El olor de la realidad latinoamericana
El tirano dejó una estela angustiosa, pólvora repulsiva, en países donde se podía vivir, con sus problemas, pero en un ámbito de convivencia social.
Copiar el fracasado modelo cubano nos condujo a este laberinto inhóspito, con pérdida de vidas, de la libertad y la conformación de la más estruendosa ruina. Retroceso de un siglo.
Sufrir la tiranía es el legado fantasmal. Persiste como hierba, hierba roja y criminal.
Han desarrollado la técnica, que se conoce como el “multitasking”, es decir, multitareas para la sociedad en general.
Distraer para reinar y cometer las más crueles fechorías. Esta cúpula impresentable avanza, sin importar un mínimo comportamiento ético: En estos países, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, la población implica todo su esfuerzo en la supervivencia. Depender de una bolsa de comida. Para acceder a ella, debe cumplir el requisito de la humillación y del censo inevitable. Convertirse en ficha de cambio del poder.
Esta lucha incesante conduce a la pérdida de la capacidad para comprender la realidad y ver como normal la travesía del desierto, que significa lograr gotas de combustible, en el infinito calendario de la rendición.
Cuidarse como en la selva de los más poderosos delincuentes. Exhibidos como su escudo protector y publicitan las fechorías. “Aquí manda el Coquí y Maduro”, reza un cartel, en una “favela “caraqueña.
En este laberinto de olores perversos, se pierde la capacidad de escuchar y hasta de rechazo a esta cruda realidad.
Es increíble, pero han logrado desaparecer la capacidad de asombro. Las actuaciones más perversas de estos malhechores son vistas con total desinterés.
Paul Cézanne, pintor francés, artífice del arte moderno, veía el olor de las cosas, con solo observar cierta paciencia. Uno de los obstáculos para hacerlo son las múltiples preocupaciones:
1. Impotencia ante el retorno de la barbarie
2. La ruina como normalidad en el paisaje social.
3. La sustitución del trabajo y convertirse en cazador de dádivas, limosnas.
Transformar las personas decididas a permanecer en el país, en “homo sacer”, es decir, excluidos de la sociedad, por el delito de no sumarse a las actividades grotescas de la tropa revolucionaria.
Estos países son considerados un gran campo de concentración, donde sus habitantes son debilitados por el hambre, el agotamiento, sufrimiento físico y confusión general. Incapacitarlos para responder a la tragedia.
La atención de la población es constantemente dividida; de allí la intensa propaganda, organizada desde los círculos comunistas, financiados por el dinero proveniente de la droga.
Los presos políticos son un escaparate, muestra para la sociedad. De su comportamiento depende si va o no a las mazmorras. Es una invitación al “alacranismo”.
¿Será esto para siempre?
Definitivamente no. La historia es rica en sublevaciones espontáneas ante tanta ignominia. Ahora mismo vemos como los cubanos alzan su voz a pesar de la represión de los Chávez de allá. Castro- Canel caerán. Igual Maduro y Ortega. El monstruo boliviano va por ese camino. Nietzsche habló de la «potencia negativa”. La potencia de decir no. Solo eso ha convertido a Cuba en barco naufragado. (Con fuerza de patria y vida).
El cansancio en el infierno latinoamericano será el derrumbe de este chavismo mefítico.