Enemigos internos
En política el principal adversario muchas veces se encuentra en el entorno inmediato y no entre aquellos a quienes se adversa públicamente. Este hecho el profesor Daniel Innerarity lo aborda como una diferencia entre rivalidad y antagonismo, señala: “Una cosa es la contraposición ideológica que enfrenta a las derechas y las izquierdas o a los de una nación y otra. Pero algo bien distinto es esa rivalidad encarnizada que tiene lugar en el seno de cada bloque político e incluso en el interior de los partidos”. Con respecto a esto indica que “son dos hostilidades distintas”, siendo, según Innerarity, más difícil de gestionar la rivalidad entre similares que el antagonismo entre distintos.
Un ejemplo concreto de lo anterior es lo que ocurrió en Afganistán durante la década de los 80 y 90. La ocupación rusa en el país asiático originó una resistencia que eventualmente terminaría derrotando a la Unión Soviética, los protagonistas de ese movimiento fueron diversos grupos político – militares, o muyahidines. Con la retirada de los rusos empezó una sangrienta guerra civil entre las distintas facciones del bando vencedor, el resultado fueron miles de personas heridas o fallecidas, violaciones de derechos humanos, ciudades destruidas, y eventualmente el ascenso de los Talibanes al poder. La rivalidad entre señores de la guerra terminó abriendo el paso a un gobierno ultraconservador.
Sin que necesariamente se llegue a tragedias de la magnitud como la de Afganistán, así como las de otros países de Asia y África donde la dinámica de las rivalidades se repite, en América Latina este fenómeno es tan propio de la región como sus guerras independentistas. Este hecho lo destaca Sebastián Mazzuca en su libro “Latecomer State Formation” (2021) con respecto a América Latina en general, así como Manuel Caballero en su libro “Las crisis de la Venezuela contemporánea” (1998) en el que destaca que la llegada de Gómez al poder finalizó décadas de guerra civil en Venezuela. Estos autores, como muchos otros, analizan un hecho propio de la región, el caudillismo.
Los caudillos son la expresión latinoamericana de los “señores de la guerra”, que en el caso de la región se refiere a hombres fuertes que surgieron luego de las guerras de independencia. Uno de los elementos propios de este fenómeno es que esos caudillos fueron en algún momento aliados, lucharon por una causa común, la cual una vez desaparecida hizo que las rivalidades se transformaran en antagonismo, y con ello en guerras civiles. En este sentido es la amenaza común lo que mantiene unido a los rivales y no un propósito mayor, mucho menos la convicción de un futuro común en el que la relación sea entre pares, sin el dominio de uno sobre los demás.
Una de las paradojas de la realidad anterior es que quienes en principio comparten objetivos comunes terminan fragmentándose producto de la rivalidad y con ello dejan el camino abierto a quien tiene una visión distinta. Así pues, el principal enemigo termina estando en la propia acera y no en la de enfrente como se suele pensar. En términos generales pudiera decirse que el conflicto con el enemigo es sustituido por el fratricidio, del cual la humanidad ha sido testigo por siglos, incluso en momentos tan importantes para el nacimiento de la democracia moderna como la Revolución Francesa y la Revolución Norteamericana, las cuales invariablemente terminaron en un conflicto entre hermanos de causa.
La rivalidad está presente en muchos escenarios, a veces simplemente como una realidad latente mientras el enemigo común está presente. En la Venezuela de hoy, atrapada en una crisis que no parece moverse en ninguna dirección salvo hacia una mayor fragilidad y menor democracia, las rivalidades tanto en el oficialismo como en la oposición seguramente están presentes, en el caso de los primeros en torno al acceso a los recursos y al poder, y en el caso del segundo en torno a la necesidad de ser “el último hombre de pie” para cuando el Gobierno se derrumbe. En uno y otro caso la consecuencia es la misma, alianzas débiles que fácilmente pueden transformarse en conflictos abiertos.
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