Militares sin Fuerza Armada
1. Existe una ilusión óptica que hace aparecer una institución armada poderosa por la existencia de militares hasta en la sopa, hasta llegar a la payasería de Nicolás de disfrazarse de oficial cubano, cuando no de Saddam Hussein, en pleno desafío contra el imperio. Más bien parece que la Fuerza Armada estuviese omnipresente por la abundancia de charreteras, trajes de campaña y equipos desplegados para hacer sentir la presencia militar. En realidad, la gran cantidad de militares recubre la destrucción completa de la Fuerza Armada.
2. La FAN no desapareció de un solo golpe. Cuando Chávez llegó al gobierno heredó una institución y se vio forzado a escoger como ministro de la defensa a un oficial muy profesional, Raúl Salazar, que había sido ayudante, en su tiempo, del comandante general del ejército, general Pedro Remigio Rangel Rojas. La tesis de los jefes militares de entonces era que Chávez había ganado y las FAN estaban obligadas a respetar esa victoria. Esta yunta entre el proyecto revolucionario y la institución militar, facilitada por la condición de oficial de carrera que tenía el nuevo Presidente, se desarrolló a trancas y barrancas durante un tiempo. El golpe que recibió la autoridad del ministro de la defensa fue monumental cuando en diciembre de 1999, con ocasión del trágico deslave de Vargas, había coordinado la ayuda de EEUU y fue desautorizado por Chávez.
3. Entre 1999 y 2002 se desarrollaron procesos dentro de la FAN, todavía institucional, que condujeron a la serie de levantamientos de los jefes de las distintas fuerzas, cuando se produjo la marcha a Miraflores y la masacre de Puente Llaguno. Los mandos militares forzaron la renuncia de Chávez, “la cual aceptó”, y la institución militar se convirtió en el eje decisivo por 72 horas en la resolución de la crisis. Los que habían forzado la renuncia, aceptaron el regreso.
4. Hubo el intento de convertir a la FAN en el partido militar, vieja tesis del neonazi Norberto Ceresole, ideólogo de Chávez, que desarrolló el concepto del vínculo entre el caudillo, el ejército y el pueblo. El proceso de la institución, desde entonces, fue el de convertirse en instrumento de la visión política del caudillo para el cual la FAN era palanca para tomar el Estado y la sociedad, en función del socialismo y de la consagración del poder total (totalitario) del líder. Cuando los oficiales comenzaron a proferir el grito de “patria, socialismo o muerte” ya estaba la catástrofe institucional en marcha. Después vinieron las milicias inconstitucionales, los grupos armados civiles, la colusión entre policías, militares, bandidos y dirigentes políticos.
5. Sin embargo, con la inmensa cantidad de generales que hay, la estructura de las Regiones Estratégicas de Defensa Integral (REDI), de las Zonas Operativas de Defensa Integral (ZODI) y las Áreas de Defensa Integral (ADI) más bien diera la impresión de que la estructura militar se ha fortalecido, de que hay más Fuerza Armada que nunca. Lo cierto es que hay más militares que nunca y menos FAN que nunca.
6. La Fuerza Armada ha perdido los valores que distinguen a una organización militar: obediencia, disciplina, jerarquía. Por ejemplo, un reconocido oficial torturador y asesino de la Dgcim tiene más poder que 20 generales juntos. Un capitán le puede dar órdenes a un coronel si el primero está alineado más directamente con el régimen. Por otra parte las misiones clásicas de la FAN de defensa de la soberanía y seguridad de la Nación se han vuelto agua de borrajas y de esos escombros lo que queda es un conjunto de dispositivos cuyo sentido y propósito es garantizar la ocupación del territorio por las fuerzas plurinacionales de Maduro y sus aliados: Cuba, Rusia, Irán, disidencia de las FARC, ELN, Hezbolá, así como las bandas locales en distintas comunidades del país y los pranatos que desde las cárceles controlan operaciones de diverso tipo.
7. En realidad, la supuesta estructura militar es el territorio donde opera una combinación de redes interconectadas que comprende gente uniformada y no uniformada, nacionales y extranjeros. Es una estructura política, paramilitar, organizada en forma de redes, que no tiene de FAN más que su apariencia. Es una fuerza de gente armada pero no una Fuerza Armada profesional e institucional: es la gavilla paramilitar del régimen.
8. El hábito no hace al monje ni el uniforme al militar. Lo único que hace diferente a un uniformado de una persona que no lo porta es que facilita humillar, matraquear, ordenar sin que se le pueda responder, empujar y reprimir. En realidad no es el traje sino las armas que frecuentemente portan, y los atavismos culturales hacen que se identifique el uniforme militar o policial con cierta autoridad legal, mientras que su carencia hace que se identifique al portador del arma como un asaltante común y corriente. Cuando de servir al régimen se trata ambos suelen ser idénticos hampones.
9. Precisamente esta descomposición de la institución armada hace que haya miles de militares dispuestos al cambio. Salvo la Guardia Republicana de Saddam Maduro –el grupo paramilitar que lo sigue, uniformado o no – la mayoría de los oficiales rumia su descontento y resiste en la medida en que puede. Sabe que la repugnancia tiene que ser discreta porque se paga con torturas y cárcel; pero está allí, a la espera de su momento para manifestarse. Esta situación explica el espionaje omnipresente y masivo. Los oficiales están presos aunque estén “libres”, porque sus conversaciones, reuniones –incluso familiares-, hasta gestos, sonrisas y ademanes, pueden ser síntomas de desagrado con el régimen y ser utilizados como evidencia de conspiraciones.
10. El régimen denuncia una conspiración a cada rato. No hay tal. No hay una. Hay un estado conspirativo, fluido, magmático, que cuando sea llegada la hora, aflorará. En esos escombros subsiste la dignidad en muchos: reciben su Clap pero no entregan su rabia ni su conciencia. Los afrentados y despreciados saldrán al momento del relámpago.