Crece el movimiento ciudadano contra la tala indiscriminada de árboles en Caracas
Este sábado 27 de noviembre más de 10 organizaciones, agrupadas en la Coalición para la Defensa de los Árboles de Caracas, llevaron adelante una caminata por tres municipios (Libertador, Chacao y Baruta) para reclamar por la tala indiscriminada de árboles que está ocurriendo en Caracas en los últimos meses.
Al inicio de la actividad, que partió desde el CC El Recreo, se dirigió a Chacao y luego a la Av. Río de Janeiro (cerca del CVA), la Coalición leyó un manifiesto, que reza:
Un árbol no es una simple máquina de oxígeno.
Es mucho más que un proveedor de refugio y alimento.
Es más que una promesa de fuego.
Un grupo de árboles es mucho más que un paisaje.
Más que una ocupación temporal del suelo en espera de nuestras máquinas.
Son símbolo nítido —sin voz— del ciclo de la vida.
I
Hoy, 27 de noviembre de 2021, después de ser testigos directos de una sistemática agresión a los árboles de Caracas, después de ver cómo se incrementan impunemente estas agresiones a través de redes sociales y medios de comunicación, muy diversas organizaciones y personas hemos decidido expresar con voz fuerte y clara, desde la calle, nuestro rechazo a esta feroz cruzada arboricida en los cinco municipios de Caracas, que además impacta a muchas otras ciudades venezolanas. No debe haber habitante de esta ciudad que no haya presenciado la eliminación de uno o de muchos árboles en los últimos meses en nuestra ciudad.
Hemos visto caer árboles longevos y jóvenes, árboles catalogados como patrimonio y “anónimos”. La masa arbórea de Caracas disminuye de manera sostenida. Hemos visto el arrase de centenares de árboles en los bordes de las autopistas, primero con la ampliación de carriles —anacrónica gesta desarrollista que sigue entendiendo al automóvil como protagonista del espacio público—, y más recientemente la suplantación de árboles adultos por palmas, en un claro gesto de banalización de nuestro paisaje y discontinuidad del hábitat de la diversidad de fauna.
Pero esas agresiones no se han limitado a los bordes de la autopista. Se ha extendido por avenidas y calles de la ciudad. Casi a diario el sonido de la motosierra nos perturba cerca de casa o desde el altavoz del celular denunciando una nueva tala en algún lugar de la ciudad. Suele ser este ruido feroz un alerta que nos conmina a defender nuestros árboles, un paso atrás de los perpetradores que, en grosera exhibición de poder, nos convierten en espectadores de lo irreversible: la tala, el desmoche, la poda severa, la desfiguración, la ridiculización del árbol.
II
Quienes convocamos hoy a esta acción sabemos la importancia de las podas para mantener y minimizar los riesgos que suponen los árboles en contextos urbanos. Por eso exigimos que estas y los tratamientos fitosanitarios se hagan de manera periódica y responsable, con personal técnico formado para ello. Pero eso no es lo que estamos presenciando. Lo que se registra son podas salvajes, desgarramientos, desequilibrios, mutilaciones. Después de muchos años de abandono sin realizar el mantenimiento adecuado que necesitan los árboles en la ciudad, instituciones y particulares arremeten reduciendo y eliminando árboles sanos y algunos que aún estando enfermos podrían ser salvados. No impera la lógica de sanar y proteger. Les resulta “más económico” arrasar que cuidar. Y en este arrase se eliminan.
En muchos casos en que algunos árboles se etiquetan de “riesgosos”, no se han realizado los estudios de rigor, con especialistas que justifiquen técnicamente una poda severa o una tala, sino que se levantan permisos para proceder a su eliminación, casi siempre sin siquiera resarcir el daño plantando nuevos árboles en el lugar, sino dejando la evidencia de su vacío. Una visión superficial del valor de los árboles en la ciudad, convertido en poder de aniquilación ejercido con saña. A veces ni excusas hay, sino caprichos: “me tapa la vista”, “trae zancudos”. Y recurrentemente se echa mano al mismo catálogo de justificaciones: “este árbol es viejo”, “este árbol está enfermo”, “este árbol rompe tuberías y aceras”, “este árbol daña nuestros vehículos”, sin buscar alternativas para salvar el árbol y a la par resolver estos problemas.
¿Los árboles suponen un riesgo en la ciudad? Muchísimo menos que el de otros elementos que escandalosamente hemos normalizado en la vida urbana: siniestros viales y arrollamientos por exceso de velocidad, permisividad en el uso de armas, malas prácticas constructivas, ausencia de mantenimiento de instalaciones, aguas servidas desbordadas hacia la calle. Ninguna de estas amenazas a la vida común, reales y constantes, se atacan seriamente. Pero de pronto surge la fiebre de encarar el “riesgo” de los árboles de manera expedita y radical.
III
Ante la debilidad institucional y la ausencia de una visión de sostenibilidad urbana, las alcaldías por la vía de los hechos parecen haber delegado el rol de proteger el arbolado en terceros, contraviniendo el espíritu del Estado como garante de nuestro derecho a un ambiente sano. Se delega esta gestión sin mayores contrapesos ni supervisión. En muchos casos se trata al arbolado como un bien descartable. Y a pesar de que buena parte de las podas en algunos municipios los ejecuta una empresa de recolección de desechos, los árboles no lo son.
Si nosotros los ciudadanos no ponemos una parte de nuestros esfuerzos en el fortalecimiento de las instituciones que deben proteger nuestros árboles a escala local, estadal y nacional, si no desarrollamos una acción pedagógica sostenida, en todos los ámbitos posibles, pero sobre todo en las escuelas, poco lograremos reforestando la ciudad, pues de antemano todos los árboles que sembremos quedarán bajo sospecha y amenaza. Mientras se les siga tratando sin criterio técnico, sin sensibilidad, sin agradecimiento, tarde o temprano sucumbirán ante el poder de la motosierra.
IV
Más allá del malestar ante la arrogancia de quienes creen que podemos subsistir sin árboles, estamos convencidos en el poder ciudadano para reforestar. Se hace necesario acompañar, como veedores de la acción institucional, su exigua acción en defensa de los árboles que ha hecho que las direcciones de Áreas Verdes devengan en Grises. Debemos exigir receptividad al monitoreo técnico de árboles en los espacios públicos, y menos a las voces que gritan “¡talen ese monstruo!”. Los ciudadanos organizados estamos ganados a participar en jornadas de siembra serias y no en comparsas verdes de última hora. Queremos discutir políticas y programas con alcaldes y concejos municipales. Queremos hacer contraloría en los programas de poda y reforestación. Queremos apoyar con acciones pedagógicas.
Ahora mismo no existe visión de sostenibilidad ambiental en Venezuela en la inmensa mayoría de instituciones. Ni en el sur de nuestro país, ni en nuestras costas, ni en nuestras islas, ni en nuestras ciudades. Es indignante —ante la notoriedad de las agresiones— que algunos recién se enteren de que se están talando grandes árboles en Caracas. Los permisos para talar esos grandes árboles —muchos en veda— los suele otorgar el Ministerio de Ecosocialismo, que a estas alturas se nos antoja más Ministerio para la Tala y otras Agresiones Ambientales.
V
Esta coalición de organizaciones se plantea seguir en esta línea: 1) contención ciudadana ante el arrase y monitoreo de nuestros árboles; 2) participación en la reforestación como forma de reparación del daño; 3) acción pedagógica hacia instituciones y comunidades; 4) presión estratégica para que las instituciones recuperen y asuman su rol de protección del arbolado urbano como parte de una política integral de sostenibilidad. Nos estamos planteando más acciones desde este auspicioso encuentro de gente con conocimiento técnico, sensibilidad y voluntad para actuar.
Más allá de lo meramente reivindicativo, habría que comenzar a ver los árboles, no como simple factor que beneficia a los seres humanos —con oxígeno, alimento, sombra—, sino como elementos constitutivos de un sistema que exige nuestro respeto, incluso en un contexto tan antropocéntrico como la ciudad. Sabemos que no es esta la primera oleada de agresiones a nuestros árboles. Desde su fundación colonial Caracas ha construido esa terrible impronta del arrase, que suele latir fuerte desde las esferas de poder.
Pero en medio de esa lógica depredadora también tenemos el legado de notables defensores de una vida urbana en la que los árboles son mucho más que paisaje: son garantes del equilibrio, de los ciclos del agua, del ciclo de la vida. Tanto en la escala de la esquina y la calle que habitamos, como en la escala planetaria, en la que son evidentes los estragos por el cambio climático, del que no estamos a salvo. Esta coalición que hoy se planta en defensa de los árboles de Caracas humildemente se inscribe en esa otra corriente: la de la lucha contra el cambio climático, la de quienes protegen como contrapeso a la fuerza del arrase, acá y en muchos rincones del planeta.
Coalición en defensa de los árboles de Caracas
(Texto cortesía de Prodavinci)