facto. En el plano político realmente es poco lo que ha cambiado, en esencia sigue predominando el sistema clientelar. Sin embargo, en el plano social sí ha ocurrido una transformación importante, la pérdida de la capacidad estatal y la consecuente fragmentación del país, y en este sentido la acción del Gobierno ha sido hacer nada o poco. Así, el Gobierno se ha ido amoldando a los cambios profundos que ha experimentado la sociedad venezolana a través de la inacción.
Reformar implica ir adaptando las instituciones paulatinamente a la nueva realidad, y en un proceso de retroalimentación a su vez esas instituciones amoldan esa realidad. Pero reformar, y adaptarse, no implica necesariamente un círculo virtuoso. La adaptación puede ser a un contexto positivo, por ejemplo, mayor democracia, o a uno negativo, como una mayor criminalidad en toda la sociedad. El Estado venezolano por complicidad u omisión ha ido facilitando lo segundo, poco a poco ha facilitado que el crimen organizado tenga mayor relevancia, en primera instancia a nivel económico y, como suele ocurrir, en el plano social y político.
La sociedad venezolana ha cambiado poco a nivel del sistema político, pero mucho a nivel social. Ante una nueva realidad las instituciones deben adaptarse para ser efectivas, y en ese sentido vale la pena interrogarse sobre la capacidad que tienen las instituciones que han perdurado de responder a los nuevos retos que implica una mayor presencia del crimen organizado en la vida social, política y económica del país. La respuesta puede venir por el lado de las reformas que reviertan esa tendencia, o por el lado de la revolución que implica cambios profundos en el corto plazo. Ambas son peligrosas pues irían contra un actor que se ha fortalecido mucho en los últimos años.
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