El 21N marca un antes y un después
1. Guerra de 5ª generación. Un elemento central en las guerras de quinta generación es la lucha por imponer una narrativa. Como fue dicho, después del fraude del 21 de noviembre era lo que venía. Se trata del intento de explicar, según los cristales con que miran los analistas, lo que ocurrió y por qué ocurrió. Tenemos ahora la guerra de los cuentos para ver cuál prevalece. Hay varios ángulos y aquí se considerarán algunos de ellos.
2. El régimen no es más legítimo sino menos. El 21 de noviembre mostró hasta dónde el régimen está dispuesto a llegar: hasta dónde su fuerza relativa lo permita. Volvió a enrojecer el mapa con un número de excepciones similar a las elecciones de gobernadores anteriores. Sin embargo, el ventajismo, la represión, la complicidad de todo el CNE, el despliegue infamante de la fuerza militar, el control del espacio comunicacional, el manejo descarado de los dineros públicos, el dominio mediante el chantaje de un sector que se asume falazmente como opositor, el zapaterismo desvergonzado como secuaz necesario, son elementos que muestran con nitidez hasta dónde pueden hacer elecciones con la condición de que siempre las “ganen”. Maduro exhibió el fraude descarado como su tarjeta de presentación.
3. En busca de la unidad perdida. Uno de los elementos recurrentes en el campo democrático es la nostalgia por la unidad perdida. Se atribuye a la falta de unidad los resultados que vuelven a dibujar el mapa de rojo. Esta explicación tiene varios problemas: a. La unidad es un hecho que se produce entre diferentes sectores que tienen una base común; supone que A y B tienen los mismos objetivos aunque difieran en los métodos para alcanzarlos; pero cuando A es parte de la estrategia del régimen porque se integra a este (“hay que integrarse porque por ahora es lo que hay”) y B procura deponerlo, no hay entendimiento posible; b. La unidad es el resultado de una dinámica donde hay en el inicio diferencias, algunas veces profundas; es más bien un paso intermedio (se busca la unidad porque hay diferentes) que se obtiene a lo largo del debate y la lucha; nunca la unidad es el punto de partida sino un evento del proceso y se logra cuando hay identidad de objetivos, estrategia y alianzas: no se impone sino que se alcanza y se mantiene mientras haya concurrencia de propósitos y métodos.
4. ¿No y que eran “alacranes” y divisionistas? Denostar de aquellos que se separaron de la estrategia de la MUD-G4 porque eran ambiciosos, enemigos, traidores y vendidos, para después atribuirles que por sus políticas se perdieron las elecciones es una gruesa incongruencia. No se puede atribuir a su ausencia la pérdida de unas elecciones cuando se decía que con ellos, por “traidores” o “vendidos”, no se podía hacer causa común. ¿No es más coherente reconocer que son adversarios o enemigos que compañeros díscolos? ¿No es más apropiado sostener que con ellos no se quería ir ni a la esquina porque jugaban el juego de Maduro?
5. Volver al bachillerato para las sumas algebraicas. Ángel Álvarez, destacado profesor universitario, ha dicho en varios momentos algo que puede ser expuesto de la siguiente manera: si los partidos A y B están enfrentados y por alguna maniobra se unen en una elección, puede que no se sumen los partidarios de A y B, sino que por el contrario sean menos que ambos por separado. Como se sabe, en una suma algebraica hay adiciones y sustracciones; en política hay quienes agregan y quienes sustraen en una misma operación. De tal manera que es una ilusión decir que aquellos que se han enfrentado casi a muerte, se han insultado los días previos, por un hechizo sobrevenido vayan a sumar sus huestes en una estratagema sin norte y sin principios.
6. Estamos ganando municipios. Ahora vienen con la historia de que se han ganado más de 100 municipios. En realidad a la MUD le tocaron 59, más o menos lo mismo de antes; y el resto de los municipios “opositores” son de aquellos que se enfrentaron a la MUD, acusados por esta de estar plegados al régimen en la mayor parte de los casos. Es decir, eran enemigos antes del 21 y ahora los suman para decir que se “ganaron” muchas más de las que había antes. Mentira podrida.
7. La culpa de los abstencionistas. Esta es otra historieta macabra. Se trata de atribuirle a los dirigentes que no promovieron el voto o que llamaron a abstenerse la “culpa” del desastre electoral de los participantes. Incurren quienes así se expresan en un doble despropósito: atribuirle a aquellos a los que consideran que no tienen ningún respaldo (“apenas el 3%”) la causa de una conducta que compartieron millones de ciudadanos; y en segundo lugar, colocan en los ciudadanos una “culpa” para eludir la propia: no son líderes de nada; no movilizan a nadie y para ocultarlo echan la responsabilidad sobre los hombros de aquellos a quienes supuestamente dirigen o lideran. Es una manera de esconder sin mucho éxito su propio fracaso.
8. Las cifras de la abstención. Todo el mundo sabe que votó un porcentaje pequeño de ciudadanos (¿20%? ¿30?), mientras el CNE abulta las cifras porque conviene disminuir la cifra de abstención en aras de una imposible mayor legitimidad del reciente proceso electoral. Esta artimaña conviene a quienes quieren presentar el proceso electoral como exitoso y buscan encubrir el repudio generalizado que provocó. Si las elecciones son un fraude, las cifras del ente promotor del fraude también lo son.
9. Lo que se oculta. De común interés en el régimen y el sector colaboracionista de la oposición ese presentar el panorama de culpar al ciudadano: “si hubieses ido a votar habríamos ganado en tales y cuales estados, fíjate que la diferencia fue pequeña”. Este intento de culpabilizar al ciudadano tiene un propósito igual de artero y es el de decir que sí, que en verdad se cuentan los votos; que el régimen no puede hacer la trampa que se ha denunciado, que cuando se vota se gana. Así, lo que es un sistema electoral corrupto y fraudulento, en virtud de estos razonamientos interesados pasa a ser un sistema que cuenta los votos si estos se producen en cantidades suficientes. Es un escrutinio interesado en lavarle la cara al tramposo operativo del CNE.
10. El referéndum revocatorio es el nuevo regalito envenenado. Con las cuentas del gran capitán que procesa el sector que promovió la participación en el campo opositor, con sumas y restas, y algo de taumaturgia, se pretende decir ahora que “ya que somos mayoría en un RR que es uno contra uno, sí o no, sí se ganaría”. Así la zanahoria, guindada del palito que el conejo sostiene a su espalda, seguiría moviendo los entusiasmos para la próxima jornada electoral el año que viene. Tesis a la que se sumará, animoso, Maduro –como lo hizo Chávez en su momento- porque “es el camino democrático”. Se hacen los locos cuando no advierten que este régimen no se va a ir como resultado de un proceso electoral que organice y si de verdad ve peligro pues lo anula como ocurrió con propuesta similar hace pocos años.
11. El pase a retiro de la casta dirigente. El fracaso de las políticas puestas en juego desde que se abandonó en el camino la lucha por “el cese de la usurpación” han mostrado una incapacidad reiterada para representar los intereses de la mayoría que efectivamente y de manera abrumadora se opone al régimen de Maduro. Es improbable que asuman la derrota como ocasión para el relevo voluntario; sin embargo, el 21 de noviembre marca un antes y un después. El país procesa con hechos sociales profundos, como el de la abstención reciente, el cambio inevitable.