Angela Merkel, un antídoto a la desesperanza
Cuando Jorge Rodríguez, o su jefe Maduro, amenazan con imponer al hampón Álex Saab en la mesa de negociación, atreverse a sentarlo frente a Gerardo Blyde, sentimos que nuestra espiritualidad es perforada por un afán diabólico. Es una declaración de una criminalidad sin límites, una confesión desde la inmoralidad. Significa que podemos plantar en el intercambio por la vida de los venezolanos a un criminal de la peor ralea condenado a la extradición, a pesar de ser defendido por el bufete negro de Baltazar Garzón, pagado sustancialmente con los recursos de los venezolanos, con el dinero que debía ir a escuelas, hospitales, a financiar los productores de alimentos, mejorar el salario de maestros, policías y cuidadores de la salud. Si lo quieren sentar en esa mesa es porque creen que Saab los representa, que su condición ética es la misma. Es pedir a un delincuente confeso que los defienda. ¿Al sagaz Rodríguez le paso por alto esta virtual homologación?
Según Ángel Oropeza*, nuestro estimado psicólogo, el daño a la condición humana inferida al venezolano en estas dos últimas décadas nos coloca entre los 20 países en peores condiciones subjetivas del mundo.
Hoy, en comparación con sus pares latinoamericanos, los venezolanos son quienes menor satisfacción con la vida manifiestan tener según la percepción subjetiva de bienestar personal. Coincidente con el índice denominado de “afecto negativo” que da cuenta de tres estados anímicos: preocupación, rabia y tristeza. Y, al igual que el Índice de control sobre el propio destino (o control personal sobre el futuro), que mide el grado en que la persona percibe el control que tiene sobre su propio futuro y los acontecimientos por venir, así como la percepción subjetiva de libertad para escoger qué hacer en su vida.
Nuestros compañeros de ruta en esta guerra por destruirnos moralmente son los más pobres, humillados y ofendidos seres humanos del planeta: Turquía, Yemen, Túnez, Chad, Madagascar, Mauritania, Líbano, Islas Comoras, Haití, Argelia, Sudán, Afganistán, República Central Africana, Nigeria, Mali, Benín, Ruanda, Costa de Marfil y Zambia.
El resultado más contundente de esta guerra contra el venezolano ha sido la huida de más de 6 millones de venezolanos a destinos inciertos, sin recursos y sin domicilios de acogida, una carrera sin precedentes buscando una esperanza para los que huyen y para los que dejan atrás. Una marcha que es una tácita renuncia a la esperanza de que todo puede cambiar.
Frente a este panorama hay dos alternativas: hundirnos sin fondo en la tristeza y la inacción; o concentrar todas las fuerzas y la vitalidad en la posibilidad que tiene todo ser humano de transformar afuera y dentro de sí mismo.
El mejor ejemplo es el que representa una mujer alemana, Angela Merkel que creció y se formó en uno de los lugares más siniestro del universo: la Alemania democrática, símbolo del Berlín fracturado con el que convivimos durante largo tiempo. Merkel sale de un país dominado por la Stassi, la más cruel policía política del mundo. Era casi imposible en aquel tiempo pensar desde adentro, creer que la historia podía dar un giro y que la muralla que dividía Berlín se pudiese derribar con las manos. Sin embargo, esto sucedió.
En Berlín comunista (RDA), la Stassi era una policía con 97.000 miembros, un policía por cada 63 ciudadanos. Sus agentes invadían los dormitorios de las personas, vigilaban sus andanzas, sus pensamientos, cualquier desliz, infidelidad al régimen era pagado con crueldad ilimitada en sus helados calabozos. Todos los habitantes de la RDA tenían expedientes en la policía política, un volumen de espionaje no alcanzado por ningún país del mundo. Dicen que se produjeron más textos por esta labor de fisgoneo que todo lo producido en Alemania desde Lutero hasta hoy.
Lo más probable es que ningún habitante de la RDA tuviese esperanzas en un futuro de libertades donde se pudiese aspirar a tener una opinión propia y la represión no fuese el instrumento para soldar la fidelidad al régimen totalitario. Sin embargo, como dice Pedro Navaja, “la vida te da sorpresas”. Hoy, Alemania es el país más próspero de Europa, Berlín es una sola, gobernada por Angela Merkel, una mujer política, la mejor de los que puedan existir en el mundo occidental.
En verdad tenemos que construir una esperanza creíble, como pide el padre Ugalde. Repetir con Angela Merkel “respondamos a quienes quieren destruirnos moralmente viviendo nuestros valores con valentía” y ella lo mostró. Si nuestros contrincantes sientan a Saab en la mesa de negociación es porque han perdido toda esperanza de mantener su poder. Al frente está más del 80% de los venezolanos que apuestan por una esperanza creíble. Acordemos unidos el camino para convertir esta aspiración en una realidad.
*Recomiendo altamente leer “En qué hemos cambiado”