¿Hay esperanza para Venezuela?
Cuando se acercan las elecciones regionales y municipales en Venezuela conviene hacer un análisis de la situación venezolana, que puede partir de la siguiente pregunta: ¿Por qué la grave crisis que agobia al país no se puede combatir con unas elecciones fraudulentas?
La respuesta es compleja, pero trataremos de hacernos una idea de ella defendiendo esta tesis: Unas elecciones no arreglan nada porque en Venezuela lo que sucedió fue la destrucción total del Estado. Esa destrucción fue provocada, precisamente, por la plaga chavista que tiene más de veinte años desgobernando a Venezuela.
En consecuencia, el cambio de los cargos políticos de unas manos a otras —ya sean dirigidas por Maduro, Diosdado, Capriles o Borges, o quien sea— no afecta para nada el cuadro crítico que padecen los venezolanos.
¿Por qué? Porque lo que falta en Venezuela es gobierno y capital para reconstruir todo. Y eso solamente se logra con un gobierno sólido que garantice la propiedad, la libertad, la estabilidad tanto política como social; y que, además, inspire confianza a escala global para atraer inversores que puedan aportar el capital importante que se requiere para la recuperación económica.
De esta manera, reconstruir el Estado demanda la salida total del chavismo, que está detrás de lo que queda de instituciones. Además, esa necesaria reconstrucción exige también la desaparición política de la falsa oposición, que ya demostró su incapacidad para salir de Maduro, y su eficiencia para limitarse a coexistir o pactar con un régimen corrupto y criminal. La oposición de la llamada MUD, desafortunadamente, forma parte de la plaga que ha carcomido al Estado Venezolano desde sus propias entrañas.
Entonces, ¿hay esperanza para Venezuela?
¡Seamos sinceros! Suponer que Venezuela tiene un gran destino a la vuelta de la esquina resultaría muy ingenuo. Se necesita un cambio muy drástico para reconstruir todas las capas del Estado, ya que están putrefactas debido a más de veinte años de cáncer chavista.
Para ser más específicos, siguiendo la teoría política de Gustavo Bueno, la compleja realidad venezolana se puede entender al observar cómo están pútridas tanto la capa basal, que abarca el territorio, las riquezas y la economía; así como también la capa conjuntiva, conformada por los poderes públicos. Los mismos que deberían encargarse de planificar, distribuir y gestionar adecuadamente el territorio y las riquezas.
De igual manera, y esto es más que evidente, también está corroída la capa cortical, que incluye el poder militar y diplomático.
Las tres capas del Estado: Venezuela sumergida en la barbarie
Con la putrefacción de estas tres capas, en Venezuela simplemente no hay Estado. La capa basal que es la más importante, pues alrededor de ella se organizan las otras dos capas, está controlada por el hampa y la guerrilla.
El gobierno usó a estos grupos como su brazo armado. Ahora se le han salido de las manos, pero los siguen protegiendo y apoyando para mantener sus negocios sucios y permanecer en el poder. Pero la capa basal no está roída solo por eso. El territorio venezolano ha sido cortado además por la ignorancia y la negligencia de Maduro que no defendió el Esequibo.
Ni hablar de las riquezas. ¿Cuál riqueza pueden ambicionar los otros países? El petróleo quizá, podrían responder algunos. Pero es una riqueza que está en el subsuelo. Para explotarla hay que volver a invertir en maquinaria y disponer recursos para levantar la industria petrolera del país que fue destruida por estos mamarrachos. De la Pdvsa de antes no queda nada. Está desvalijada y hecha trozos.
¿El arco minero? Al igual que las fronteras está en manos de grupos armados que se caen a plomo, y amenazan la vida y la paz de la población venezolana. ¿Y el bolívar? El bolívar es un fantasma del pasado. El régimen habla del bolívar digital, pero eso no existe; en Venezuela lo que vale es el dólar.
Hablemos de la capa conjuntiva, que debería encargarse de diseñar planes y programas para que la sociedad venezolana progrese. No obstante, lo único que ha hecho es estafar a los venezolanos; apropiarse de los recursos públicos y dejar al país ultrajado y en ruinas.
Y la capa cortical, como ya hemos dicho, es la que da más vergüenza, debido a la desfachatez y falta de moral de las fuerzas armadas militares y policiales venezolanas. Son lo más putrefacto del sistema, que ya es mucho decir. Claro que hay poder militar, pero uno que no garantiza la soberanía del territorio nacional y que solo se dedica a “matraquear” a los venezolanos en cualquier alcabala o trocha mal hecha para desangrar al pueblo.
Todo esto ha dejado al país en manos de bárbaros que no garantizan siquiera el control del territorio.
Por ende, urge hacer sacar al chavo-madurismo de raíz, y que permita comenzar una verdadera construcción de Venezuela. La reconstrucción de sus instituciones, el resguardo de su territorio y la planificación económica que enrumbe nuevamente hacia el crecimiento.
Lo demás ese espejismo que vemos en los bodegones, las grandes farmacias, los nuevos restaurantes, esos solamente son lavadoras de dinero mal habido; un mecanismo que no se conocía en Venezuela, o que al menos no se veía de forma tan descarada hasta que llegó el chavismo al poder.
Venezuela, señores, es el despojo que ha dejado el malandraje chavista del país en crecimiento que fue en los años 80 y 90, cuando era ejemplo en América Latina. Para recuperar a ese país no se necesitan fraudes electorales, ni pactos, ni más gobiernitos corruptos; sino una operación que logre la verdadera configuración del Estado y ofrezca mejores posibilidades a los venezolanos.