Crecimiento (in)sostenible
Este domingo 31 de octubre comienza la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, o como se le ha denominado la COP26.
Para algunos este evento debe marcar un hito para pasar a acciones concretas, como señaló ante la Unesco Alok Sharma, el Presidente del evento: “Paris promised. Glasgow must deliver”. Con esta frase Sharma busca destacar la necesidad impostergable de tomar acciones que logren revertir la tendencia actual en cuanto a contaminación, y con ello evitar una catástrofe para la humanidad al alcanzar un punto de no retorno en cuanto a las posibilidades de mantener un planeta habitable.
Pero a pesar de la urgencia declarada, y en general al consenso que existe sobre lograr que la vida en el planeta sea sostenible, la realidad es que para algunos las metas planteadas son insuficientes, y para otros incluso es inmoral que los países más ricos les pidan a aquellos que apenas están en vías de desarrollo que se embarquen en la meta de cero emisiones para el 2050. Entre estas perspectivas, además de aquellas que incluso llegan a negar que exista realmente algún riesgo ambiental, se abre un gran abanico de opiniones que limitan la posibilidad de acciones conjuntas a nivel global. Y esta falta de una visión compartida es un problema grave para una realidad que no se puede resolver a medias.
Para ilustrar lo diferentes que pueden ser las posiciones de diversos actores basta comparar los planteamientos de China e India con respecto a los de Europa, e incluso los Estados Unidos. El modelo de desarrollo de los dos países asiáticos se basa en una importante actividad industrial, y con ella con elevados niveles de contaminación. Este modelo se pudiera decir es similar al de Inglaterra en pleno inicio de la Revolución Industrial, y al de Estados Unidos todavía hoy (el país norteamericano genera más CO2 por habitante que China e India). Ante esta realidad el argumento gira en torno a la relación entre crecimiento económico y contaminación.
Lo anterior lleva a una interrogante fundamental, ¿puede haber crecimiento económico ambientalmente sostenible cuando se parte de un nivel de riqueza nacional medio o bajo? Dicho de otra manera, ¿generar crecimiento económico sin contaminar solo se puede lograr luego de haber alcanzado cierto nivel de riqueza? La respuesta a esta interrogante es ambigua, pues no es cierto que la relación entre crecimiento económico y contaminación sea inevitable. Al analizar la evolución del crecimiento económico por país desde sus menores niveles de riqueza y sus emisiones de CO2 se puede observar un amplio abanico que va desde Noruega (crecimiento con bajas emisiones) a China (crecimiento con muchas emisiones).
Lo anterior abre la puerta a la posibilidad de encontrar modelos de desarrollo que sean sostenibles. Sin embargo, la mala noticia es que situaciones similares a las de Noruega suelen ser comunes en países más pequeños, mientras que países más grandes como China, India, Estados Unidos, Brasil y México, suelen tener modelos más intensivos en cuanto a la emisión de CO2. Esto implica un reto de coordinación importante a nivel mundial, pues por mucho esfuerzo que hagan los países medianos y pequeños, mientras los países más grandes no disminuyan las emisiones el problema del calentamiento global se seguirá agravando.
Las energías limpias son caras hasta el momento, y concentrarse en ellas es un “lujo” que muchos países en vías de desarrollo no pueden darse. El caso de América Latina es significativo en este sentido, la región es la que tiene mayores emisiones de CO2 por habitante en el planeta, y por otro lado muchos de sus países se encuentran atrapados en situaciones de crecimiento económico limitado, agravado por la pandemia. Ante esta realidad sin duda elegirán crecer antes que sostenibilidad. El reto que tienen los promotores de las reducciones de CO2 es lograr que la relación costo-beneficio sea favorable para los países en vías de desarrollo cuando deban decidir entre crecimiento económico y sostenibilidad.
Twitter: @lombardidiego