Xi Jinpin, el Talibán ateo
Xi Jinpin, el presidente chino, ha sido el primer jefe de Estado del mundo en aparecer ofreciéndole apoyo político, militar y económico a los Talibanes de Afganistán para que se establezcan en el poder y empiezan a ejercerlo con toda la carga de amenazas que representan para el mundo civilizado y la cultura occidental y cristiana.
Sobre todo para los derechos humanos del pueblo afgano y, en especial, para los derechos humanos de las mujeres que, según una muy casuística y arbitraria interpretación talibánica del Corán, no deben ser educadas, ni tener acceso a otro trabajo que no sea el del hogar, ni mostrar sus rostros en público y mucho menos ejercer cargos en la administración gubernamental.
En otras palabras que, una marginación social de más de la mitad de la población afgana, como no se conoce en otro país ni religión en el mundo y que desde que fue establecida por la secta islamista a mediados de los 90 en el país de Asia central, fue rechazado por todos los países de la comunidad internacional, incluida la musulmana.
Se generó un guerra, a mediados de septiembre del 2001, por la audacia del profeta Talibán de aquellos tiempos, que no era afgano sino saudita, pero que se presentaba como el Décimo Imán, el heredero de Mahoma para gobernar el Islam, Osama Bin Laden, y era, por tanto, el auténtico primer magistrado de Afganistán, quien llevó sus delirios a ejecutar un ataque contra Estados Unidos, lanzando aviones suicidas contra el Pentágono y las Torres Gemelas que arrojaron un saldo de 3000 norteamericanos asesinados y un número aún no precisado de heridos y desaparecidos.
El presidente de EEUU para la época, George W. Bush, y el senado norteamericano, respondieron con una invasión de Afganistán que desplazó en meses a los Talibanes del poder e inició un proceso para construir una república democrática, civilizar a un país extremadamente atrasado y establecer un estado moderno donde todos los ciudadanos obtuvieran los mismo derechos.
Han pasado 20 años y la semana ante pasada los Talibanes regresaron al poder en Afganistán, los norteamericanos y otros soldados de la Otán abandonaron al país después de una retirada escandalosa y el mundo ha comenzado ha enterarse qué déficits, qué factores y qué actores han contribuido a que la democracia norteamericana y mundial sufrieran tan dramática derrota y cuál será el mundo que nos espera si no detectamos donde actúan, se esconde y traman los enemigos de la libertad y la democracia.
Digamos que los primeros en aparecer en escena han sido los dictadores que gobiernan a China, que ya son la segunda economía del mundo y, evidentemente, han dado otro paso para convertirse en el primer poder del planeta.
Para ello, es evidente que se han aprovechado de la ventaja de haber abandonado la economía socialista para hacerse capitalista, pero sobre todo, de aprovechar, sin dar nada a cambio, el traspaso de tecnología de punta de EU y los Estados Unidos y de acceder a sus mercados con unos precios altamente competitivos por la relación de su moneda el yuan con el dólar y el Euro.
Pero como si no fuera suficiente tal escala de piratería, los chinos se han dado a la tarea de apoyar con recursos monetarios, armas y tecnología a cuanto dictador ha aparecido en África, Asia y América Latina en las últimas décadas y con el objetivo de que golpeen a los Estados Unidos, arrasen con los partidos y fuerzas democráticos del Norte y vayan haciendo un cerco para que que la primera potencia del mundo cambie de manos y ya se sepa quién es la primera y quien es la segunda.
El apoyo chino al dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, a los de Cuba y Venezuela, y en general a cuanto bicho de uña totalitaria aparezca en el mundo, es prueba suficiente de que XI Jinping está jugando a un traspaso en los bloques de poder mundial y que ya no se le puede seguir viendo como un socio inocente y confiable.
Y ahí están los Talibanes de Afganistán para que lo demuestren, los cuales no se han asombrado, sino percibido de lo más natural, de que el primer gobierno global que salió a apoyarlos fue el Talibán ateo, Xi Jin Pin.
Lo cual nos coloca frente al hecho de que, no solo desde el Primer Mundo, sino desde el Tercer Mundo, los dogmas derivados de profecías religiosas como la de Mahoma, o de ideologías ateas como el marxismo, no son más anzuelos para captar seguidores entre la gente humilde, mientras en lo que se refiere a estrategias para conquistar o mantenerse en el poder, teistas y ateos se dan la mano para olvidarse de la fe por la que llevan a otros al sacrificio, mientras ellos pasan a disfrutar en vida lo grande del poder.
Una enseñanza que después de la alianza de deístas y ateos en Afganistán, la de los Talibanes islámicos con los ateos marxistas de China, deben tener muy en cuenta los país cristianos de EU y América, los cuales, tomándose muy serio la religiosidad de estos socios, dejan que sus gobierno y sus inmigrantes cometan todo tipo de abusos contra los creyentes que siguen a Jesús.
Creemos que las religiones deben ser respetadas en cualquier todo de sociedad y que la libertad de culto debe privar como un derecho fundamental sin importar el sistema político y económico en que se sostienen los países, pero concederle a algún tipo de habitantes ventajas religiosas que no se le conceden a otros, es legal e humanamente inadmisible.
Desviaciones que se vienen introduciendo en la EU y en la América cristianas y que no deben ser permitidas de una vez por todas.