El G4: el perdedor neto de las elecciones del 21N
Sea que los resultados de las próximas elecciones de 21N nos acerquen a una abstención del 80 por ciento, o que, sorpresivamente, animen al 40 o 50 por ciento del electorado a votar, es evidente que el gran perdedor será el G4, pues en una jugada política -que aún sorprende por lo ingenuo- no se anotó ni a la abstención ni a la participación.
Es decir, el G4 se mantuvo al margen de un suceso de “política nacional” que, cualquiera fuera su evaluación, merecía o un llamado recio y profundamente sustentado a la abstención, o lo contrario, una convocatoria a la participación que no dejara dudas de que la “organización de organizaciones” se las jugaba todas a derrotar a Maduro en unas elecciones interferidas o sin interferir.
Al contrario, el G4 apostó a dos políticas en el curso del proceso. La primera de signo abstencionista buscando a toda costa revalidar y fortalecer la deslegitimación de Maduro en la comunidad internacional. Y una segunda, que autorizaba a participar en “el proceso” a aquellos dirigentes del G4 que eran partidarios de contarse con los postulados de régimen, incluyendo a candidatos y dirigentes de Voluntad Popular.
En otras palabras, “el caos electoral”, pues si apenas unos pocos dirigentes de Voluntad Popular insistían en llamar a la abstención y desconocer los resultados, el resto corría a apoyar a los candidatos de AD, UNT y PJ, y sobre todo, a los del propio partido, lo cual revelaba que el G4 como “organización de organizaciones” se había quedado aislada y en trance se recibir una de las derrotas más catastrófica de su historia.
La gran pregunta es: ¿cómo se posible que políticos que desde hace aproximadamente 15 años contaban con el respaldo de las mayorías nacionales y de la comunidad internacional para enfrentar a la dictadura de Maduro perdieran el tino, en cuanto el significado de las elecciones de 21N, se dieran a desconocerlas sin evaluar el contexto nacional en que se realizaban y asumir una política de “caos electoral” que no solo favorece al régimen, sino que crea las condiciones para que los electores empiecen a percibir al G4 como una “organización” no necesaria, ni acertada.
Ya algunos analistas se han adelantado a establecer que, simple y llanamente, para el G4 la “política nacional” ya no es una prioridad en la que se puedan estar centrando recursos, y que más bien prefieren aunar esfuerzos para sentar a Maduro en una mesa de negociación como la de México, en la cual se obligue al dictador a aceptar la existencia de “dos” gobiernos en Venezuela, uno en el exilio, y otro de puertas adentro, en un estado de cohabitación que les permitiría repartirse el país hasta que las mayorías venezolanas decidan, vía electoral, cuál es el auténtico heredero del país.
Estrategia que explicaría el disenso entre Voluntad Popular y Primero Justicia, así como la polémica entre factores e individualidades de la oposición sobre el manejo de los “activos” en el exterior que la “Asamblea Nacional” (2015) puso en manos del “gobierno de transición”.
Pero que no resulta clara, por cuanto ni las negociaciones de México han prosperado, ni los partidos del G4, sobre todo VP, AD y PJ han realizado ningún anuncio en este sentido.
Por tanto, resulta más coherente la tesis de que simplemente los partidos del G4 y sus líderes (mayoría de ellos en el exterior), están perdiendo sintonía con lo que ocurre en lo interno del país, con los enfrentamientos que están surgiendo entre Maduro y nuevos líderes y partidos de la sociedad civil que son los que, orgánicamente, pueden llamarse oposición.
Esos líderes y esos partidos (la mayoría de ellos desconocidos nacionalmente, pero con enorme pegada en las regiones), son los que han salido a manifestarse como partidarios de la participación electoral, a decirle no a la abstención y a apostar por que un país cuyas condiciones de ruinas y explotación están al límite, les dé sus votos para llevarlos a las gobernaciones y las alcaldías y desde ahí crear un escenario inédito en la historia de las luchas contra la tiranía.
Estrategia que, de resultar plena o medianamente exitosa, no solo sería un desafío de signo comprometedor para la dictadura, sino que para la oposición tradicional agrupada en el G4, podría comportar una suerte de señal de que debe abandonar el terreno de juego y dejárselos a otros actores.
Y no se trata de una teoría, sino que ya algunos de los candidatos que participan en las elecciones fuera de las listas del G4, como Antonio Ecarri, candidato a la Alcaldía de Caracas por el partido Lápiz, dice que lo hace porque se considera representante de “otra oposición”.
De todas maneras, contrario a lo se pensaba, el entusiasmo por la participación está creciendo a lo largo y ancho del país. Hay encuestas como las de la UCAB que afirman que la decisión de participar en los comicios pasa del 50 por ciento y ellos es indicio que de cumplirse este pronóstico, no solo Maduro y su pandilla, sino también la G4, enfrentarían otro futuro.