Domingo de Ramos o de espinas
Espero que hoy domingo el triunfo de la oposición democrática esté determinado no tanto porque le arrebate al oficialismo la mayoría, o un porcentaje importante de gobernaciones, alcaldías o concejalías (que ya sabemos se trata de una fantasía con un CNE controlado por Maduro y su pandilla) sino porque un volumen de cerca del 40 por ciento de electores se movilice para votar o abstenerse militantemente y sea la primera demostración -después de mediados del 2017- de que el pueblo venezolano políticamente está despierto.
Porque es en este detalle, tema o elemento donde pienso ha logrado el neototalitarismo anotarse su principal victoria en la guerra que tarda 22 años por el control de Venezuela y a partir de la cual se ha permitido avanzar en la destrucción de la que se pensaba era una de las democracias más sólidas, estables y exitosas del subcontinente latinoamericano.
Hablo de la despolitización, de la inoculación en el seno de las mayorías nacionales, y de no pocos líderes y partidos, de que se habían perdido, tanto las batallas como la guerra, y, por tanto, no quedaba otra suerte que negociar una cohabitación con Maduro.
Coexistencia o convivencia -como también se le podría llamar- con millones de venezolanos -hasta hace poco se han contado seis millones y medio-, tomando el camino del exilio para sobrevivir y los partidos políticos agrupados en la MUD (AD, VP, PJ y UNT) realizando los últimos diálogos, aquellos que se hicieron entre marzo y abril de 2018 en República Dominicana, para retirarse y declarar que seguirían en la lucha “pero por otras vías”.
“Otras vías” que nunca llegaron, porque Maduro se hizo elegir presidente en unas elecciones fraudulentas en mayo del 2018, desconoció el “Poder Legislativo” legítimo electo en diciembre del 2015 y nombró a dedo los miembros de una “constituyente” para redactar otra “constitución” y siguió desgobernando como un dictador surgido de la voluntad de la pandilla neototalitaria que hasta ahora lo respalda y sin que en la calle se sintiera que el pueblo y los partidos de oposición continuaran aferrados en la lucha.
Hubo un despertar en el cruce de este ya largo y asfixiante desierto y fue el 5 de enero del 2019, cuando Juan Guaidó, diputado de “Voluntad Popular”, resultó electo presidente de la “Asamblea Nacional” y llamó al país a acompañarlo en la asunción de la presidencia del país, puesto que Maduro no podía ejercer la “Primera Magistratura” pues había sido impuesto en unas elecciones fraudulentas, convirtiéndose, por tanto, en un “un usurpador” a quien, Guaidó, llamaba a derrocar en la calle, mientras asumía la “Presidencia Interina”.
Se trató de un excelente “golpe” político, legal y constitucional que encontró un abrumador respaldo popular, reconocimiento de 56 países y que empezó movilizando a Venezuela para el logro de tres objetivos: 1) Fin de la Usurpación 2) Elecciones Libres y 3) Gobierno de Transición
Por cuatro meses Venezuela volvió a la calle, se vieron gigantescas manifestaciones, el país esperó consignas y aliento para ir a una confrontación final con la dictadura, pero lo que estalló fue el golpe de estado voluntarista del 30 de abril del 2019, que sin respaldo militar, ni una fuerza civil organizada que lo respaldara, fue fácilmente derrotado por la dictadura, obligando a que líderes opositores como Leopoldo López y Julio Borges se exilaran dando origen a un nuevo hundimiento opositor al cual, hasta ahora, no se le ve salida.
Y de la pérdida de la oportunidad del gobierno “interino” de Juan Guaidó y de la dispersión de una oposición que a veces pareciera funcionara más como un gobierno en exilio que en el país, es que percibimos que cualquier sacudón que políticamente surja en la agenda política de Venezuela, ya la promueva el gobierno, o fuerzas opositoras, hay que aferrarse para sacudir a una población hundida en el inmediatismo de las necesidades materiales que impone la dictadura y se olvida de la libertad, la democracia, la constitucionalidad y el Estado de Derecho.
Sabemos que se trata de unas elecciones regionales y municipales donde la dictadura, vía el fraude, tiene todas las de ganar, pero se trata también de que la gente se manifieste, piense que con el voto puede anotarse victorias e intente decirle a los dictadores de que en Venezuela no están solo y tiene quien les haga oposición.
Eso para empezar, porque si en el encontronazo de quienes votaron y de quienes les robaron sus votos, si en el choque de ver frente a frente, no solo a quienes se roban la comida, los servicios, la salud y la educación, sino igualmente la democracia y la libertad, surgen voces, partidos y liderazgos nuevos, entonces es una derrota que se convierte en victoria y de la cual podríamos ver pronto el nacimiento de otro país y otro liderazgo.
De ahí que llame a participar el próximo domingo, sea votando o absteniéndose, pero asumiendo una actitud de rescate de la política, de quienes se convenzan que solo en la calle y peleando se puede derrotar la dictadura.
Regresando a la política, entendiendo que sin importar a que partido se pertenece y cuales son los líderes y los errores que cometen, podemos poner otra vez de rodillas a los socialistas y obligarlos a entregar el poder.
Es la idea y consigna que estamos viendo en este momento rodar en Cuba, Chile, Colombia, Argentina y Brasil y que debe regresar al primer país que la practicó en el continente para constituir una treintena de países libres: Venezuela.
El comienzo del fin del desierto, para decirlo de otra manera, y el comienzo de una primavera para el próximo años con la conflictividad que surge em América y el mundo entre dictadura y democracia y de la cual no pueden estar ausentes los venezolanos que ya este domingo se lanzarán a la calle.